viernes, 24 de septiembre de 2010

Hugo Capeto.

                                       Rey de Francia.
                                Dinastías de los Capetos.
hugo capeto
Hugo Capeto (940-996) fue rey de Francia en una de las épocas más convulsas de la historia del occidente europeo. Era hijo de Hugo el Grande, conde de París, perteneciente a la familia de los robertinos, destacados miembros de la aristocracia franca, especialmente por sus defensas de París frente a los normandos. Casó en el año 968 con Adelaida de Aquitania, con la que tuvo tres hijas y un hijo: Gisela, Edwige, Roberto y Adelaida, por orden de nacimiento. El apellido Capeto le viene por utilizar una capa distintiva que lo diferenciase de otros nobles franceses.
El año 888 había asistido al destronamiento del último emperador carolingio, Carlos el Gordo, en un ambiente de absoluta descomposición y atomización del imperio carolingio en cientos de principados, ducados y condados, resultado de la anarquía feudal que se venía viviendo con los últimos representantes de la dinastía, cuyo poder se había vaciado hasta convertirse en meramente simbólico.
A partir de esa fecha, se va a producir en la Francia occidental una pugna por el poder entre la familia carolingia, apoyada en el prestigio de su nombre, y la robertina, cuyos éxitos en la defensa de París ante las incursiones vikingas le habían atraído no pocas simpatías entre las aristocracias locales. Pero en el año 898, un descendiente de los carolingios, Carlos el Simple, logra recuperar la corona imperial a la muerte de Eudes, hasta su encierro en un castillo en 923 (y muerte en 929). En adelante, sus descendientes apenas lograron controlar pequeños territorios en los que ejercían como reyes, aunque el alcance de su poder era mínimo.
Luis IV (920-954), Lotario (941-986) y Luis V (986-987) serían los últimos soberanos carolingios del país galo. A la muerte de Luis V sin descendencia, la alta nobleza del reino escogió a Hugo Capeto, duque de Ile de France desde 960, de la familia Robertina a la sazón, como rey de Francia occidental (la Francia oriental era la actual Alemania, en poder de los otónidas).
El duque Hugo había demostrado su valor como hombre de armas durante la incursión contra París de Otón II, y un hábil diplomático en sus relaciones con sus vecinos, los Otones. Aunque sus patrimonios eran más bien escasos y su poder centralizador nulo, lo que lo convertía, una vez elevado al trono (987), en una figura de prestigio pero más simbólica que otra cosa. Los problemas derivados del desorden político y la inexistente autoridad regia eran inabarcables por el nuevo rey francés. No obstante, la dinastía Capeta supo aprovechar una serie de factores que favorecieron su fortalecimiento a lo largo de los siglos:
-En primer lugar, la conversión de la monarquía en hereditaria, aunque se mantuvo el ceremonial electivo, básicamente se trasladaba la potestas de padre a hijos, como hizo el propio Hugo Capeto con su hijo, Roberto II (996-1031), al que designó como heredero poco después de su entronización.
-La continuidad de la dinastía, que no se vio truncada por falta de descendencia como otras anteriores y posteriores, pues de hecho perduró hasta el siglo XIV.
-Las posesiones patrimoniales de los Capetos, insertas en el corazón de Francia, protegidas de incursiones y de fuerte crecimiento urbano y económico en los siglos siguientes ofrecerán una plataforma excelente para la reconstrucción del poder monárquico y el surgimiento de la monarquía nacional francesa, desde el siglo XII.
-La alianza con la iglesia, que normalmente deploraba los enfrentamientos entre la nobleza y que servía de soporte principal a los reyes en un período en que su poder está muy erosionado. Mediante la conformidad del clero pudo hacer efectiva la ley sucesoria hereditaria que recaía en su hijo Roberto.
Durante los nueve años de reinado de Hugo Capeto, el rey francés hubo de superar una conjura para destronarle por parte del obispo de Laón y Odón I de Blois (durante el año 993), que fueron descubiertos, capturados y finalmente liberados, y no pocos problemas con la Santa Sede por cuestión de la elección y destitución de obispos, motivados especialmente por el enfrentamiento con Carlos de Lorena (descendiente carolingio).
Su muerte se produjo en París, en el año 996.


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