miércoles, 18 de noviembre de 2009

* Emperatriz Catalina La Grande.

 

Catalina II La Grande, Emperatriz de Rusia. Obra de Virgilius Eriksen.

Catalina II La Grande, Emperatriz de Rusia. Obra de Virgilius Eriksen.

Aunque el poderío, la erudición y carisma   de la gran zarina Catalina II La Grande Rusia son indiscutibles, muchos historiadores machos suelen intentar el enlodamiento más total de su imagen dado que esta señora fue una eterna víctima de los flechados de un cupido cuyos desmanes precisamente celebramos hoy día de los enamorados.

Nacida como Sofía Augusta Federica un 21 de abril de 1729 en el seno de una familia principesca alemana, Catalina llegó a ser zarina por su desventurado matrimonio con Pedro III, el zar que sucedería a la emperatriz Elizabeth. la realidad es que Catalina-así se llamó desde que aceptó la fe ortodoxa rusa-al inicio no sintió ni odio ni amor por su consorte, ya que Elizabeth la escogió como esposa de su tarado sobrino con la esperanza de que Pedrito pudiera tener un heredero sano e inteligente, ya que Catalina no solo era bella, saludable y amable, sino también muy inteligente y hábil.

Catalina tendría que soportar más de 8 años de virginidad conyugal dado que Pedrito estaba loco, tarado, impotente y hasta estéril. Padecía de fimosis, lo cual le imposibilitaba copular. Dado que Pedro se mostraba reticente en cuanto a que le hicieran cirugía en el pene, Elizabeth-tan pragmática como su padre Pedro I- optó por conseguir que la hermosa Catalina saliera pipona aunque no fuera de Pedro. Elizabeth quería un heredero a toda costa, aunque el bebé por venir no tuviera una sola gota de sangre Romanov. Elizabeth le consiguió a Catalina un amante llamado Sergio Saltykov, que fue con quien perdió el virgo (el cual a esas alturas debe haber estado más tieso que el muro de Berlín). En 1754 por fin salió Catalina panzona de sus amores con Saltykov, y el resultado fue el nacimiento del odioso futuro Pablo I.

Elizabeth estaba tan feliz con el bebé que se lo quitó a Catalina poco después de su nacimiento, y para compensar a Catalina le obsequió un talego de mil rublos, (un platal entonces). Saltykov tras servir de real semental fue despachado a congelarse a Estocolmo en misión diplomática. En 1756 Catalina se encontraría al hombre que más la amaría entre todos los amantes que tuvo: el polaco de 24 años Estanislao Poniatowski. Este guapo conde había aparecido en San Petersburgo como ataché del embajador inglés. El conde estaba tan infatuado con Catalina que hasta se arriesgó a seguirla hasta Oraniembaum donde ella pasaba vacaciones al lado de su odioso maridazo Pedro.

Al enterarse Pedro que Poniatowski seguía a Catalina, ordenó que lo colgaran. Pero Catalina tuvo la sagacidad de apelar a Elizaveta Vorontsova-la amante de Pedro- para que éste revocara la sentencia. Finalmente, este percance tuvo un final feliz, y hasta hubo soireés de música y banquete presididos por Pedro y su concubina , sentados en la misma mesa con Catalina y su adorado Poniatowski...todo un ménage a quatre!El 9 de diciembre de 1758 Catalina parió a una niña que era de Poniatowski, pero Pedro la asumió como suya y se hizo gran jolgorio. Lástima que la bebé murió 4 meses después de haber nacido.

La emperatriz Elizabeth mandó nuevamente a Polonia a Poniatowski, dejando a Catalina como cúcala desarbolada. Catalina guardó fidelidad a su amante solo unos meses, ya que pronto conoció a Gregorio Grigorievich Orlov,un héroe de la batalla de Zorndorf en la cual recibió 3 heridas casi mortales. Era un Tarazándote con cara de ángel y cuerpo de Schwarzenegger, y aunque tenía amores con la salaz princesa Elena Kurakin, Catalina se lo llevó a la cama y hasta logró que Gregorio olvidara a su anterior amante. En abril de 1762 ella parió a un hijo de Gregorio, a quien luego se conocería como Alex Bobrinsky.

El 5 de enero de 1762 la emperatriz Elizabeth moriría dejando de heredero a Pedro como zar Pedro III. Catalina cada vez se acercaba más al trono, y poco después urdió un complot en compañía de su amante y 3 hermanos de éste para deponer a Pedro. Al dar el golpe contra su propio marido, Pedro III aulló que por favor le dejaran conservar a su perro, a su sirviente negro, a Elizaveta y la vida. A final no se quedó nada, tras haberse montado Catalina en su corcel con uniforme militar, fue ella quien fue ungida emperatriz de Rusia y Pedro murió asesinado.

El Palacio de Verano de San Petersburgo Rusia

              El palacio de verano de san Petersburgo, Rusia

Si ella misma lo mandó a matar nadie puede decir, siendo éste uno de los enigmas de la historia. Aunque Gregorio le ayudó a Catalina a obtener el trono-y moriría loco afirmando que el fantasma sangrante del asesinado Pedro lo seguía- Catalina nunca quiso casarse con su brioso amante, a pesar de que le tuvo dos hijos. Gregorio tampoco le guardó fidelidad, y Catalina acabó por desecharlo tras aguantarlo por diez años después de subir al trono. Tras la salida de Gregorio de su vida, Catalina tuvo un breve devaneo con Alexis Vassilchik, pero en 1774 lo reemplazó con el oficial de caballería Gregorio Alexandrovich Potemkin. El primer encuentro entre Catalina y Potemkin se dio cuando éste le obsequió su insignia de la espada para que la de ella estuviera completa.

Potemkin era un ex candidato para el sacerdocio y un hombre erudito. Guapo y musculoso, era incansable como amante... lástima que perdería un ojo en un bochinche de cantina con los hermanos Orlov! Potemkin le propuso matrimonio a Catalina, pero ella no lo aceptó, aunque no faltan quienes juran que se matrimoniaron en secreto. Lo cierto es que cuando la magia sexual se acabó, Potemkin se convirtió en el cabrón real al asignarse la innoble tarea de alcahuete (o sea el que le conseguía amantes a Catalina). En 1776 Pedro Zavadovsky entró a la alcoba de Catalina, pero fue sucedido por Simón Zorich entre 1777 y 1778.Iván Rimsky-Korsakov, el pícaro abuelo del compositor ruso Nicolás Rimsky Korsakov sucedió a Zorich, pero Catalina lo encontró en brazos de otra y les regaló una fastuosa boda.

Catalina habría de enamorarse plenamente de nuevo al conocer a Alexis Lanskoi en 1780. Bello, ágil, animalero como ella(recordemos las numerosas mascotas de Catalina), amante de los niños y dulce, este hombre era un dechado de virtudes y un gran erudito. Hasta los criados de la corte le querían, era benévolo con todos y el alma de las fiestas. Pero en 1784 Lanskoi moriría de una violenta afección estomacal que hizo que muchas malas lenguas con la mía a la cabeza ahora dijeran que Potemkin celoso lo hizo envenenar. Catalina creyó morirse de dolor tras la muerte de Lanskoi en sus brazos. Catalina le guardó fidelidad pa´ la memoria de Lanskoi por un año, pero luego se topó a Alexis Ermolov. Ermolov solo gozó de un año de los favores de la zarina, quizás porque a Potemkin le caía muy mal.

Fue suplantado por Alexis Mamonov, pero cuando éste se aburrió de Catalina (quien ya tenía 57 años) pidió permiso para casarse con la princesa Sherbatov. Catalina les dio una buena boda y los despachó cargados de regalos. El último amorcito de Catalina sería el hermosísimo teniente de caballería Platón Zubov, quien le duró desde 1786 hasta que ella murió. Catalina lo terminó de educar, le llamaba «jilguero» y acabó por tratarlo casi como a un hijo. En 1796, Catalina moriría de un ataque mientras se duchaba, y Zubov lloró más que las cataratas del Niágara en su funeral.

 

Arte Universal e Historia Rusa en el Museo Hermitage de San Petersburgo
Posted by ariel August 4, 2009

La fascinante ciudad de San Petersburgo, otrora capital del Imperio Ruso, ubicada en el extremo Oeste de Rusia, junto al Mar Báltico ha sido sin duda gran protagonista de la historia no sólo de su país sino del mundo. De la pompa de la época de los zares, pasando por los años del Régimen Comunista, atravesando guerras y asedios, hoy día la ciudad nos ofrece una de las colecciones de arte más importantes del globo en el Museo Hermitage.                          

El origen de este maravilloso lugar data del siglo XVIII, cuando la Emperatriz Isabel ordenó la construcción de lo que se dio en llamar el “Palacio de Invierno“, residencia oficial para los zares rusos hasta la caída de la monarquía. El Palacio es realmente una destacadísima obra de arquitectura de estilo barroco, con una superficie de 22.000 metros cuadrados que forma parte de un gran conjunto arquitectónico. Su exquisita y elegante fachada tiene una ornamentación suntuosa en la que se destacan blancas columnas y estatuas, sobre las paredes verde agua y las molduras doradas.

Cuando atravesamos la entrada de este asombroso palacio podemos ver que el interior desborda de lujo también. Hay esculturas, mármoles y finas columnas por doquier, en un sin fin de salones decorados alternando el estilo barroco ruso y el neoclásico, entre los que encontramos la famosa “Escalera de San Jorge” y el Salón del Trono.

Fue la emperatriz Catalina la Grande quien -en 1764- comenzó a adquirir gran cantidad de obras de arte, joyas y libros de gran valor, y esta labor fue continuada por sus sucesores en el trono hasta que -a mediados del siglo XIX- Nicolás I convirtió el Hermitage en un museo imperial, al que principalmente podían acceder las clases acomodadas. Luego de la Revolución Rusa, el museo pasó a ser Estatal y de entrada gratuita.

Actualmente el museo Hermitage se extiende desde el Palacio de Invierno a otros cuatro edificios conectados entre sí que en total suman nada menos que 23 km de galerías. Semejante extensión es ocupada por la impresionante cifra de 3.000.000 de piezas (una de las colecciones más grandes del mundo) de joyas, porcelanas, objetos de platería y orfebrería, artefactos arqueológicos, armas, colecciones de numismática, muebles, esculturas y cuadros de todas las épocas y de todo el mundo. Vale hacer una mención aparte respecto de la pintura, ya que el Hermitage conserva obras de los artistas más importantes de la historia: Da vinci, Rafael, Miguel Ángel, Ticiano, Rubens, Van Dyck, Rembrandt, Picasso, Matisse, Van Gogh, entre tantos otros.

Una visita inagotable e imperdible para experimentar el esplendor del imperio Ruso y al mismo tiempo admirar estos maravillosos tesoros de la cultura universal.

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                 Collar de 66 perlas, de Catalina La Grande

Catalina la grande (Romanoff

                      Catalina la grande (Romanoff)

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    Catalina La Grande. La Emperatriz de Rusia por excelencia

ADEREZO DE ESMERALDAS Y DIAMANTES DE CATALINA LA GRANDE DE RUSIA

   Aderezo de Esmeraldas y diamantes de Catalina la Grande de Rusia.Museo Hermitage

Arte Universal e Historia Rusa en el Museo Hermitage de San Petersburgo
Posted by ariel August 4, 2009

La fascinante ciudad de San Petersburgo, otrora capital del Imperio Ruso, ubicada en el extremo Oeste de Rusia, junto al Mar Báltico ha sido sin duda gran protagonista de la historia no sólo de su país sino del mundo. De la pompa de la época de los zares, pasando por los años del Régimen Comunista, atravesando guerras y asedios, hoy día la ciudad nos ofrece una de las colecciones de arte más importantes del globo en el Museo Hermitage.

Interior Museo Hermitage, San Petersburgo

              Interior Museo Hermitage, San Petersburgo.

El origen de este maravilloso lugar data del siglo XVIII, cuando la Emperatriz Isabel ordenó la construcción de lo que se dio en llamar el “Palacio de Invierno“, residencia oficial para los zares rusos hasta la caida de la monarquía. El Palacio es realmente una destacadísima obra de arquitectura de estilo barroco, con una superficie de 22.000 metros cuadrados que forma parte de un gran conjunto arquitectónico. Su exquisita y elegante fachada tiene una ornamentación suntuosa en la que se destacan blancas columnas y estatuas, sobre las paredes verde agua y las molduras doradas.

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           Jardines de palacio de Catalina,San Pestesburgo

Cuando atravesamos la entrada de este asombroso palacio podemos ver que el interior desborda de lujo también. Hay esculturas, mármoles y finas columnas por doquier, en un sin fin de salones decorados alternando el estilo barroco ruso y el neoclásico, entre los que encontramos la famosa “Escalera de San Jorge” y el Salón del Trono.

Una visita inagotable e imperdible para experimentar el esplendor del imperio Ruso y al mismo tiempo admirar estos maravillosos tesoros de la cultura universal.

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El conde Grigori Grogorievich Orlov deseaba reconquistar a Catalina II de Rusia y le regaló un enorme diamante de 200 quilates mismo que ella deseaba. Como era de esperarse la emperatriz lo aceptó y mandó a montarlo en el Cetro Imperial que se había elaborado en 1784. El diamante Orlov, como ella lo bautizó, quedó mirando hacia delante y sobre éste descansa una gran águila doble con las armas de Rusia.

Placas enjoyada y esmaltada de la orden de San Andrés

      Placa enjoyada y esmaltada de la Orden de San Andrés.

Collar y veneras esmaltados de la Orden de San Andres

Collar y veneras esmaltados de la orden de San Andrés.

Durante la II guerra mundial en uno de los palacios de Tsárskoye Selo, un grupo de soldados soviéticos encontraron una habitación decorada en un estilo erótico franca. Según los testigos, uno de los muros fue totalmente colgado con falos de madera de diferentes formas, una gama de sillas, escritorios y pantallas todas decoradas con imágenes pornográficas que complementa el aspecto entero. Los soldados no saquean nada ni destruir nada allí, por el contrario, hicieron una docena de fotografías documentales.

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La inusual estancia causó tal conmoción en los soldados que, lejos de causar cualquier daño en ella, decidieron tomar una docena de fotografías de su interior. Por desgracia, algunas de las imágenes se perdieron durante la contienda, aunque unas pocas han sobrevivido hasta nuestros días y han permitido que expertos del Museo del Hermitage hayan confirmado su existencia.

De hecho, la colección de arte erótico de la familia imperial Romanov era conocida desde comienzo del siglo XX y fue catalogada en los años 30, aunque nunca llegó a mostrarse al público, antes de que gran parte de ella desapareciera hacia 1950.

Se cuenta que requería los favores de sus amantes hasta seis veces por día e incluso contaba con una media de 21 hombres a su disposición de forma fija, siendo 80 el número total de jóvenes que podían pasar en un año por su alcoba. Siendo ya viuda salió de la corte para dar a luz a un hijo ilegítimo, Aleksei Bobrinskói, engendrado por Grigori Orlov. Y su último amante fue el príncipe Zúbov, el cuál tenía 40 años menos que ella.

En lo que respecta a la relación de Catalina la Grande con el sexo, la leyenda cuenta que falleció mientras era penetrada por un caballo. Sin embargo, la realidad es que sufrió un ataque de apoplejía fulminante. Un extraño final para una mujer con una vida apasionante.

 

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viernes, 13 de noviembre de 2009

* Juana I de Castilla ( Juana la loca)

Juana I la Loca

Reina de Castilla (Toledo, 1479 - Tordesillas, Valladolid, 1555). Era la tercera hija de los Reyes Católicos, que la casaron con el archiduque austriaco Felipe el Hermoso (1496). La muerte de sus hermanos mayores y de un sobrino la convirtieron en heredera de las Coronas de Castilla y Aragón desde 1500. El mismo año en que fue jurada como heredera por las Cortes de Castilla (1502)

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                Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla.

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                            Escudo de Juana I de Castilla.

Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca (Toledo, 6 de noviembre de 1479 – Tordesillas, 12 de abril de 1555), fue reina de Castilla de 1504 a 1555. Fue primero infanta de Castilla y Aragón, luego archiduquesa de Austria, duquesa de Borgoña y Brabante y condesa de Flandes. Finalmente, reina propietaria de Castilla y de León, de Galicia, de Granada, de Sevilla, de Murcia y Jaén, de Gibraltar, de las Islas Canarias y de las Indias Occidentales (1504 – 1555), de Navarra (1515 – 1555) y de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Nápoles y Sicilia (1516 – 1555), además de otros títulos como condesa de Barcelona y señora de Vizcaya, títulos heredados tras la muerte de sus padres, con lo cual unió definitivamente las coronas que conformaron España, a partir del 25 de enero de 1516, convirtiéndose así en la primera reina de España junto con su hijo Carlos I.

De la casa de Trastámara, la reina Juana fue la tercera hija de Fernando II el Católico y de Isabel I la Católica. El 6 de noviembre de 1479 nació en la antigua capital visigoda de Toledo y fue bautizada con el nombre del santo patrón de su familia, al igual que su hermano mayor, Juan En agosto de 1496, la futura archiduquesa partió desde la playa de Laredo, Cantabria, en una de las carracas genovesas al mando del capitán Juan Pérez. Pero la flota también incluía, para demostrar el esplendor de la Corona Castellana a las tierras del norte y su poderío al hostil rey francés, otros 19 buques, desde naos a carabelas, con una tripulación de 3.500 hombres. Juana fue despedida por su madre y hermanos, e inició su rumbo hacia la lejana y desconocida tierra flamenca, hogar de su futuro esposo. La travesía tuvo algunos contratiempos que, en primer lugar, la obligaron a tomar refugio en Portland, Inglaterra, el 31 de agosto. Cuando finalmente la flota pudo acercarse a Middelburg, Zelanda, una carraca genovesa que transportaba a 700 hombres, las vestimentas de Juana y muchos de sus efectos personales, chocó contra un banco de piedras y arena y se hundió.

Juana, por fin en las tierras del norte, no fue recibida por su prometido, que se encontraba en Alemania. Ello se debía a la oposición de los consejeros francófilos de Felipe a las alianzas de matrimonio pactadas por su padre el Emperador. Aún en 1496, los consejeros albergaban la posibilidad de convencer a Maximiliano de la inconveniencia de una alianza con Castilla y las virtudes de una alianza con Francia. El ambiente de la corte con el que se encontró Juana era radicalmente opuesto al que ella vivió en su Castilla natal. Por un lado, la sobria, religiosa y familiar corte castellana contrastaba con la festiva, desinhibida e individualista corte borgoñona-flamenca. En efecto, a la muerte de la emperatriz María de Borgoña, la casa de Felipe, de 4 años, había sido rápidamente dominada por los grandes nobles borgoñones, principalmente a través de consejeros adeptos y fieles a sus intereses. A diferencia de Castilla, las grandes decisiones eran tomadas de acuerdo con los fines de estos importantes nobles a través del influenciable Felipe.

Aunque los futuros esposos no se conocían, se enamoraron locamente al verse. No obstante, Felipe pronto perdió el interés en la relación, lo cual hizo nacer en Juana unos celos patológicos. Al poco tiempo llegaron los hijos, que agudizaron los celos de Juana. El 24 de noviembre de 1498, en la ciudad de Lovaina, cerca de Bruselas, nació su primogénita, Leonor, llamada así en honor a la abuela paterna de Felipe, Leonor de Portugal. Juana vigilaba a su esposo todo el tiempo, y pese al avanzado estado de gestación de su segundo embarazo, del que nacería Carlos (llamado así en honor al abuelo materno de Felipe, Carlos el Temerario), el 24 de febrero de 1500, asistió a una fiesta en el palacio de Gante. Aquel mismo día tuvo a su hijo, según se dice, en los lavabos del palacio. Al año siguiente, el 18 de julio de 1501, en Bruselas, nació la tercera hija del matrimonio, llamada Isabel en honor a Isabel la Católica, madre de Juana.

 

Juana y su esposo con gente de la corte. A la llegada del matrimonio de los Países Bajos, se manifestaron las malas relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro de modo que por la concordia de Villafáfila (junio de 1506), Fernando se retiró a Aragón y Felipe fue proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I.

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Juana la loca viajando con los restos de su amado Felipe el hermoso.

             Dª.Juana ”La Loca”, óleo por  Francisco Pradilla. 1877
               Cuadro expuesto en el Museo del Prado (Madrid)

El 25 de septiembre de ese año muere Felipe I el Hermoso supuestamente envenenado, y entonces aumentan los rumores sobre el estado de locura de Juana. En ese momento Juana decidió trasladar el cuerpo de su esposo, desde Burgos, el lugar donde había muerto y en el que ya había recibido sepultura, hasta Granada, tal como él mismo lo había dispuesto viéndose morir (excepto su corazón que deseaba que se mandase a Bruselas, como así se hizo), viajando siempre de noche. La reina Juana no se separará ni un momento del féretro, y este traslado se prolongará durante ocho fríos meses por tierras castellanas. Acompañan al féretro gran número de personas entre las que hay religiosos, nobles, damas de compañía, soldados y sirvientes diversos que, cual procesión sirve ésta para que las murmuraciones sobre la locura de la reina aumenten cada día entre los habitantes de los pueblos que atraviesan. Después de unos meses, los nobles «obligados» por su posición a seguir a la reina, se quejan de estar perdiendo el tiempo en esa «locura» en lugar de ocuparse como debieran de sus tierras. En la ciudad de Torquemada (Palencia), el 14 de enero de 1507, da a luz a su sexto hijo y póstumo de su marido, una niña bautizada con el nombre de Catalina.

Ante el evidente desequilibrio mental de la reina, Fernando vuelve a ser regente de Castilla ante el llamamiento del Cardenal Cisneros, dada la creciente inestabilidad propiciada por la nobleza.

La demencia de la reina seguía agravándose. No quería cambiarse de ropa, no quería lavarse y finalmente, su padre decidió a encerrarla en Tordesillas el mes de enero del año 1509, para evitar que se formase un partido nobiliario en torno de su hija,[5] encierro que mantendría su hijo Carlos I más adelante.

 

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La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija,la infanta doña Catalina.
          Museo del Prado, Madrid, España

En 1515 su padre, Fernando II de Aragón, cede a Castilla el Reino de Navarra, que había conquistado tres años antes.

En 1516 murió Fernando II el Católico, y por su testamento, Juana se convirtió en reina nominal en Aragón, pero varias instituciones de la Corona aragonesa no la reconocían como tal en virtud de la complejidad institucional de los fueros; entretanto su hijo Carlos se benefició de la coyuntura de la incapacidad de Juana para proclamarse rey, aprovechándose de la legitimidad que tenía su madre como heredera de los Reyes Católicos en Castilla y en Aragón, de forma que se añadió él mismo los títulos reales que le correspondían a su madre. Así oficialmente, ambos, Juana y Carlos, correinaron en Castilla y Aragón, de hecho, ella nunca fue declarada incapaz por las Cortes Castellanas ni se le retiró el título de Reina. Mientras vivió, en los documentos oficiales debía figurar en primer lugar el nombre de la reina Juana. A la muerte de Fernando el Católico, ejerció la regencia de Aragón el arzobispo de Zaragoza, don Alonso de Aragón, hijo natural de Fernando el Católico y en Castilla el Cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos desde Flandes.

El levantamiento comunero (1520) la reconoció como soberana en su lucha contra Carlos I. Sin embargo, la reina nunca tomó partido en esta guerra.

Después del incendio de Medina del Campo, el gobierno del cardenal Adriano de Utrech se tambaleó. Muchas ciudades y villas se sumaron a la causa comunera, y los vecinos de Tordesillas asaltaron el palacio de la reina obligando al marqués de Denia a aceptar que una comisión de los asaltantes hablara con doña Juana. Entonces se enteró la reina de la muerte de su padre y de los acontecimientos que se habían producido en Castilla desde ese momento. Días más tarde Juan de Padilla se entrevistó con ella, explicándole que la Junta de Ávila se proponía acabar con los abusos cometidos por los flamencos y proteger a la reina de Castilla, devolviéndole el poder que le había sido arrebatado, si es que ella lo deseaba. A lo cual doña Juana respondió: «Sí, sí, estad aquí a mi servicio y avisadme de todo y castigad a los malos». El entusiasmo comunero, después de esas palabras, fue enorme. Su causa había de ser legitimada por el apoyo de la reina.

A partir de ahí el objetivo de los comuneros sería, en primer lugar demostrar que doña Juana no estaba loca y que todo había sido un complot, iniciado en 1506, para apartarla del poder; y después, que la reina, además de con sus palabras, avalara con su firma los acuerdos que se fueran tomando. Para ello, la Junta de Ávila, se trasladó a Tordesillas, que se convertiría por algún tiempo, en centro de actuación de los comuneros. Después de estos cambios, todos, incluso el cardenal, afirmaban que doña Juana «parece otra» porque se interesaba por las cosas, salía, conversaba, cuidaba de su personal y, por si fuera poco, pronunciaba unas atinadas y elocuentes palabras ante los procuradores de la Junta. Palabras que, una vez refrendadas, se comenzaron a difundir. La cuestión en este caso sería averiguar si esas afirmaciones las realizó la reina en la forma en que se recogieron por los notarios presentes, puesto que las expresiones —como señala J. Pérez— se parecen demasiado a las afirmaciones que formulaban los comuneros. Pero la Junta necesitaba algo más que palabras de la reina, necesitaba documentos, necesitaba la firma real para validar sus actuaciones. Una firma que podía suponer el final del reinado de Carlos, como recuerda a éste el cardenal Adriano: «si firmase su alteza, que sin duda alguna todo el Reino se perderá». Pero en esto los comuneros, como antes los partidarios del rey, tropezaron con la férrea negativa de doña Juana, a la que ni ruegos, ni amenazas hicieron firmar papel alguno.

A finales de 1520, el ejército imperial entró en Tordesillas, restableciendo en su cargo al marqués de Denia. Juana volvió a ser una reina cautiva, como aseguraba su hija Catalina, cuando comunicaba al emperador que a su madre no la dejaban siquiera pasear por el corredor que daba al río: «y la encierran en su cámara que no tiene luz ninguna».

La vida de doña Juana se deterioró progresivamente, como testimoniaron los pocos que consiguieron visitarla. Sobre todo cuando su hija menor, que procuró protegerla frente al despótico trato del marqués de Denia, tuvo que abandonarla para contraer matrimonio con el rey de Portugal.

Desde ese momento los episodios depresivos se sucedieron cada vez con más intensidad. De su apatía apenas le sacaban las visitas de su hijo el emperador o de sus nietos.

En los últimos años, a la enfermedad mental se unía la física, teniendo grandes dificultades para caminar. Entonces volvió a hablarse de su indiferencia religiosa, llegándose incluso a comentar que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto Felipe pidió a un jesuita, el futuro san Francisco de Borja, que la visitara y averiguara qué había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el jesuita aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente. Algo después, tuvo que volver el santo a visitarla, pero en esta ocasión para confortarla en el momento de su muerte. Y lo hizo tan bien, que incluso se afirmó que la reina había recuperado la razón, por haber encontrado —dice san Francisco de Borja— «muy diferente sentido en las cosas de Dios del que hasta allí se había conocido en su Alteza». Falleció en Tordesillas (Valladolid) en 12 de abril de 1555, a los 75 años

Carlos se dio cuenta entonces del peligro y ya no hizo nada por sacarla de la reclusión. Rara vez la visitaban sus hijos y alternaba periodos de lucidez sombría y de arrebato, en los que tenían que asearla a viva fuerza. Dormía vestida, con la llave del ataúd al cuello, por si alguien quería sorprenderla. Pasaron hasta 46 años de encierro, pero en la Semana Santa de 1555 recobró la lucidez, como hizo su abuela también antes de morir.
Mandó que la enterraran con Felipe en Granada y dejó este mundo reconciliada con todo y con todos. En la memoria popular quedó el nombre de Juana la Loca y los románticos pintaron su desvarío junto al ataúd. Después de la Guerra Civil se rescató en el cine su Locura de Amor, con un éxito bárbaro. pero casi nadie recuerda ya que fue la primera reina de España. Una historia muy triste.

 

Esta es una historia muy bonita por el romanticismo y el amor tan grande que procesaba Juana por su esposo.

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* Casas reales

 

 

Hace más de trescientos años, España era uno de los países más poderosos del mundo. Los españoles gobernaban territorios que se encontraban en Europa, América, Asia y África. Por eso, se suele hablar de Monarquía Hispánica para referirnos a la España de aquella época. Los soberanos que reinaron en España entre 1516 y 1700 pertenecían a una familia, la Casa de Habsburgo, más conocida por los españoles como dinastía de los Austrias. La Casa de Habsburgo gobernó también en el Sacro Imperio (1438-1806) y en Austria (1279-1918).

Si sigues leyendo, conocerás algo más de los cinco reyes que pertenecieron a la dinastía española de los Austrias.

EL REINADO DE CARLOS I (1516-1556)

Felipe I el Hermoso y su mujer Juana I (que pasaría a la historia como Juana la Loca) se convirtieron en reyes de Castilla en 1504. Felipe era hijo del emperador Maximiliano I, y Juana era hija de los Reyes Católicos españoles. Su primer hijo nació en Gante (en la actual Bélgica) y recibió el nombre de Carlos. En 1516, Carlos llegó a España para tomar posesión de la herencia de sus abuelos, los Reyes Católicos, convirtiéndose así, para los españoles, en el rey Carlos I. De este modo, comenzaba la dinastía de los Austrias españoles. En 1519, falleció su abuelo Maximiliano I, y Carlos fue elegido también emperador, con el nombre de Carlos V.

La política de Carlos I (o Carlos V) estuvo dirigida, sobre todo, por una idea: conservar el Imperio cristiano. Para ello luchó contra el poderoso Imperio otomano (que era musulmán y estaba en la actual Turquía) y contra el protestantismo, siendo este enfrentamiento con los protestantes lo que acabó dividiendo Europa.

EL REINADO DE FELIPE II (1556-1598)

Felipe II era hijo de Carlos I. Fue el monarca más poderoso de su tiempo. Su política siguió los mismos principios que la de su padre, es decir, luchar contra los enemigos del catolicismo: los protestantes y los musulmanes. ¿Quieres conocer algunos momentos importantes de su reinado?

Batalla de San Quintín (1557). Las tropas de España y del Sacro Imperio derrotaron a las de Francia. Guerra de los Países Bajos (desde 1566). Las provincias del norte de los Países Bajos españoles, que eran protestantes, se levantaron contra Felipe II. Comenzó una guerra que duraría más de ochenta años. En 1579, esas provincias pasaron a llamarse Provincias Unidas. Rebelión de los moriscos (1568-1571). Los moriscos de las Alpujarras de Granada (descendientes de los musulmanes que habían vivido allí durante la edad media) se sublevaron. Tres años después, esta rebelión fracasó. Batalla de Lepanto (1571). Una flota de diversas naciones cristianas (la Liga Santa), liderada por España, derrotó a los barcos del Imperio otomano. Incorporación de Portugal (1581). Felipe II era nieto del rey portugués Manuel I el Afortunado. Por eso, reclamó el trono de este reino y lo incorporó a sus dominios. Desastre de la Armada Invencible (1588). En 1585, Inglaterra decidió ayudar a las Provincias Unidas en su guerra contra España. La reacción de Felipe II fue intentar invadir Inglaterra. Formó, para ello, una gran Armada, tan grande que parecía Invencible; pero sufrió una grave derrota.

EL REINADO DE FELIPE III (1598-1621)

Felipe III era hijo de Felipe II. El nuevo soberano delegó el gobierno de sus reinos en personajes de su confianza. Esos consejeros, conocidos como validos, alcanzaron gran poder y llegaron a ser como los primeros ministros de hoy en día. Felipe III tuvo dos validos: el duque de Lerma y el duque de Uceda.

Durante el reinado de Felipe III, España vivió un periodo de relativa tranquilidad exterior. Esa etapa de paz fue posible por dos hechos:

Paz con Inglaterra (1604). Tregua de los Doce Años (1609) con las Provincias Unidas. Pero, en 1618, aquel periodo de paz finalizó. Ese año comenzó la guerra de los Treinta Años, que duró hasta 1648 y afectó a gran parte de Europa. España luchó al lado de los Habsburgo austriacos (recuerda que, como dijimos al principio, eran familiares de los reyes españoles).

EL REINADO DE FELIPE IV (1621-1665)

Felipe IV era hijo de Felipe III. Durante gran parte de su reinado, el gobierno estuvo en manos del conde-duque de Olivares, que fue valido del rey desde 1621 hasta 1643.

El conde-duque de Olivares emprendió una serie de reformas para intentar que todos los reinos de la Corona española colaboraran en los esfuerzos económicos y militares del país. Sus intentos fracasaron por las numerosas crisis que vivió la Monarquía en este tiempo:

Guerra de los Treinta Años. Guerra de los Países Bajos (al finalizar la Tregua de los Doce Años en 1621, la guerra comenzó de nuevo). Guerra con Francia (desde 1635). Rebelión de Cataluña (desde 1640). Rebelión de Portugal (desde 1640). Rebeliones de Nápoles y Sicilia (1647).

Como resultado de todos esos problemas, la Monarquía Hispánica inició su fase de decadencia. Los ejércitos españoles (los Tercios, hasta entonces, invencibles) comenzaron a ser derrotados en los campos de batalla europeos. La Corona no podía soportar los gastos que suponían tantos frentes. Algunas de sus consecuencias fueron:

Tratado de Münster (1648). Puso fin a la guerra de los Países Bajos. España reconoció la independencia de las Provincias Unidas. Paz de los Pirineos (1659). Puso fin a la guerra con Francia. España perdió territorios. Independencia de Portugal. Aunque España no lo reconocería hasta 1668, la rebelión iniciada en 1640 supuso la independencia de Portugal.

EL REINADO DE CARLOS II (1665-1700)

Carlos II era hijo de Felipe IV. El proceso de decadencia española culminó durante su reinado. Como ya señalamos antes, España reconoció la independencia de Portugal en 1668. De este modo, España dejó de ser la principal potencia de Europa, y fue superada por Francia. Carlos II, que no tuvo hijos, dejó como heredero a Felipe de Anjou (Felipe V), nieto de Luis XIV de Francia y de María Teresa de Austria (hija de Felipe IV). La corona española pasó, así, a otra dinastía: la de los Borbones.

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miércoles, 11 de noviembre de 2009

* Palacio real de la Zarzuela

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Palacio de la Zarzuela.

EL PALACIO REAL Y EL PALACIO DE LA ZARZUELA
Oficialmente la residencia del rey de España es el Palacio Real de Madrid, pero pese a ello, el Palacio de la Zarzuela es la residencia del actual monarca español. De este modo, los actos oficiales y más importantes se llevan a cabo en el Palacio Real de Madrid. Los actos familiares de la Casa Real y las audiencias más informales se realizan en el Palacio de la Zarzuela.

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El Palacio de la Zarzuela es una de las residencias de la Familia Real Española (desde 1963). Actualmente es la residencia privada de los reyes Juan Carlos y Sofía. También viven allí los príncipes Felipe y Leticia , en un palacete ubicado dentro del lugar. Es un edificio construido en el siglo XVII, que posee tres plantas: En la primera está el semi-sótano, sótano, y desvanes. En la segunda, el despacho del rey, biblioteca, comedor, y sala de visitas. En la tercera planta están las habitaciones de invitados y privadas, y cuartos de estudio.

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A la construcción original del siglo XVII se le han agregado nuevos edificios. Actualmente, la residencia de la familia real está distribuida entre el edificio principal y dos plantas conjuntas hacia la derecha e izquierda. Los alrededores del palacio están rodeados por una rica fauna. Posee, además, una pequeña ermita, una zona deportiva y un helipuerto.

El rey Felipe IV envió a construir en el siglo XVII un pequeño palacio, ubicado en un sitio llamado La Zarzuela, cerca de Madrid. El nombre hace alusión a la abundancia de zarzas. Era un edificio rectangular con dos pasillos laterales y techo de pizarra. Luego Carlos IV le hizo modificaciones al edificio para acomodarlo al gusto del siglo XVIII, añadiéndole tapicería y porcelana, además de nuevo mobiliario que incluía una gran colección de relojes. La construcción sufrió daños graves durante la Guerra Civil

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lunes, 9 de noviembre de 2009

* Palacio de Buckingham

  From: David Pogson
Sent: 11 March 2005 09:43
To: Emma Goodey
Subject: FW: Youngsters meet Princess



-----Original Message-----
From: pictures@pixmedia.co.uk [mailto:pictures@pixmedia.co.uk] 
Sent: 10 March 2005 17:42
To: David Pogson
Subject: Youngsters meet Princess

Hi David -

Please see the attached pics from Boarshaw on Monday.  If you would be kind enough to credit Pixmedia for the images, I would be grateful.

Would you like to be included on the distribution list  for pics from future events?

Kind regards

Simon C Apps
Managing DIrector
Pixmedia Ltd

Caption:
Boarshaw youngsters Anthony Leach and Daniel Cooper chatting to The Princess Royal when she officially opened the new YIP.

Credit: Pixmedia

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Durante los años felices, Victoria tuvo fama de amar la música y el baile. Los más importantes músicos de su época acudieron a Buckingham Palace como Félix Mendelssohn Bartholdy y Johann Strauss II, autor de la polka "Alice" que fue interpretada por vez primera en palacio en 1849, en honor a la princesa Alicia de Gran-Bretaña. También fueron famosos los suntuosos bailes de máscaras y de disfraces organizados por Victoria en palacio, además del habitual boato de las ceremonias oficiales, de las investiduras y de las presentaciones.

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La Sala de Baile de Buckingham Palace, diseñada por Sir James Pennethorne para la Reina Victoria, según un cuadro de la década de 1850. / Abajo, fotografía actual de la Sala de Baile que se utiliza como Sala de Banquetes de Estado, para los 150 comensales invitados a la cena de gala ofrecida por la Reina al Jefe de Estado extranjero de visita oficial en Londres.

Buckingham-Palace_marble-hall.jpgrecibidor 

The Great Staircase o Gran Escalera cuyos peldaños parten del Marble Hall para llevar al visitante a la primera planta del Ala Oeste, donde se encuentran los Aposentos de Estado. De sus muros cuelgan los retratos en pie de los reyes Guillermo IV y Adelaida (a cada lado de la puerta), de los Duques de Kent -padres de la reina Victoria I-, de Jorge IV y Carolina, y de Victoria I y Alberto

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La Carroza de Oro de Jorge III, obra de Sir William Chambers y con paneles pintados por Giovanni Batista Cipriani (1762), principal atracción de las Royal Mews de  Buckingham Palace, y que forma parte de la flota de medios de transporte de la Casa Real.

En cuanto a las Royal Mews (Reales Cuadras), contiguas al palacio, éstas fueron erigidas siguiendo los planos y diseños de John Nash. En ellas se conservan el famoso carruaje dorado de estilo rococó creado por Sir William Chambers en 1760 para Jorge III, y cuyos paneles fueron pintados por G.B. Cipriani. Fue utilizado la primera vez en 1762, durante la inauguración oficial del Parlamento por el rey Jorge III. Desde entonces, sólo es utilizado por los monarcas para sus coronaciones o durante sus jubileos.

 

 

 

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martes, 27 de octubre de 2009

* Reina de España Isabel II de Borbón

              Retrato de la Reina Isabel II de Borbón y su hija la infanta Isabel “la Chata”.

Isabel II de Borbón, nació en Madrid, 10 de octubre de 1830, fue Reina de España entre 1833 y 1868, tras la derogación de la Ley Sálica por medio de la Pragmática Sanción, lo que provocó la insurgencia del infante Carlos, apoyado por los grupos absolutistas (los carlistas) que ya habían intentado proclamarle rey en la agonía de Fernando VII.

Hija de Fernando VII y de su cuarta esposa, su sobrina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Isabel asumió el trono de España el 29 de septiembre de 1833 después de la muerte de su padre, cuando ella tenía menos de tres años de edad. Su nacimiento y posterior ascensión al trono provocó el inicio de un largo conflicto, pues su tío, Carlos María Isidro de Borbón, hasta entonces primero en la sucesión a la corona, no aceptó el que Isabel fuese nombrada primero Princesa de Asturias y luego Reina.

El mobiliario procede  de los aposentos de Isabel II en el Palacio Real de Madrid.Fue regalo de la ciudad de Barcelona,con motivo de su boda en 1846 El mobiliario procede de los aposentos de Isabel II en el palacio real de Madrid. Fue un regalo de la ciudad de Barcelona, con motivo de su boda en 1846.

Durante los primeros años de su reinado, mientras Isabel era una niña, la regencia fue asumida por su madre hasta 1840. En ese periodo tuvo lugar la Primera Guerra Carlista (1833 – 1840). Desde 1840 y hasta 1843 fue Regente el general Espartero, que finalmente fue obligado a abandonar el cargo.

Con trece años, Isabel fue declarada mayor de edad. Cuando la Reina tenía 16 años, el Gobierno arregló un matrimonio con su primo el infante don Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz.

La boda de la Reina fue una cuestión nacional e internacional, ya que los diferentes países europeos maniobraron para que la nacionalidad del nuevo Rey no perjudicase sus alianzas e intereses. Finalmente se optó por Francisco de Asís, ya que les pareció un hombre apocado y de poco carácter, que no iba a interferir en política.

 

 

ISABEL II de España2

 

Tal y como relató a León y Castillo (embajador de España en París) durante su exilio parisino, Isabel II odiaba a su primo y marido Francisco, quien según diversos autores era bisexual u homosexual. La misma Reina comentó lo que pensó sobre Francisco de Asís en la noche de bodas: «¿Qué pensarías tú de un hombre que la noche de bodas tenía sobre su cuerpo más puntillas que yo?».

La relación de sus hijos, vivos o malogrados, y de sus probables padres la estableció así el historiador Ricardo de la Cierva:

  • Varón fallecido en el parto, hijo del marqués de Bedmar.
  • Varón fallecido a los cinco minutos de nacer, hijo, probablemente, del rey consorte don Francisco de Asís de Borbón.
  • Infanta Isabel, conocida popularmente como la Chata, se la cree hija del comandante José Ruiz de Arana. Se casó con Cayetano de Borbón-Dos Sicilias
  • Infanta María Cristina, muerta a las pocas horas, de padre desconocido.
  • Un aborto avanzado, de padre no determinado.
  • Un nuevo aborto, de padre no determinado.
  • Alfonso, príncipe de Asturias y más tarde rey de España con el nombre de Alfonso XII, probablemente hijo del teniente de ingenieros Enrique Puig Moltó.
  • Infanta María de la Concepción, muerta a los veintiún meses, hija del rey consorte.
  • Infanta María del Pilar, fallecida a los 37 años, hija del político y escritor Miguel Tenorio de Castilla.  Casada con Antonio de Bascarán y Reina, hijo del General José Bascarán y Federic.
  • Infanta María de la Paz, hija también de Miguel Tenorio de Castilla. Casada con Luis Fernando de Baviera.
  • Infanta Eulalia, hija asimismo de Miguel Tenorio de Castilla. Casada con su primo hermano Antonio de Orleans y Borbón.
  • Infante Francisco de Asís Leopoldo, fallecido a los veintiún días.

 

Reina Isabel de niña

                                Reina Isabel de niña.

Joseph Guijarro de Sutton Dudley y de Borbón, IX Conde de Clonard, asegura que el padre de Alfonso XII y de la mayoría de sus hermanos es realmente Raymundo II Sutton-Dudley de Clonard.

No se ha establecido que tuviese más descendencia durante su exilio.

La «Reina de los tristes destinos», como también ha sido llamada, se exilió en Francia en 1868, tras el triunfo de la revolución conocida como «La Gloriosa», y allí abdicó en favor de su hijo Alfonso XII el 25 de junio de 1870. Con el apoyo de varios grupos en el gobierno, Amadeo de Saboya, miembro de la familia real italiana, fue elegido su sucesor como el rey Amadeo I de España. Era hijo de Víctor Manuel II Rey de Piamonte-Cerdeña, de la Casa de Saboya, y de María Adelaida de Austria (bisnieta de Carlos II de España).

Isabel II vivió el resto de su vida en Francia, allí fue testigo de la Primera República, del reinado y muerte de su hijo Alfonso XII en 1885, y del inicio del reinado de su nieto Alfonso XIII tras la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena. Fue enterrada en el Monasterio de El Escorial frente a su esposo, muerto en 1902, dos años antes que Isabel.

 

L princesa Isabel de york, a los 8 años, en una imagen cedida por la colección real de Windsor.

Isabel II reinó durante un período de transición en España en el que la monarquía cedió más poder político al parlamento, pero puso continuas trabas a la participación de los ciudadanos. En el terreno de la lucha por las libertades democráticas su reinado es la historia de un fracaso; es también la del falseamiento de las instituciones y la de la corrupción electoral. Ningún partido que hubiera organizado unas elecciones las perdió en ese periodo. Si hubo cambios fue por la interferencia de una casta militar que cambiaba gobiernos a base de pronunciamientos o golpes de estado de uno u otro signo.

Fácilmente manipulada por sus ministros y por la «camarilla» religiosa de la corte (el padre Claret, sor Patrocinio), la reina interfería con frecuencia en la política de la nación (en una ocasión llegó a postularse como presidenta del gobierno), lo que la hizo impopular entre los políticos y acabó por causar su final al dar paso a la Revolución de 1868. A ello contribuyeron sobre todo episodios como el de la noche de San Daniel (10 de abril de 1865): en momentos de enorme crisis económica, la reina, cuya generosidad personal está fuera de toda polémica, dispone que se enajenen bienes del real patrimonio para socorro de la nación; el líder republicano Castelar, en el artículo periodístico titulado El rasgo, declaraba que en realidad Isabel II, agobiada por las deudas, se reservaba un 25% del producto de la venta de unos bienes que, en su mayor parte, no eran suyos, sino de la nación; el gobierno ordenó la destitución y expulsión de Castelar como profesor universitario, lo que provocó asimismo la dimisión del rector de la Universidad Central; las manifestaciones estudiantiles en apoyo de los dimitidos culminaron el 10 de abril con la guardia civil veterana en la calle: 11 muertos y 193 heridos (incluyendo ancianos, mujeres y niños transeúntes).

En su época se modernizó notablemente España con el tendido de muchas líneas de ferrocarril, siendo la primera la que conectaba Mataró- Barcelona. Sin embargo, la creación de la red ferroviaria sirvió a muchos personajes de la clase dominante para enriquecerse: la madre de la reina, María Cristina, o el banquero Salamanca, por ejemplo, que no sólo obtuvo con la aquiescencia de la Corona y el Parlamento toda una serie de concesiones (129 millones de subvención en 1853–1854), sino que, al propio tiempo, vendió al gobierno la línea Madrid-Aranjuez por más de 60 millones y la volvió a recibir de éste en arrendamiento, sin licitación previa, por un millón y medio al año, que nunca llegó a pagar. La fiebre especuladora tenía poco que ver con la realidad del país. El balance de lo realizado hasta 1856 se reducía a la línea Barcelona-Mataró (1848), la de Madrid-Aranjuez (un negocio privado de Salamanca), la de Sama-Langreo (un negocio privado del marido de María Cristina) y la de Valencia-Játiva. Además, no se adoptó el ancho de vía europeo y se abandonó la adecuación de una red de caminos que facilitase el acceso a las estaciones, lo que, sumado a las elevadas tarifas del transporte ferroviario, condujo muy pronto a las pérdidas en el negocio. Se llevaron a cabo también importantes obras hidráulicas como el Canal de Isabel II, impulsado por los ministros Juan Bravo Murillo y Manuel Alonso MartínezIsabel II de España1 .

Isabel II reabrió las Universidades cerradas por su padre, pero el panorama educativo de su reinado es desolador: en 1855 había en España 6.000 pueblos sin escuela, en 1858 existían sólo 53 institutos de segunda enseñanza, con unos diez mil estudiantes (cinco veces menos que en Francia, con el doble de población), y había sólo 6.104 alumnos en las diez universidades españolas (Oviedo y Salamanca tenían cien en sus cuatro facultades). Más de la mitad (3.472) estudiaba Derecho. Los equipamientos culturales eran muy pobres: en 1859 había en España 56 bibliotecas públicas, el único punto de acceso al libro de la mayoría de sus habitantes. La de Bilbao disponía sólo de 854 volúmenes impresos; la de Santander, de 610; la de Segovia, de 194; la de Huelva, de 60. Las únicas mejoras que se intentaron en la enseñanza, como las del grupo de docentes formado en torno a Sanz del Río, inspiradas en el krausismo, no fueron toleradas: la reacción neocatólica que supuso el Syllabus de Pío IX llevó al ministro Orovio (1867) a poner trabas a la libertad de cátedra y a exigir manifestaciones de adhesión a la reina que acabaron con la expulsión de la universidad de esos profesores.

La coronacion de Isabel II

                           La coronación de Isabel II.

 

Isabel II en el exilio

La industrialización se llevó a cabo en un país desarticulado, donde el desarrollo se daba sobre todo en la periferia (Cataluña, Málaga, Sevilla, Valladolid, Béjar, Alcoy) por obra de grupos de empresarios sin capacidad para influir en la actuación de unos dirigentes que no sólo no los apoyaban, sino que los veían con desconfianza. También se llevó a cabo un ambicioso proyecto de modernización de la Armada que la convirtió en la cuarta más poderosa de la época.

La política exterior del reinado de Isabel II fue especialmente agitada durante el «gobierno largo» de la Unión Liberal (1858–1863), con la anexión de territorios marroquíes en la Guerra de África, tales como Ifni y Tetuán, el reconocimiento de la posesión de la Guinea Española, la expedición y conquista de Saigón (aunque no reconocida posteriormente por los franceses, que también participaron), la breve readquisición de Santo Domingo (que volvió a separarse de España por la ineficacia de la administración) y el mantenimiento de Cuba, Filipinas, las Carolinas y las Marianas, además de hacer expediciones a México, Perú o Chile. Con la «Guerra de África», como se llamó a la respuesta armada a los ataques sufridos por las ciudades españolas de Ceuta y Melilla por parte de Marruecos, O'Donnell tranquilizó a unos jefes militares inquietos con una abundante cosecha de recompensas (ascensos, condecoraciones, títulos nobiliarios, etc.).

El ejército español estaba mal equipado y peor preparado (escasa instrucción, material defectuoso), y fue abastecido con alimentos en mal estado; de los cerca de 8.000 muertos españoles en la guerra, unos 5.000 fueron víctimas del cólera y otras enfermedades; por último, quienes dirigían las operaciones desconocían el terreno y acumularon los errores, como el de escoger la estación de lluvias y vientos como comienzo del ataque, pese a lo cual la victoria fue para las armas españolas. En la Guerra de Cochinchina, España participó en una aventura colonial ajena, aportando la carne de cañón (soldados filipinos) para que los franceses iniciaran su penetración en Indochina; en el tratado de paz, Francia obtuvo en pleno dominio y soberanía tres provincias (entre ellas Saigón), y los españoles, que aspiraban a la concesión de un puerto para el envío a Cuba de culís chinos en régimen de semiesclavitud, sólo recibieron algunos derechos comerciales menores.

Francisco de Asis

Federico de Madrazo y Kuntz
Francisco de Asís, 1849
Óleo sobre lienzo, 144 xl07 cm.
Madrid, Colección Congreso de los Diputados
Retrato de más de medio cuerpo de Francisco de Asís de Borbón y Borbón, nacido en Aranjuez el 13 de mayo de 1822, hijo del infante Francisco de Paula, hermano de Fernando VII, y de la infanta Luisa Carlota de Borbón Dos Sicilias, a su vez hermana de la reina María Cristina. Se casó con Isabel II el 10 de octubre de 1846, otorgándosele ese mismo año el título de rey consorte. En este retrato de Federico de Madrazo (1815-1894) viste uniforme de gala que adorna con la banda de María Luisa y el Toisón de Oro, sosteniendo con la mano derecha el sombrero y con la izquierda la empuñadura de la espada. Prototipo de retrato oficial, formaba pareja con otro de iguales dimensiones de Isabel II.

 

La popularidad de Isabel II quedaba potenciada por su innata generosidad. Jamás se vio persona tan desprendida. «Fue limosnera como pocos, hasta el punto de que con sus donativos, individuales y colectivos, estuvo a punto de arruinarse varias veces. Sus ayudas a los necesitados están en muchas ocasiones marcadas por esa espontaneidad de arranques inesperados, tan suyos». Por ejemplo, cuando en uno de sus paseos, en que ella misma, sin acompañamiento, guiaba su coche, se encontró con una mendiga que le pedía una ayuda; Isabel no llevaba dinero encima. Se quitó los zapatos, y se los regaló a la mujer. Pérez de Guzmán comentó de Isabel II que «el mayor de sus dones fue la liberalidad. No conocía el valor el dinero, y para cuantos se le acercaban parecía que tenía puesto en la mano un tesoro inagotable»

 

En este sentido, puede que no sea exagerado afirmar que Isabel II fue la reina más popular o por lo menos más populachera de la historia de España. Por doquiera le acompañaron las aclamaciones o los piropos de su pueblo, a los que siempre supo corresponder con peculiar gracejo. Pero tampoco podemos olvidar que la reina castiza, con sus desplantes, sus vulgaridades y sus devaneos, supo también estar en su sitio con aquella «majestad imponente» que le atribuye Angelón (que llegó a conocerla y tratarla por los años cincuenta), cuando hacía falta. El cuadro de C. Porion, que presenta a la reina pasando a caballo revista a las tropas, refleja como ninguno esa «majestad imponente», capaz de poner pálido a todo un regimiento. Cambronera nos la retrata como

de porte verdaderamente regio; tenía una actitud muy agradable; había que ver a Isabel con su cabeza erguida, saludando a todos con amable y franca sonrisa . No se la podía mirar sin sentir la poderosa sugestión de sus ojos, con la naturalidad y el desenfado elegante que tan simpática la hacían, preguntando a unos, contestando a otros, volviéndose para hablar a los que tenía a sus espaldas, y llamando a cada cual por su nombre, sin vacilaciones ni dudas.

Isabel, «alumna de la libertad», como la apellidó su primer tutor, Agustín de Arguelles, no fue, con todo, una buena reina liberal: en parte por la pésima formación que recibió, sobre todo a partir de la regencia de Espartero, en parte también por su escaso interés en superar su incultura política: como que ya en su destierro confesó a Galdós que «no entendía de Constituciones y esas cosas». No fue liberal, entre otros motivos porque no sabía muy bien qué era el liberalismo; pero respetó las instituciones de su tiempo, impuso su criterio a los políticos mucho menos de lo que se ha venido creyendo; casi nunca dejó de obrar políticamente por consejos recibidos (aunque no supo discernir su habilidad: «unos me aconsejaban una cosa, otros otra», explicó al propio Galdós). La única vez que nombró un ministerio por propia decisión —facultad que le concedía la Constitución— el gabinete duró diecisiete horas. No puede decirse que Isabel II fuese estrictamente «una reina de profundas ideas liberales»; tampoco que fuese antiliberal: sí que profesó un amor entrañable a su pueblo, y que se sentía, quizás más que ninguna otra cosa, «madre de los españoles», a los que llamaba con frecuencia «mis hijos»; y como tal fue correspondida cordialmente por ellos, y muy en especial —tampoco es una casualidad— por aquellos que tampoco entendían mucho de política. Fue «liberal» en el otro sentido de la palabra, el de esa «liberalidad» que le acaba de atribuir Pérez de Guzmán, abierta, generosa, espontánea y sin trabas. Sí está mucho más claro que fue una reina romántica. Lloró, que sepamos, más que ninguna otra de nuestra historia. No sólo en casos explicables, como cuando se le impuso el matrimonio con su primo don Francisco de Asís, a quien aborrecía, o cuando el gobierno progresista le obligó a firmar, contra su conciencia, la ley de desamortización de los bienes eclesiásticos, a la que se resistió en escenas desgarradoras en una sesión que duró un día y una noche (4-5 de febrero de 1855); sino cuando conoció la conquista de Tetuán por las tropas españolas; cuando la locomotora de observación, durante uno de sus viajes, atropello a varias personas en la estación de Daimiel; cuando Prim, propuesto por ella para formar gobierno, con el fin de evitar la secesión de los progresistas, rechazó de plano el ofrecimiento; o cuando, ya desterrada, cayó a los pies de Pío IX. Isabel llora con frecuencia; romántica y sensiblera en todos sentidos, ríe también con mucha frecuencia. Como todos los románticos, fue una excelente pianista, aunque consta que sus maestros —entre ellos Arrieta— reprendieron su tendencia a pisar el pedal de forte con más ímpetu del que exigía el matiz de la frase. En lo referente a la música, fue también, y sobre todo, una magnífica soprano: al punto de que cabe conjeturar de que hubiera tenido más condiciones de soprano dramática que de reina. Gustaba de las arias de coloratura, en que podía expresar toda su sensibilidad. Durante un viaje a Asturias, cenó en casa de unos amigos, en que había un piano. Se organizó una velada improvisada, en la que Isabel cantó, una tras otra, sus más sentidas arias, hasta altas horas de la noche. Un gran gentío se arremolinó en la calle para escuchar aquella voz espléndida y expresiva. Al final aplaudió con calor. Nadie supo hasta el día siguiente que la extraordinaria cantante era la reina.
     No hace falta decir que fue una mujer enamoradiza. Se prendaba de hombres altos y fuertes, casi siempre militares: quién sabe —apuntémoslo prudentemente— justo por reunir los caracteres de que escaseaba su marido. Sus casquivanerías sobrepasaron las reglas de la mesura, y apenas parece preciso recordarlo en este punto: aunque resulte necesario también recordar otras dos cosas: que fue obligada a casarse con un hombre afeminado que, temperamentalmente, era todo lo contrario a ella, y a quien le resultaba muy difícil soportar; y que muchos de aquellos amores fueron platónicos o exagerados por las hablillas. También es cierto que hubo hombres enamorados locamente de Isabel, con los que la reina no coqueteó jamás.
     Isabel II, en suma, dio color a una época, una época con muchos defectos, como la propia reina también los tuvo, pero con encanto, con sabor castizo y con alegría de vivir. Hoy tiende a revalorizarse, o por lo menos a comprenderse históricamente esa época, y esa comprensión tiende a alcanzar, aunque atenuadamente, porque las versiones consagradas son difícilmente desarraigables, a la propia Isabel II, que supo entrañarse con su pueblo y fue especialmente amada por él. Es cierto que fue destronada. Pero aún están por estudiar a fondo los mecanismos de ese destronamiento. Hubo errores, por supuesto, lo mismo por parte de los políticos que por parte de la propia Isabel, y esos errores no pueden silenciarse. Pero también es cierto que la reina intentó una y otra vez congraciarse con los progresistas, y fueron éstos quienes no la perdonaron. Todavía en abril de 1866, trató de negociar con sus adversarios a espaldas del gobierno, para tratar de evitar lo que ya entonces parecía inevitable. Sus emisarios conferenciaron con Ruiz Zorrilla y Cantero, y se llegó a un principio de acuerdo. O'Donnell se enteró de las negociaciones y las hizo fracasar. Y es que ya por entonces «O'Donnell aparentaba estar hipnotizado por el espectro de la revolución, y era incapaz de hacer nada más que aguardar a que se materializase».
     Con todo, la revolución pudo haber fracasado, como fracasaron desde 1866 todas las anteriores intentonas. La batalla de Alcolea estaba ganada por el marqués de Novaliches, cuando el general fue herido en la boca. Su lugarteniente, Paredes, menos entusiasta de la causa, o menos decidido a jugarse el todo por el todo, «ordenó la retirada justo cuando mejor le cantaban las cosas». Conocida la derrota militar, y después de dramáticas vacilaciones, Isabel II decidió abandonar España. «Creía tener más raíces en este país», cuentan que dijo al salir para el exilio. Puede que las tuviera, y que aún entonces las siguiera teniendo. Cuando su viaje de Madrid a Lequeitio, pueblos enteros salían a la carretera para aclamar a su reina, lo mismo que en cualquiera de sus anteriores viajes. Incluso en el momento de subir al tren que se la llevaba, centenares de personas lloraban. Pero los tiempos eran otros. Isabel II, destronada a los 38 años, viviría otros 36 —¡la mitad de su vida!— en el destierro, casi en el anonimato, con resignada actitud, sin el menor afán de protagonismo. Y es que su época había pasado. Con o sin Isabel II, había caducado la era isabelina. Otros hombres, otras ideas, otras costumbres, otra forma de entender la vida —decididamente ya no romántica— asomaba por entonces al panorama de la historia.

Fuente estampada con motivo de la bodas reales

 

Fuente estampada con motivo de las bodas reales, ca. 1846
Loza estampada en sepia, 30,5 x 40 cm.
Madrid, Museo Romántico   Fuente de perfil octogonal, con decoración vegetal en el ala y escena central estampada en rojo sepia. En ella se representan las bodas de la reina Isabel II y Francisco de Asís, y la de la hermana de ésta, Luisa Fernanda, con el duque de Montpensier, celebradas en la Basílica de Atocha en 1846.
Fue llevada a cabo en la manufactura inglesa de Wedgwood, seguramente en torno a 1850. La técnica de la cerámica inglesa estampada se popularizó rápidamente por toda Europa, debido a su bajo coste y a sus novedades en la textura de los materiales y en el diseño. Ya no era necesario llevar a cabo la ilustración y decoración mediante la pintura a mano, sino que ésta se llevaba a cabo mediante la estampación de un grabado (en este caso una estampa dibujada por T. Guerín y grabada a buril por Alphonse Charles Masson), lo que facilitaba enormemente su elaboración.

Abanico conmemorativo de la boda real

Abanico conmemorativo de la boda real, 1846
Hueso tallado y pintado, cromolitografía pintada,-26,5 cm
Madrid, Museo de la Fundación Lázaro Galdiano.   Abanico de fabricación española realizado para conmemorar el enlace de la reina Isabel II con su primo don Francisco de Asís. Responde a una estética plenamente romántica, encuadrándose dentro del tipo denominado «abanicos isabelinos».
El varillaje está realizado en hueso tallado, calado, pintado en oro y plata, presentando sus padrones o guías sendos espejos. El país, de papel, es una litografía pintada que presenta en la parte central de su anverso a la pareja real flanqueada por Hércules y Minerva como símbolos de la Fuerza y el Valor de la monarquía española, acompañados por los escudos de las distintas provincias de España junto a dos angelotes que portan el cuerno de la abundancia y ramas de laurel. En el reverso, las iniciales de Isabel y Francisco, motivo central de una bella guirnalda de flores sostenida por putti.
El país era de mayor tamaño y fue recortado para una mejor adaptación al varillaje, aspecto frecuente en abanicos conmemorativos, pues se elaboraban en gran número y se iban adaptando a diversos tipos de varillaje.

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José Roldan
Su Majestad la reina Isabel II en el acto de besar la mano al pobre más antiguo del hospital de la Caridad de Sevilla, ca. 1864
Óleo sobre lienzo, 63 x 83 cm
Sevilla, Hermandad de la Santa Caridad   La reina Isabel II aparece en el interior del histórico hospital de la Caridad de Sevilla, en el momento de inclinarse para besar la mano de un enfermo al cual ayudan a incorporarse y a ofrecerle su mano. Entre los personajes que acompañan a la reina destacan los duques de Montpensier, el padre Antonio María Claret, su confesor, y el entonces arzobispo de Sevilla don Luis de la Lastra y Cuesta.
Roldan (1808-1871) aprovecha este retrato colectivo para recrearse en la descripción de los atuendos, encajes y uniformes. Fue presentado en la Exposición Nacional de 1864.

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Retrato de Isabel II y Francisco de Asís

                      Retrato de Isabel II y Francisco de Asis.

 

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martes, 20 de octubre de 2009

* Reina de Dinamarca

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Su Majestad, Margarita II, Reina de Dinamarca (Margrethe II). Desde 14 enero de 1972 es la Jefa de Estado Constitucional del Reino de Dinamarca.

Su nombre es Margrethe Alexandrine Þorhildur Ingrid Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, en aquellos momentos el soberano danés también lo era de Islandia por lo que se le puso un nombre islandés (Þorhildur).

Nació el 16 de abril de 1940 en el Palacio Amalienborg de Copenhague. Hija del Rey Federico IX de Dinamarca y de la Reina Ingrid de Suecia.

El 27 de marzo de 1953 se cambió el acta de Sucesión mediante referéndum suprimiéndose la Ley Sálica permitiéndosele así poder llegar a ocupar el trono.

El 10 junio de 1967 se casó con el aristócrata y diplomático francés Henri de Laborde, Conde de Montpezat, el cual recibió el título de Su Alteza Real el Príncipe Henrik de Dinamarca. La boda tuvo lugar en la Holmens Kirke de Copenhague, fruto de este matrimonio son: Federico de Dinamarca, Príncipe heredero y el Príncipe Joaquín de Dinamarca.

El 14 de enero de 1972 y tras fallecer su padre el Rey Federico IX de Dinamarca, ella ascendió al trono convirtiéndose en la primera soberana danesa por derecho propio desde la edad media. Dinamarca es una monarquía parlamentaria con lo cual la soberana tiene un papel meramente representativo y ceremonial.

Margarita II tiene la reputación de ser una de las más modernas y progresistas soberanas europeas.

La soberana es también una buena pintora y sus ilustraciones han servido para ilustrar "El Señor de los Anillos", también ha traducido diferentes obras al danés.

En el 2008, durante una visita oficial a México, recibe de manos del presidente Felipe Calderón, la Orden del Aguila Azteca, en grado de collar, junto con su esposo, el Príncipe Henri Marie Jean André de Monpezat.

En la actualidad, Margarita II es una de las monarcas más respetadas de Europa, ya que su gran personalidad ha contribuido al pleno desarrollo de la Democracia Parlamentaria en Dinamarca.

Boda de la Reina Margarita de Dinamarca y  Henri de Monpezat

Boda de la Reina Margarita de Dinamarca y Henri de Monpezat.

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2008-02-14_IMG_2008-02-14_1203019115254_reinamargaritaLos reyes de Dinamarca con sus nietos. 

Los Reyes de Dinamarca con sus nietos.

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La Reina Margarita, mendiga en una película.

Para gran horror de los amantes de los animales, el príncipe Henrik de Dinamarca, marido de la reina Margarita, ha reconocido que le gusta comer carne de perro. En una entrevista con la revista.

La reina Margarita II de Dinamarca, empedernida fumadora de cigarrillos, ha decidido abandonar...Nunca más verán a la reina fumar en público", declaró...Copenhague, causó sorpresa que Margarita II, presente en el acto...

La portada del tabloide danés Ekstra Bladet no podía haber sido más clara. Sobre una foto de la reina Margarita de Dinamarca, tomada de la televisión durante la lectura de su tradicional discurso de fin de año, pusieron en letras bien grandes la palabra hykler (hipócrita).
Una portada que seguramente fue la causa de que muchos daneses se atragantaran con el café del desayuno del día de año nuevo. Y es que llamar a alguien hipócrita, sea de la forma que sea, no deja de ser un insulto.
El Ekstra Bladet, uno de los mayores diarios del país que además presume de "publicar lo que los demás no se atreven", acusa en su portada a la reina Margarita de Dinamarca de predicar a favor del medio ambiente cuando "ella es una de las que más ensucia". En su artículo, publicado ampliamente en las páginas centrales y titulado "Du er en hykler, Margrethe" (Eres una hipócrita, Margarita), el diario afirma que la regente "con su extravagante consumo a cuenta del Estado, emite más toneladas de CO2 que varios cientos de pueblos africanos juntos".
También, y entre otras lindezas, el diario acusa a Margarita y a su marido, el príncipe consorte Henrik de Monpezat, de utilizar "los aviones y helicópteros de las fuerzas armadas como si fueran taxis". A modo de ejemplo, el diario asegura "haber documentado" el uso innecesario de un helicóptero para ir desde la ciudad de Århus, en la península de Jutlandia, hasta el castillo de Fredensborg, a 35 Km. al norte de Copenhague, cuando la pareja real acudió en julio del año pasado al bautizo de su nieta la princesa Isabella, la hija de los príncipes herederos Federico y Mary.
El rotativo arremete sin remilgos contra la soberana y su excesiva contribución de CO2 a la atmósfera, provocada por sus viajes en avión, y dice además que "su viaje a España costó a los contribuyentes 223.395 coronas (30.000 Euros) y otro a Groenlandia 250.542 coronas (36.700 Euros)". Y por si fuera poco, critica también que "llevara a París a sus sirvientes en avión privado para ver una exposición de sus propios muebles".
Pero en este reino nórdico, donde la opinión es libre y la libertad de Prensa es sagrada, no secuestran las publicaciones ni la fiscalía actúa de oficio, como ocurrió en España en el caso de la revista El Jueves, así que las reacciones de los daneses son de lo más variado. Mientras las organizaciones ecologistas y la mayoría de los ciudadanos aplauden las palabras de Margarita a favor del medio ambiente y piden más implicación, sobre todo de los ministros, en la lucha contra el cambio climático, las críticas defienden a la soberana y van en contra de las acusaciones del periódico.

 

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https://youtu.be/vLN1rLKh85o
 
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