lunes, 19 de abril de 2010

Infanta de España María Eulalia de Borbón.


              INFANTA DE ESPAÑA & DUQUESA DE GALLIER.
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                                LA INFANTA INCÓMODA.  



De sobras es sabido que en toda familia siempre hay uno de sus miembros que es considerado por los demás como una oveja negra. Pues bien, las familias reales no son una excepción a esa regla que parece universal. A través de los muchos siglos de historia de las casas reales y nobiliarias, han surgido gran cantidad de figuras controvertidas, que consiguieron hacerse notar o destacar entre los suyos por distintos motivos, aunque básicamente solía ser para ir a contracorriente.
Los Borbones españoles tuvieron ya su primera oveja negra con la nuera del rey Felipe V e Isabel de Parma, la flamante y jovencísima consorte del heredero Luis, Príncipe de Asturias, Luisa-Isabel de Orléans y Borbón. Desde luego, fue la primera oveja negra de importación, pero sus hazañas y excentricidades aún resuenan en las páginas de las memorias y libros de historia. La segunda fue el hijo pequeño de Felipe V e Isabel, el Infante Luis Antonio Jaime, cardenal-primado de España, arzobispo de Toledo y de Sevilla, que trocó sus hábitos cardenalicios y mandó al diablo sus derechos al trono porque lo que realmente le importaba, era fornicar y cazar a placer. Se hizo con el título de conde de Chinchón y una joven esposa aragonesa de segunda fila que le dio cama, prole y no pocos dolores de cabeza.
                            Infante Luís Antonio Jaime.
-Infante Luis De Borbon 
Pasados éstos a mejor vida, fue el joven Fernando, heredero de Carlos IV y María-Luisa, quien dio muchísimos problemas... Tantos que, finalmente, consiguió desbancar a sus padres para ceñir la corona de España. Dado el ejemplo y sentando precedente, fue el hermano menor el Infante Carlos MªIsidro quien, a su vez, volvió a dar la nota discordante en el seno de una familia real peleada entre si. Peor aconteció cuando Fernando VII murió dejando por heredera a Isabelita II, una niña rechoncha, desheredando de paso a Carlos MªIsidro que, reivindicativo de sus derechos dinásticos, se sublevó en armas y montó una guerra civil que iba a durar casi toda la centuria, prolongándose el problema carlista de mano de sus descendientes y partidarios.
Sin embargo, Isabel II hizo también lo suyo para convertirse en una controvertida reina liberal a la que tildaban públicamente de prostituta, al atribuírsele una nutrida lista de amantes, escogidos entre los prohombres de su corte.
La quietud y el romanticismo del reinado de Alfonso XII casi consiguió apaciguar a la familia real. Su viuda y segunda esposa, la estricta reina María-Cristina de Austria,(  fue un modelo de virtud y decoro tanto en lo personal como en lo público; no así su cuñada, la Infanta doña María-Eulalia de España.
                         Reina María Cristina de Austria.
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                                  La Infanta MªEulalia.

                      Nacimiento, exilio, infancia y boda.
Nacida en el Palacio Real de Madrid el día de Santa Eulalia (12 de febrero de 1864),María Eulalia de Borbón (bautizada con los nombres de María Eulalia Francisca de Asís Margarita Roberta Isabel Francisca de Paula Cristina María de la Piedad). Doña Eulalia, pasó los últimos años de su vida en una villa en Irún, donde falleció el 8 de marzo  de 1958 en plena dictadura franquista. Está enterrada en el Panteón de Infantes del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial . Fue infanta de España, por ser hija de Isabel II y del consorte don Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz alias "Paco Natillas", pareja que tuvo doce hijos de los que tan solo sobrevivieron cinco. Era la última de cuatro hermanas, siendo precedida por las infantas Isabel "la Chata", María del Pilar y María de la Paz. Cuatro años después (1868), la familia real tomaba el camino del exilio tras ser derrocada la reina por un pronunciamiento militar.

Fotografías de las cuatro hijas de Isabel II: las Infantas Mª Isabel "la Chata", Mª Paz, Mª Pilar y Mª Eulalia de Borbón y Borbón.
Tras cruzar la frontera, Don Francisco de Asís de Borbón se separó de Isabel II, que se llevó consigo a sus 4 hijas e hijo a París, instalándose en un palacete bautizado "de Castilla". Es pues francesa y mucho más liberal la educación que recibió la infanta Eulalia gracias al exilio forzoso de su familia. Después de una inicial enseñanza particular, ingresó en el parisino Colegio del Sagrado-Corazón con sus hermanas mientras Alfonso, príncipe de Asturias, era enviado a la academia militar de Viena y luego a la de Sandhurst, en Gran-Bretaña.
                           Alfonso príncipe de Asturias.
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Se sabe que, por razones de edad, siempre se llevó mucho mejor con sus hermanas Pilar y Paz que con la mayor Isabel.
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Fotografía de la Reina Isabel II de España con las Infantas Eulalia, Paz y Pilar.
En 1870, al estallar la guerra franco-prusiana con la consiguiente caída del emperador francés Napoleón III tras la catástrofe de Sedan, Isabel II tuvo que mandar hacer los baúles y partir con sus hijas a Ginebra hasta que se calmasen las aguas y cesara la guerra civil que había estallado.
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           Eulalia de Borbón en su primera comunión fotografías          cedidas por un asiduo lector. Muchas gracias.20151024_104813

Retrato oficial de Alfonso XII con uniforme de Capitán General, Rey de España a partir del golpe de Estado de 1874 y artífice de la IIª Restauración Borbónica.
Tras la restauración de los Borbones en el trono español en la persona de Alfonso XII, a favor de otro pronunciamiento militar (1874), la Infanta Eulalia regresó a Madrid con apenas 12 años de edad (1876), junto con sus hermanas mientras que la reina Isabel II permanecía en la capital francesa sin visos a recibir el tan esperado permiso para volver a pisar España (los españoles no la querían volver a ver ni en pintura).
La adolescente infanta apareció entonces como la más guapa de las hermanas del rey. Era rubia, con unos ojos de un color azul impactante, grácil, esbelta y de fino cutis, seductora y carismática, desprendía sencillez, inteligencia y cierto inconformismo que ya despuntaba ante las rigideces protocolarias de palacio. Iba y venía de Madrid a Sevilla casi de manera continúa, prefiriendo de lejos la capital hispalense donde se sentía más a gusto porque podía estar con sus queridísimos tíos los duques de Montpensier, que tenían entonces su residencia en el palacio de San Telmo.
Tres años después, en julio de 1879, Alfonso XII se lleva a sus hermanas a pasar unas vacaciones en el balneario de Escoriaza, en Guipúzcoa. El 3 de agosto, la Infanta Pilar sufre convulsiones mientras se encontraba descansando en su cama y fallece irremediablemente dos días después. Los médicos diagnostican post-mortem una meningitis tuberculosa pero, ante el temor del rey a que su familia quedase marcada ante los ojos de la opinión pública, éstos se afanaron por dar una versión diferente contando que la infanta había muerto a consecuencia de un derrame.
La difunta estuvo muy enamorada del príncipe imperial Napoleón Eugenio Luis, heredero de los emperadores Napoleón III y Eugenia de Montijo, hasta el punto en que ambas familias se mostraron dispuestas a casarles. Sin embargo, el príncipe imperial murió en una escaramuza contra los Zulús (1 de junio de 1879) en Ulundi, Sudáfrica, y la pobre infanta se quedó compuesta y sin novio.
El año anterior (1878), Eulalia había enterrado a su cuñada la popular reina María de las Mercedes de Orleáns y Borbón, muerta de tifus a los pocos meses de casada.

Retrato de la Infanta Isabel de Borbón y Borbón (1851-1931), Condesa Vda. de Girgenti, hija primogénita de Isabel II y por dos veces Princesa de Asturias, más conocida como "La Chata".
A Eulalia tan solo le quedaría el consuelo de tener a su lado a su otra hermana Paz, puesto que con Isabel no se llevaba nada bien y tenían roces constantes. La diferencia de edad entre ellas (Isabel nació en 1851 y Eulalia en 1864), que era más de una década, hizo que una y otra tuviesen mentalidades bien distintas. Lo cierto es que Eulalia se sentía casi como una extranjera en España: francesa en su modo de vivir y pensar, no alcanzaba en comprender el carácter de los españoles y su exacerbado catolicismo; le resultaba chocante lo pretenciosas que podían llegar a ser las encopetadas damas de la corte madrileña en comparación con sus homólogas francesas. Es más, solía cometer muchas más faltas gramaticales en castellano que en francés.
No hay mucho que contar de la vida de la infanta entre 1879 y 1885, si no es resaltar la segunda boda de su hermano Alfonso XII con la prima segunda del emperador Francisco-José I de Austria, la archiduquesa María-Cristina (1858-1929), el 29 de noviembre de 1879. Por otro lado, su primer encuentro con el príncipe heredero Carlos de Portugal en la feria de Sevilla, que se tradujo en un flechazo y que iba a convertirles en amantes durante mucho tiempo (hablamos del inicio de la década de 1880).

Retrato de Alfonso XII (1857-1885), Rey de España entre 1874 y 1885.
El fatídico año de 1885, estalla un brote de cólera en Aranjuez, asunto que conmueve al rey y le lleva a cometer una imprudencia como la de visitar a los enfermos sin consultarlo previamente con el Gobierno. Expuesto al contagio, pronto enferma Alfonso XII y ha de guardar cama en El Pardo donde los médicos se revelan impotentes. No es el cólera sino la tuberculosis la que se declara en el real paciente y, para semejante mal, no existe más desenlace que la muerte.
En su cama de moribundo, Alfonso XII rogará a Eulalia que dé su consentimiento y su mano a un pretendiente, su primo carnal el príncipe e infante Antonio de Orleáns y Borbón (1866-1930), futuro 4º duque de Galliera, hijo de los duques de Montpensier (Antoine de Orleáns y la Infanta MªLuisa-Fernanda de Borbón, cuñado y hermana de Isabel II respectivamente). Poco después, el 25 de noviembre, fallece el rey.

Fotografía del enlace de la Infanta Eulalia con su primo-hermano el Infante Antonio de Orleáns, el 6 de marzo de 1886, en Madrid.
Dado que su hermano le arrancó la promesa de casarse con su primo, y que su hermana mayor Isabel alias la Chata y su madre la reina Isabel II la presionan y coaccionan sin piedad para que acceda, Eulalia no tendrá más remedio que cumplir con su palabra aunque sea contraria a semejante matrimonio, pues su corazón pertenece a otra persona. Tras la debida observación del luto por el rey difunto, y a regañadientes, la infanta casó finalmente con Antonio de Orleáns, del que no estaba absolutamente enamorada, el 6 de marzo de 1886, en Madrid. Se dijo entonces que la boda real tuvo más tinte de funeral que de esponsal.

Retrato de la Reina Vda. María-Cristina de Austria-Lorena, Regente de España, con su hijo el rey Alfonso XIII en brazos, en 1887.
El mismo año, su cuñada la reina-regente María-Cristina de Austria, que andaba en avanzado estado de buena esperanza, paría al único hijo varón póstumo de Alfonso XII: el niño-rey Alfonso XIII que, apenas salido del vientre materno y presentado al gobierno en bandeja de plata (literalmente), fue inmediatamente aupado hasta el solio real.
A decir de algunos, el novio era un hombre muy voluble, ciertamente mediocre, sin empaque y de limitadas virtudes; lo justo como para espantar a una mujer inteligente y de educación cosmopolita como la infanta Eulalia. Aunque ambos intentaron poner de lo suyo para que se estableciera un buen entendimiento, las buenas voluntades se fueron al traste cuando Antonio empezó a coleccionar amantes sin ocultarse, y a despilfarrar su cuantiosa fortuna y la de su esposa. A una de ellas, de cuyo brazo paseaba sin decoro alguno, la colmó de joyas, tierras e incluso, previa intercesión de su sobrino el rey Alfonso XIII, le regaló un título de nobleza*. Eulalia se vengó sutilmente, sin aspavientos, de las continuas infidelidades del marido, coqueteando con otros tantos hombres apuestos que se cruzaron en el curso de esos años en que viajó y mucho para olvidar su infelicidad conyugal.
Los futuros duques de Galliera tuvieron, en cualquier caso, dos hijos y una hija muerta al nacer:
-Don Alfonso de Orléans y Borbón (1886-1975), Infante de España, futuro 5º duque de Galliera.
-Don Luis Fernando de Orléans y Borbón (1888-1945), Infante de España.
-Doña N. de Orléans y Borbón (1890).
(*)_Se trata de Carmen Giménez Flórez, natural de Córdoba, popularmente conocida como "la Infantona" y "Carmela" para los amigos, que fue agraciada con el título de vizcondesa de Termens por el rey Alfonso XIII, a instancias del infante Antonio de Orléans y Borbón.
                  Viajes Oficiales Polémicos.
En 1892, la infanta Eulalia y su marido son requeridos por la reina-regente y el Gobierno de Cánovas del Castillo para representar a la Corona Española en un viaje oficial por Puerto-Rico, Cuba y Estados Unidos (con gira por Chicago, Washington y Nueva York), con ocasión de la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América por Colón. Al desembarcar en el puerto de La Habana, la infanta aparece ante los cubanos vestida con los colores de los insurrectos de la isla, provocando la incomodidad de algunos y la alarma de la comitiva, que sugiere a Eulalia un cambio de vestido. ¿Un guiño de la infanta a los revolucionarios? Desde luego que si. Haciendo caso omiso del surgimiento, prosiguió con su visita sin inmutarse, levantando no pocas ampollas y algunos roces a su paso. Aguda, intuitiva y perspicaz, la infanta se percató claramente que, en breve, la guerra era inevitable entre EE.UU. y España.

Fotografía de los Infantes de España Don Antonio de Orléans y Borbón (1866-1930) y Doña Eulalia de Borbón y Borbón (1864-1958), realizada en el curso de su visita oficial a la Exposición Universal de Chicago, como representantes de España en 1893.
Igual de desafiante se mostró también en su viaje a Checoslovaquia (el antiguo reino de Bohemia), al entrar en contacto con los dirigentes revolucionarios que se erigían en enemigos acérrimos de la familia de su cuñada, sintiendo por ellos una clara empatía y defendiendo, de paso, sus reivindicaciones para mayor escándalo del gobierno del imperio austro-húngaro.
                             La Duquesa de Galliera.
En 1895, el rey Humberto I de Italia restablece el título de duque de Galliera en favor del infante Antonio de Orléans, después de que el heredero legítimo lo rechazase. Dada la existencia de un parentesco con la difunta y última duquesa de Galliera, Maria de Brignole-Sale (1812-1888), a través del príncipe Luis V José de Borbón-Condé y su segunda esposa Maria-Catarina de Brignole-Sale, ex-mujer del príncipe Honorato III de Mónaco, el ducado va a parar a sus manos junto con un buen lote de tierras en Italia.
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Retrato fotográfico de la Infanta Eulalia de Borbón, Duquesa de Galliera (1864-1958), con vestido de corte.
A partir de ese momento, la pareja sería universalmente conocida como "el Duque y la Duquesa de Galliera".
Por aquel entonces, el matrimonio Galliera hacía aguas. Antonio de Orléans no podía dejar de ser infiel a Eulalia y ésta le acabó pagando con la misma moneda, pensando seriamente en pedir una separación formal cuando en las familias reales aquella opción resultaba inconcebible. Se sentía humillada por el comportamiento de su marido, agraviada por el gesto de su sobrino Alfonso XIII (que había concedido un título a la amante de Antonio), al que consideraba un mal criado y, harta de semejante farsa, puso el grito en el cielo. Desde que habían tenido a sus dos hijos y tras el triste alumbramiento de la única hija, nacida muerta en 1890, Eulalia y Antonio vivían por separado guardando las formas de cara a la galería... Pero el aparente decoro de la pareja no engañó a nadie: él se mostraba sin pudor en compañía de su amante del momento, mientras ella, con mucha más discreción, se dejaba amar por hombres más apuestos y de cualquier rango.
Su decisión de pedir la separación, irrevocable, le valió un alud de críticas por parte de la familia real. Lejos de dejarse amedrentar por las continuas reprobaciones que le llovían por parte de sus parientes, la infanta Eulalia, más desafiante que nunca, llevó su deseo de libertad hasta las últimas consecuencias. Tanto la familia real como el gobierno se lo negaron y, ante la negativa, se fue derechita ante un juez para reclamar su derecho como si fuera una mujer de a pie. La infanta removió tanto las aguas que el gobierno tuvo que tirar por la calle de en medio: se le concedía la separación de cuerpos, que no el divorcio, que no estaba reconocido en España.
                                  Quiero el divorcio!
El 31 de mayo de 1900, la separación de los duques de Galliera cayó como una bomba en la villa y corte de Madrid, al hacerse pública. Huelga decir que el escándalo fue mayúsculo en un país tan conservador y católico, en el que no se concebía ni remotamente que una mujer pudiese separarse del marido. Desde siempre, el matrimonio se tenía por indisoluble hasta la muerte. En cualquier caso, la infanta Eulalia se puso por montera la indignación y el escándalo general, ansiosa de recobrar su libertad e independencia. A sus 36 años, se encontraba por fin libre y orgullosa de ser la primera princesa española a separarse de un marido putero que dilapidaba su fortuna en querindangas.
Su nueva situación hizo sensación en todas las cortes europeas del momento y, como tenía alma viajera, no tardó mucho en hacer sus baúles para pasear su recién estrenada soltería por todos los más encopetados salones del Viejo Continente. Madrid y sus reprobaciones le ahogaban y lo mejor era respirar otros ambientes más liberales y distendidos. Sin embargo, en Europa empezaban a soplar vientos que prometían ser huracanados, y ella los presintió cual agorera.

Retrato de Doña Isabel II de Borbón (1830-1904), Reina de España entre 1833 y 1868, en una fotografía del año en que fue derrocada e invitada a exiliarse lejos del territorio español. / Abajo, retrato del rey consorte de España Don Francisco de Asís de Borbón, Duque de Cádiz e Infante de España (1822-1902).
Después de una primera escala en París, ciudad de su infancia y cuyo ambiente era más acorde a su carácter aperturista, Eulalia empezó su particular "tour" por las cortes de los reinos y principados del Imperio Alemán. La muerte de su madre Isabel II, apodada "la Reina de los tristes destinos", acaecida el 9 de abril de 1904, contando 73 años de edad en París y dos años después de la de su padre don Francisco de Asís, la retuvo momentáneamente en la capital del Sena. El mismo año, sus hijos Alfonso y Luis Fernando volvían a España después de haber cursado estudios en Inglaterra, el Beaumont College -un establecimiento de enseñanza privada regentado por padres jesuitas-, durante casi 5 años. Dos años más tarde, en 1906, su primogénito ingresaba en la Academia Militar de Toledo y manifestó su deseo de convertirse en piloto de aviones, lo que le llevó a formarse en las fuerzas aéreas francesas.
En 1905, la Infanta Eulalia se encontraba en San Petersburgo cuando aconteció la trágica manifestación repelida a tiros por las tropas durante el famoso "Domingo Sangriento", preludio de la revolución que iba a barrer con la misma brutalidad la monarquía zarista. Se conserva de aquel entonces, una fotografía de la infanta llevando una tiara tipo kokoshnik y posando junto a la Princesa Olga Paley, esposa morganática del gran-duque Pablo de Rusia (un matrimonio que había provocado su particular escándalo en la corte imperial de Nicolás II).
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La Infanta Eulalia de Borbón fotografiada junto a la Princesa Olga Paley, esposa del Gran Duque Pablo de Rusia, en San Petersburgo, 1905.
Su peregrinaje europeo le sirvió para conocer y codearse con testas coronadas y personajes de talla: el káiser Guillermo II de Alemania, el emperador Pedro II de Brasil, el emperador Francisco-José I de Austria, el zar Nicolás II de Rusia y el Papa Pío IX, por citar los más relevantes. En Francia, era una habitual de las concurridas tertulias literarias que se ofrecían en los salones aristocráticos de París, como el de la elegantísima Condesa Greffulhe (inspiradora del personaje de la duquesa de Guermantes, en la novela de Marcel Proust), que se abría los jueves de cada semana. Disfrutaba rodeándose de las mejores mentes preclaras de inicios del siglo XX como Anatole France, Lotti,... con los que podía intercambiar ideas y ampliar su horizonte intelectual. Entre sus relaciones se encontraban indiferentemente reyes, emperadores, príncipes, duques, periodistas, artistas y políticos de izquierdas y republicanos, cosa que en Madrid no ocurría ni por asomo.

Retrato de la Princesa Elisabeth de Riquet de Caraman-Chimay, Condesa Greffulhe (1860-1952), según Philipp Alexius Laszlo en 1905; fue la reina de los salones mundanos del faubourg Saint-Germain de París, recibiendo a la élite parisina en su residencia del nº10 de la calle Astorg todos los jueves, donde se mezclaban políticos, artistas, escritores, científicos, financieros y aristócratas. Casada con el conde Henry Greffulhe, único heredero de un imperio financiero e inmobiliario, procedía a la vez de la alta aristocracia belga y francesa.





                            El Asesinato del amor de su vida.
En 1908, le llegó la terrible noticia del asesinato a tiros del rey Carlos I de Portugal y de su heredero Luis-Felipe, príncipe de Beira, cuando la familia real lusa hacía su entrada oficial a Lisboa tras una estancia en su residencia de Vila Viçosa. El monarca portugués, por lo visto, fue su gran amor secreto desde que ambos se conocieran en la feria de Sevilla, en la época en que aún andaban los dos solteros y sin compromiso. Aunque Carlos I (1863-1908) se casó en 1886 con la princesa Amélie de Orléans, hija de los Condes de París, y la infanta Eulalia hiciera lo mismo desposándose con el infante Antonio de Orléans el mismo año, nunca dejaron de lado su historia de amor juvenil y siguieron manteniendo sus encuentros y una abultada correspondencia de manera secretísima.

Retrato de la Princesa Amelia de Orléans (1865-1951), Reina de Portugal y madre del rey Manuel II, según Vitor Corcos en 1905. Hija de los Condes de París, se casó en 1886 con el que sería en 1889 el rey Carlos I.
Al ver las fotos de Eulalia y Carlos I de Portugal, uno se percata de las similitudes físicas existentes entre ellos dos: ambos eran rubios, de ojos azules y atractivos, como hechos el uno para el otro. Nos queda una pregunta en el tintero: ¿por qué no se casaron si estaban tan enamorados? Alfonso XII parece contestar a esta incógnita, alegando que Eulalia no quería ser reina por nada del mundo y Carlos estaba destinado a ceñir la corona portuguesa...
Rey de Portugal desde el 10 de 0ctubre de 1889, el reinado de Carlos I se caracterizó por un malestar general debido al estado de bancarrota del país (declarado por dos veces, en 1892 y 1902) y avivado por los desaciertos políticos del gobierno luso, la extravagancia, el despilfarro y los amoríos adúlteros del monarca, que provocaron de manera directa o indirecta un buen número de disturbios populares, enfrentamientos con socialistas y republicanos, alentados por una prensa muy crítica con la monarquía de los Braganza-Sajonia-Coburgo-Gotha. El golpe de Estado de Joao Franco, que se impuso como primer ministro y la consiguiente disolución del Parlamento Luso, en un intento de restablecer la paz sociopolítica del país, sellaron el destino de Carlos I.

El 1 de febrero de 1908, aprovechando el paso de la comitiva real por la Plaza del Comercio de Lisboa, dos o más asesinos republicanos disparan contra el rey Carlos I y su familia con el fin de acabar con la monarquía lusa. Ilustración de la época.
El 1 de febrero de 1908, la familia real lusa regresaba al Palacio Real da Ajuda de Lisboa después de una estancia en el palacio de Vila Viçosa, desoyendo las advertencias de que algo se fraguaba contra el rey. Durante el trayecto de la comitiva real, y pasando por la Plaza del Comercio, dos (o más?) republicanos dispararon desde la multitud contra la familia real; Carlos I murió en el acto mientras su heredero Luis-Felipe, agonizó durante 20 minutos, y el infante Manuel se salvó con solo un disparo en el brazo, saliendo milagrosamente indemne la reina Amelia. La guardia del rey respondió a los disparos masacrando a los dos regicidas, Alfredo Costa y Manuel Buiça.

Retrato oficial del Rey Carlos I de Portugal (1863-1908), que reinó entre el 10 de octubre de 1899 y el 1 de febrero de 1908. Su idilio con la Infanta Eulalia permaneció secreto hasta que, a la muerte de Eulalia en 1958, se descubrió su correspondencia con Carlos I...
Nos podemos imaginar cómo sentó semejante noticia a la infanta Eulalia... Había perdido a su gran amor y único confidente.
           Eulalia, autora "non grata" en España.

Retrato de la Infanta Eulalia de España, Duquesa de Galliera (1864-1958), posando con un vestido de corte. / Abajo, retrato juvenil del Rey Alfonso XIII de España (1886-1941), sobrino de la Infanta Eulalia, según el artista Ramón Casas.
Mientras estuvo viajando y seduciendo mentes y corazones por las cortes de Europa, la infanta se puso a escribir lo que iba a convertirse en un libro escandaloso. Nunca antes se había visto que una princesa se diera el lujo y la libertad de plasmar en negro sobre blanco sus impresiones personales sobre su época y sus contemporáneos; pero llegó Eulalia y con ella el escándalo, cuando mandó publicar su manuscrito titulado en francés "Au fil de la Vie" (A lo largo de la vida), en 1911 y firmando bajo el inequívoco seudónimo "Comtesse d'Avila". En ese polémico libro, la infanta daba rienda suelta a sus ideas "revolucionarias", presentándose como una feminista convencida y partidaria del divorcio. El impacto fue tal que su enojado sobrino Alfonso XIII, que ya había asumido las riendas desde 1902, vetó la publicación en todo el territorio español y comunicó su soberano enfado a la autora, dándole a entender que no era bienvenida en España. Declarada persona non grata y desterrada durante una década, la infanta siguió yendo de un lado a otro del Viejo Continente como una apátrida, una exiliada renegada por su familia, llevándola a fijar su lugar de residencia habitual en París (en un elegante apartamento del Boulevard Lannes), capital de su patria afectiva.
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"Velada en el Pré Catelan", obra de Gervex realizada en 1909 en París. El cuadro, que fue encargado por el propietario del restaurante, nos da una pequeña muestra de lo que era el lujoso y refinado ambiente de la "Belle Epoque" y que la Infanta Eulalia conoció muy bien.
Tras estallar la primera Guerra Mundial (1914-1918), Eulalia prosiguió con su carrera de escritora ocasional publicando un segundo manuscrito en Londres, titulado "Court Life from Within" en 1915. Veinticinco años después, en 1930, daría otro gran golpe al publicar sus "Memorias". En 1949, serían sus "Cartas a Isabel II" (Mi viaje a Cuba y a Estados Unidos), libro que recoge las sesenta cartas que Eulalia escribió a su madre en el curso de sus viajes oficiales al Nuevo Continente en 1893.

La Infanta Eulalia acompañada por sus dos hijos, los Infantes Don Alfonso y Don Luis Fernando de Orléans. Durante mucho tiempo, se vio privada de la custodia de sus hijos tras su separación con Antonio de Orléans en 1900; éstos habían sido enviados por su padre a Inglaterra para estudiar en un colegio jesuita...
Puesto que España le estaba vetada, la infanta tuvo que instalarse en una residencia para damas que regentaba una religiosa conocida como la Madre Lóriga, ya que andaba escasa de caudales y no se podía permitir el lujo de mantener casa propia. El continuo despilfarro de su ex-marido la habían arruinado y, al no poder disponer de sus cuentas bancarias sin el expreso permiso marital (cosa común para todas las mujeres de la época), se vio abocada a una situación financiera que rozó la pobreza hasta que consiguió, por vía judicial (con el respaldo de sus hijos), recuperar lo que quedaba de la mermada fortuna familiar y obtener la inhabilitación de su ex-marido.
Por su lado, el infante Antonio de Orléans y Borbón, que nunca se privó de nada y gastó a manos llenas en extravagancias y fulanas mientras su ex-mujer se debatía en la penuria, se vio finalmente obligado a vender en 1919 las tierras de su ducado italiano de Galliera para hacer frente a sus colosales deudas. En cuanto a su aventura sentimental con la rica viuda del magnate norteamericano Simon Gugenheim, la bella bretona Marie-Louise Le Manac'h (1869-1949), iniciada en 1900 y a la que dio amplia publicidad en Londres, París y Sevilla, no cuajó en boda por su culpa. Incapaz de serle fiel, ésta acaba abandonándole a su suerte en 1906.

No nos ha de extrañar que, en cierta ocasión, el propio rey Alfonso XIII emplease el término "republicana" para referirse a su tía la infanta Eulalia, tras oír de sus labios los argumentos sobre la inevitable revolución portuguesa o la rusa y sus acertadas predicciones, nada alentadoras, en torno al futuro de las monarquías europeas incluyendo la española. El tiempo le dio la razón y ella lo sentenció de este modo: "Ninguna corona se ciñe lo suficiente como para no caerse."

Retrato de Don Alfonso XIII (1886-1941), Rey de España entre 1886 y 1931, posando con uniforme de húsar según el pintor Sorolla, en 1907./ Abajo, fotografía de la Infanta Isabel "la Chata", Condesa viuda de Girgenti (1851-1931), la mayor de las cuatro hijas de Isabel II.
En respuesta al calificativo de su sobrino, Eulalia escribiría en sus "Memorias": "¡Republicana! Siempre que en la Corte española se decía algo que se separara del criterio predominante, o se opinara libremente, o se expusieran realidades, surgía la palabra. No cegarse, no tener en los ojos una venda ni en la boca una mordaza, era ser republicana...¡Republicana! Para muchos de los nobles españoles, yo lo era. Lo éramos todos los que no estábamos empeñados en no ver. Y, en España, ser republicano era no sólo profesar un credo político, sino estar excluido del contacto con los servidores del Rey..."
Eulalia fue la única persona de su familia en criticar la abominable educación de su sobrino Alfonso XIII. No podía sentir otra cosa que asombro y espanto ante la permisividad e indulgencia de la reina-regente María-Cristina y el ciego acatamiento de la infanta Isabel la Chata, respecto a Alfonso. Le tildó de malcriado y consentido, imbuido de su papel de monarca absoluto, acostumbrado a que todos, desde sus tías hasta el último cortesano, le rieran las gracias, le reverenciasen como un dios y ejecutasen con diligencia sus órdenes con solo levantar una ceja o el dedo meñique. La actitud y prepotencia del rey le consternaba, pero más le indignaba que toda la familia se guardara mucho de rechistarle y corregirle.
Famoso queda el conflicto anecdótico entre la infanta Eulalia y el rey Alfonso XIII, cuando en la mesa sirvieron coliflor. A la infanta le desagradaba y no quiso comérsela. Su sobrino le preguntó por qué no tomaba coliflor y ella le contestó que no la soportaba. Entonces el joven monarca le ordenó que hiciera el esfuerzo, porque a él le gustaba y se le antojaba que ella también se la comiera.

El Comedor de diario del Palacio Real de Madrid, presidido por el imponente retrato de la reina Isabel II con su primogénita la Infanta Isabel "la Chata", princesa de Asturias, según Winterhalter. Sus ventanas dan sobre la fachada de la calle Bailén, justo encima de la Puerta del Príncipe.
Vista aérea del Palacio Real de Madrid en la actualidad, frente al cual se levantó la Catedral de la Almudena. En él vivieron los reyes Alfonso XIII y Victoria-Eugenia con su corte, siendo sus últimos inquilinos fijos, hasta 1931, año de la caída de la monarquía española y de la llegada de la IIª República.
Por cierto, en el Palacio Real de Madrid, se tardaba exactamente 20 minutos de reloj entre el momento en que los platos salían de las cocinas y llegaban al comedor de diario, donde la familia real tomaba habitualmente sus almuerzos y cenas, por lo que solían siempre comer más frío que tibio.
Ni Alfonso XIII pudo con ella, ni tampoco la Infanta Isabel cuando se propuso meterla en vereda desde los 18 años y convertirse en su "institutriz" a lo Rottenmeyer, espiando y vigilando todo lo que hacía o dejaba de hacer, recriminándole constantemente lo deslenguada y descortés que era. Fue la Chata quien le espetó en su día "Hay que saber ser Infanta antes que mujer!"... Fue ella también quien sopló a la reina María-Cristina que Eulalia había ido a París para abortar, tras quedarse accidentalmente encinta de su amante de turno (el aristócrata ruso Conde de Jametel). Las recriminaciones le resbalaban y se alzaba de hombros, harta de tanta gazmoñería española.
Por lo que tocaba a su ex-marido, el despechado infante Antonio, duque de Galliera, éste se quejó hipócritamente de Eulalia citando cómo ella controlaba, con reloj de bolsillo en mano, el tiempo de cohabitación que le permitía sin concederle ni un minuto extra, tal era su inapetencia sexual y el asco que le daba tener que acostarse con él. Las razones eran obvias.

Retrato de la Reina Isabel II de España, madre de la Infanta Eulalia, a la que pareció transmitir su gusto por las aventuras de alcoba...
La única que se guardó de reprocharle su conducta fue su madre Isabel II. Y con razón. El currículum materno era demoledor y no brindaba a ésta la suficiente autoridad moral como par dar lecciones de decencia y decoro a una hija que parecía un calco suyo en muchos aspectos. Isabel II tuvo su cama abierta a mucha gente, empezando por su "general bonito" (el General Serrano), sucedido por un oficial de ingenieros valenciano, el famoso Enrique Puigmoltó (supuesto padre de Alfonso XII) y éste, a su vez, reemplazado por el comandante José Ruiz de Arana apodado el "Pollo Arana" (y supuesto padre de la Chata). Después vinieron un marqués, un coronel, un cantante de ópera, un músico callejero, un odontólogo norteamericano o un turco albanés al que llamaba simplemente "Jorge": "Tú me enseñarás el albanés, el inglés y todos los idiomas, y yo te enseñaré a ti el lenguaje de mi alma..." le escribió la calentorra en una apasionada carta. Y qué decir de su secretario personal, Miguel Tenorio, de quien algunos historiadores mantienen la hipótesis de que es el auténtico padre de las infantas Paz, Pilar y Eulalia!.
Eulalia en 1953, con Juan Carlos, actual rey de España, y su hermano, el infante don Alfonso. Eulalia en 1953, con Juan Carlos actual rey de España y su hermano, el infante Alfonso.
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viernes, 16 de abril de 2010

* María Antonieta.

                   Reina consorte de Francia y de Navarra
                         Reina consorte de los franceses

                              Casa real Habsburgo-Lorena

Marie Antoinette.

                      Casa real Habsburgo-Lorena

María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena (Viena, 2 de noviembre de 1755 – París, 16 de octubre de 1793), más conocida bajo el nombre de María Antonieta de Austria, princesa real de Hungría y de Bohemia, archiduquesa de Austria, reina consorte de Francia y Navarra (1774–1791) y más tarde, de los franceses (1791 - 1792) por su matrimonio con Luis XVI.

Hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Francisco I, gran duque de Toscana y de su esposa María Teresa I, archiduquesa de Austria, reina de Hungría y reina de Bohemia, nació el 2 de noviembre de 1755. Es la decimoquinta y penúltima hija de la pareja imperial. De ella se encargan las hayas, gobernantas de la familia real (Mme de Brandeiss y la severa Mme de Lerchenfeld), bajo la estricta supervisión de la Emperatriz, que tiene ideas muy básicas sobre la educación de los hijos: higiene severa, régimen estricto y fortalecimiento del cuerpo. Pasa su infancia entre los palacios de Hofburg y Schönbrunn, en Viena.

     María Antonieta a los 7 años por Martin van der Meytens.

La emperatriz ya se esfuerza por casar a su hija con el mayor de los nietos del rey Luis XV,el Delfín (Dauphin en francés) Luis Augusto y futuro Luis XVI, que tiene, más o menos, la misma edad que ella. Al mismo tiempo María Teresa I acaricia la idea de unir a otra de sus hijas, Isabel, con el viejo Luís XV. Se trata de sellar la alianza franco-austríaca nacida de la famosa «caída de las alianzas» concretada en 1756 por el tratado de Versalles, con el fin de neutralizar la ascensión de Prusia y la expansión de Inglaterra.

Cuando María Antonieta tiene 13 años, la emperatriz, vieja dama y viuda, se interesa más por su educación con el fin de casarla. La archiduquesa toma lecciones de clave con Gluck y de baile (francés) con Noverre. Cuando su madre elige, además, a dos actores para darle clases de dicción y de canto, el embajador francés protesta oficialmente (los actores pasan entonces por ser personajes poco recomendables). María Teresa I le pide entonces que nombre a un preceptor aceptado por la corona de Francia. Será el abad de Vermond, admirador del Siglo de las luces y aficionado a las Bellas Artes que, enviado a la corte imperial, iba a reparar las lagunas en la educación de la joven Archiduquesa y comenzar a prepararla para sus futuras funciones.

El 13 de junio de 1769, el marqués de Durfort, embajador de Francia en Viena, realiza la petición de mano para el Delfín. María Teresa I acepta de inmediato. En Francia el partido devoto, hostil por la caída de las alianzas llevada a cabo por el duque de Choiseul en favor del enemigo sempiterno, llama ya a la futura Delfina "la Austríaca", sobrenombre que le había sido dado por las hijas del rey Luis XV.

El 17 de abril de 1770, María Antonieta renuncia, oficialmente, a sus derechos sobre el trono archiducal austríaco y el 16 de mayo se casa con el Delfín en Versalles. El mismo día de la boda se produce un escándalo de protocolo: las princesas de Lorena, alegando su parentesco con la nueva Delfina, se permitieron bailar antes que las duquesas, grandes damas de la nobleza, que murmuran ya contra "la Austríaca", por la tarde 132 personas mueren asfixiadas en la calle, en medio del regocijo público.

Joven, bella, inteligente, heredera de Habsburgo y con un árbol genealógico impresionante, su llegada aviva también los celos del pequeño mundo de la nobleza versallesca y de las múltiples y dudosas alianzas; pero la joven Delfina tiene miedo de acostumbrarse a su nueva vida. Su espíritu se pliega mal a la complejidad y a la astucia de la "vieja corte" y al libertinaje del rey Luis XV y de su amante Madame du Barry. Su marido la evita (el matrimonio no se consuma hasta julio de 1773), ella trata de amoldarse al protocolo y a la ceremonia francesa y aborrece tener su corte.

Cuarto de retrete de la reina Maria-Antonieta en Versailles, con su Silla a la Inglesa.

Cuarto de wc.de la reina Maria Antonieta en Versalles, con su silla inglesa.

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                             Wersailles wc de Liis XVI.

Por otra parte, María Antonieta es aconsejada, a través de la voluminosa y sesgada correspondencia que mantiene con su madre y con el conde de Mercy-Argenteau, embajador de Austria en París –conde de Mercy, la única persona con la cual puede contar, ya que Choiseul murió unos meses después de su matrimonio. Esta famosa correspondencia secreta de Mercy-Argenteau es una fuente de información extraordinaria sobre todos los detalles de la vida de María Antonieta después de su matrimonio en 1770 hasta el fallecimiento de María Teresa I de Austria en  Según el autor de un libro en el que se recoge dicha correspondencia:

Estos documentos originales no sólo nos revelan su intimidad, sino también cómo María Antonieta, desprovista de experiencia y falta de cultura política, fue manipulada por su familia austríaca a la cual ella estuvo siempre ligada.

                       Retratada por Vigee Lebrun en 1778.

El 10 de mayo de 1774, Luis XVI y María Antonieta se convierten en los reyes de Francia y de Navarra, pero su comportamiento no cambia mucho. Desde el verano de 1777 las primeras canciones hostiles como pequeña reina de veinte años empiezan a circular. María Antonieta se rodea de una pequeña corte de favoritos (la princesa de Lamballe, el barón de Besenval, el duque de Coigny, la condesa de Polignac) suscitando las envidias de otros cortesanos, multiplica su vestuario y las fiestas, organiza partidas de cartas en las que se realizan grandes apuestas.

María Antonieta intenta influir en la política del Rey nombrando y destituyendo ministros caprichosamente o siguiendo los consejos interesados de sus amigos. Así, por una cabezonería, se inmiscuye en el caso Guines (embajador en Londres, acusado de una conspiración para llevar a Francia a la guerra), que provoca la caída en desgracia de Turgot. El barón Pichler, secretario de María Teresa I, resume con mucho tacto la opinión general y escribe:

Ella no quiere ser gobernada, ni dirigida, ni siquiera guiada por las personas entendidas. Esta es la cuestión hacia la cual todos sus pensamientos parecen, hasta el presente, estar concentrados. Fuera de esto, no reflexiona demasiado, y el uso que ha hecho, hasta el momento, de su independencia es evidente, pues sólo se ha preocupado de la diversión y la frivolidad.

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Una verdadera campaña de desprestigio se monta contra ella desde su acceso al trono. Circulan los panfletos, se la acusa de tener amantes (el conde de Artois, su cuñado o el conde sueco Hans Axel de Fersen) e incluso de mantener relaciones con mujeres (con la condesa de Polignac o la princesa de Lamballe); de despilfarrar el dinero público en frivolidades o en sus favoritos; de seguirle el juego a Austria, dirigida por su hermano José II. Hay que reconocer, sin embargo, que ella ha hecho todo lo posible para favorecer al partido anti-austríaco, deponiendo de su cargo a D’Aiguillon y sustituyéndolo por Choiseul, pero todo había sido en vano. Versalles se queda vacío, huyen los cortesanos desdeñados por la reina y los que no tienen los medios suficientes para sostener los gastos de la Corte.

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El 19 de diciembre de 1778, María Antonieta tiene su primer hijo: es una niña, María Teresa, llamada "Madame Royale". El 22 de octubre de 1781 nace el Delfín Luis José (llamado Luis José Javier Francisco). Pero los libelos han hecho correr rápidamente la noticia de que el niño no es hijo de Luis XVI. Tras los nacimientos, María Antonieta cambia un poco su forma de vida, pero sigue de cerca la construcción del "Hameau" en Versalles, una aldea en miniatura en la que la reina cree descubrir la vida campestre. Se dedica a la caridad. El 27 de marzo de 1785 nace su tercer hijo, Luis-Carlos (Luis XVII), duque de Normandía. El 9 de junio de 1787 nace su última hija, Sofía Beatriz (María Sofía Helena Beatriz) que murió con un año de vida de tuberculosis (19 de julio de 1788).

Gran parte de lo que conocemos de este periodo se debe a las Memorias de Madame Campan, la principal confidente de la Reina.

                        El asunto del collar de la reinacollar-de-la-reina_1785

                         Diseño del collar de diamantes.

En julio de 1785 estalla el "caso del collar": el joyero Bohmer reclama a la Reina 1,5 millones de libras por un collar de diamantes encargado en nombre de la soberana por el cardenal de Rohan. Ella no se hace responsable. Insiste en arrestar al Cardenal, al que acusa de insultarla al achacarle la compra del collar, y el escándalo es inevitable. El rey confía el asunto al Parlamento, que determina que la culpa corresponde a un par de aventureros, Jeanne Valois de La Motte y su marido, y disculpa al cardenal de Rohan, engañado pero inocente. La Reina, aunque inocente también, es tratada con gran desconsideración por el pueblo, al considerarla culpable, por lo menos moralmente. Lejos de resultar superfluo, el caso del collar supuso un punto de inflexión en el reinado, que marcaría una nueva etapa de impopularidad y odio por parte del pueblo que se sintió insultado por los bajos negocios de usura y falsificaciones.

El propio Napoleón aseguraría más tarde que el caso del collar de diamantes fue detonante de la revolución francesa.

María Antonieta toma conciencia, por fin, de su impopularidad y trata de reducir sus gastos, especialmente los de su mansión, lo que provoca nuevas críticas y un gran escándalo en la Corte cuando sus favoritos se ven privados de sus cargos. Todo es inútil, ya que las críticas continúan y la Reina se gana el apodo de "Madame Déficit". Es acusada de estar en el origen de la política anti-parlamentaria de Luis XVI y de nombrar y destituir a los ministros. En 1788 es ella la que induce al rey a despedir al impopular Loménie de Brienne y sustituirle por Necker. Ya es demasiado tarde, Luis XVI había sido demasiado débil.

Versailles_chaise-d-affaires Caja de silla-orinal con lacas de Japón, de inicios del siglo XVIII (Antigua Colección Real Francesa).

Versalles caja de silla orinal con lacas de Japón de inicio de siglo XVIII antigua colección francesa.

Ya en proceso de desatarse la Revolución Francesa, se difundió una frase que, supuestamente, había pronunciado María Antonieta. Se contó que, cuando la gente del pueblo, a falta de harina y trigo, fue a Versalles a encararse con ella, ésta habría respondido altaneramente con la frase: "Que coman pasteles" (Qu’ils mangent de la brioche). Este supuesto hecho causó un gran enojo en el pueblo y contribuyó a que aumentara el odio que éste sentía hacia la Reina.

Hay muchas versiones que señalan por qué razón María Antonieta habría dicho aquello. Sin embargo, ya el filósofo contemporáneo Jean-Jacques Rousseau confirma que la frase no fue proferida por ella, sino por otra reina anterior, María Teresa de Austria (esposa de Luis XIV); la frase original era S'il ait aucun pain, donnez-leur la croûte au loin du pâté ("Si no tienen pan, que les den el hojaldre en lugar del paté").

Según el biógrafo Stefan Zweig, no hay duda de que esta frase se atribuyó de forma falsa a María Antonieta, y que quien realmente pronunció algo parecido en la misma época, fue una de las tías de la Reina e hijas de Luis XV, que ante las noticias recibidas de que el pueblo pedía pan, apostilló "si no tienen pan, que coman costra de pastel". Llenaba mucho y resultaba indigesta.

Aún hoy en día son muchas las personas que consideran a María Antonieta como autora de la citada frase, aunque, según la historiadora británica Antonia Fraser, esto nunca fue dicho por María Antonieta

                           María Antonieta con sus hijos.

La Revolución

En 1789 la situación de la Reina es insostenible. Corre el rumor de que Monsieur (futuro Luis XVIII) habría depositado en la asamblea de los notables de 1787 un dossier que probaba la ilegitimidad de los infantes reales. El rumor menciona un retiro de la Reina en Val-de-Grâce. El abad Soulavie, en sus Mémoires historiques y politiques del reinado de Luis XVI, escribe que se pensaba que María Antonieta "se llevaría con ella todas las maldiciones del pueblo y que la autoridad real sería, por este motivo, total y súbitamente regenerada y restaurada".

Dormitorio de Marie Antonieta en palacio de Fontainebleau, Francia (por Ganymede2009).

Dormitorio de María Antonieta en palacio de Fontainebleau.(Francia)

El 4 de mayo de 1789 se abren los Estados Generales. Después de la misa de apertura sube al púlpito monseñor de la Fare que, con duras palabras, ataca a María Antonieta denunciando el lujo desenfrenado de la Corte y de los que, hastiados de este lujo, buscan el placer en "una imitación pueril de la naturaleza" (contado por Adrien Duquesnoy en el "Journal sur l’Assemblée constituante"), alusión evidente al Pequeño Trianón.

El 4 de junio muere el pequeño Luis José. Para evitar gastos se sacrifica el ceremonial en la basílica de Saint-Denis. La actualidad política no permite a la familia real un sepelio solemne. Conmocionada por este acontecimiento y desorientada por el cariz que toman los Estados Generales, María Antonieta se deja convencer por la idea de una contrarrevolución. En julio, Luis XVI destituye a Necker. La Reina quema sus papeles y recoge sus diamantes, trata de convencer al Rey para dejar Versalles e ir a una plaza fuerte segura, lejos de París. Desde el 14 de julio un registro de proscripción circula por París. Los favoritos de la Reina están en primer lugar y la cabeza de la Reina tiene fijado el precio. Se la acusa de querer hacer saltar el Parlamento con una bomba y de mandar a las tropas sobre París.

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El 1 de octubre se produce un nuevo escándalo: tras un banquete ofrecido a los guardias de corps de la Casa militar, un regimiento de Flandes que acaba de llegar a París, la Reina es aclamada, las escarapelas blancas son enarboladas y las tricolores pisoteadas. París está indignado por estas manifestaciones monárquicas y por el banquete dado cuando hasta el pan le falta al pueblo. El 5 de octubre una manifestación de mujeres se dirige a Versalles pidiendo pan y diciendo que van en busca del "panadero" (el Rey), la "panadera" (la Reina) y el "pequeño aprendiz" (el Delfín). Al día siguiente, por la mañana, los amotinados, armados con picos y cuchillos, entran en el palacio, matan a dos guardias de corps y amenazan a la familia real, que se ve obligada a regresar a París escoltada por las tropas del Marqués de La Fayette y los amotinados. Durante el trayecto se lanzan amenazas contra la Reina e incluso le enseñan una cuerda prometiéndole una farola en la capital para colgarla.

 

Árbol de la familia real desde la época de Luis XV hasta los hijos de Luis XVI y los de Carlos X

   María Antonieta en 1788, poco antes de su derrocamiento.

El 10 de octubre Luis XVI está de nuevo en París. Con María Antonieta deciden solicitar la ayuda de los monarcas extranjeros, el rey de España Carlos IV y José II, hermano de la Reina. Pero el Rey de España responde con evasivas y el 20 de febrero de 1790 José II fallece. La Fayette le sugiere a la Reina, con toda frialdad, que se divorcie. Otros hablan, casi con descaro, de emprender un proceso de adulterio y pillar a la Reina en flagrante delito con el conde de Fersen.

Breteuil les propone, a finales de 1790, un plan de evasión. La idea es que dejen las Tullerías y se refugien en la plaza fuerte de Montmédy, próxima a la frontera. La Reina está cada vez más sola, sobre todo desde que, en octubre de 1790, Marcy-Argenteau se ha marchado de Francia para ocupar su nuevo cargo en la embajada de los Países Bajos, y de que Leopoldo II, el nuevo emperador (otro de sus hermanos) elude sus peticiones de ayuda. Como monarca filósofo, le aconseja a su hermana que acepte los dictados de la nueva Constitución. El 7 de marzo, una carta de Mercy-Argenteau dirigida a la reina es interceptada y entregada a la Comuna. Otro contratiempo para la reina, una prueba que pone de manifiesto su intención de vender la patria a Austria.

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         Dormitorio de Maria Antonieta en el castillo de Versalles.

El 20 de junio se produce la evasión y la desafortunada expedición a Varennes. Rápidamente París se da cuenta de la fuga, aunque La Fayette intenta hacer creer que el rey ha sido raptado por unos contrarrevolucionarios. La familia real, cerca de París, no se siente muy segura. Desdichadamente, su berlina lleva un retraso de más de tres horas, y así, cuando llegan al primer lugar de encuentro, el relevo de Pont-de-Somme-Vesle, las tropas prometidas se han retirado pensando que el rey ha cambiado de idea. Poco antes del mediodía la berlina es detenida en Varennes-en-Argonne. El conductor del relevo precedente, en Sainte-Menechould, ha reconocido al Rey. Se producen unos momentos de nerviosismo, nadie sabe qué hacer y, durante este lapsus, la muchedumbre llega a Varennes. Por último, la familia real amenazada y en medio de una situación muy violenta, es devuelta a París.

Interrogado en París por una delegación de la Asamblea Constituyente, Luis XVI contesta con evasivas. Sus respuestas, hechas públicas, suscitan la ira del pueblo, que reclama el derrocamiento del Rey. María Antonieta se entrevista secretamente con Antoine Barnave, que quiere convencer al rey para que acepte su papel de monarca constitucional. El 13 de septiembre, Luis XVI acepta la Constitución. El día 30, la Asamblea constitucional se disuelve y es reemplazada por la Asamblea legislativa, aunque se hacen patentes los rumores de guerra con las monarquías próximas, en primer término, Austria. El pueblo se revuelve contra María Antonieta, a la que califican de "monstruo femenina" e incluso de "Madame Veto", acusándola de querer sumir a la capital en un baño de sangre. El 3 de agosto de 1792, el manifiesto de Brunswick, inspirado por Fersen, termina de inflamar al pueblo.

El 10 de agosto se produce la insurrección. Las Tullerías son asaltadas, el Rey se refugia en la Convención, que vota su suspensión provisional, y ambos son internados en el convento de los Feuillants. Al día siguiente, la familia real es transferida a la prisión del Temple. Allí moriría, casi dos años más tarde, su segundo hijo varón, a los 10 años de edad, conocido como Luis XVII, aunque por supuesto nunca reinó. Durante las matanzas de septiembre, la princesa de Lamballe, víctima simbólica, es salvajemente asesinada y su cabeza se exhibe en la punta de una pica, paseándola por delante de las ventanas tras las que se halla María Antonieta. Poco después, cuando ya la guerra ha empezado, la familia real queda retenida por la Convención. A principios de diciembre, se descubre el "armario de hierro" en el que Luis XVI guarda sus papeles secretos. El proceso, a partir de ese momento, es inevitable.

El 26 de diciembre la Convención vota a favor de la muerte de Luis XVI, que es ejecutado el 21 de enero de 1793. El 27 de marzo, Robespierre pregunta, por primera vez, delante de la Convención por la suerte de la Reina. El 13 de julio el Delfín es separado de su madre y confiado al zapatero Antonie Simón . El 2 de agosto es María Antonieta la que es separada de sus hijos y conducida a la Conciergerie para su reclusión. Su interrogatorio empezará al día siguiente.

Luis XVI , María Antonieta y sus hijos antes de ser ejecutado.   Luís XVI, María Antonieta y sus hijos antes de ser ejecutado.

La primera celda de María Antonieta en La Conciergerie fue instalada en la antigua sala de reunión de los carceleros (una celda humilde con un catre, un sillón de caña, dos sillas y una mesa). La celda tenía una estrecha y pequeña ventana que daba al jardín de las mujeres. Tras una tentativa de evasión dirigida por Alexandre Gonsse de Rougeville, María Antonieta fue llevada a una segunda celda. Un biombo la separaba de los guardias que la custodiaban.

Posteriormente, Luis XVIII hizo cerrar con una pared esta segunda celda y construir una capilla. La mitad oeste fue anexionada a la capilla real por medio de un local en el que se asegura que Maximilien Robespierre pasó sus últimas horas.

                             "EL COMPLOT DEL CLAVEL"

Retrato de Maria-Antonieta de Lorena-Austria, Reina de Francia (1755-1793), realizado por Kucharski en la prisión de La Torre del Temple, ca.1792.

El complot conocido como "del Clavel", tuvo lugar en la noche del 2 al 3 de septiembre de 1793, y fue organizado por el contrarrevolucionario Jean-Pierre de Batz, Barón de Sainte-Croix (1754-1822), el mismo que había prometido un millón de libras -que no tenía- a quien salvase a la reina María-Antonieta de Austria. Era la segunda vez que Batz intentaba un salvamento de última hora, a la desesperada... Ya el 21 de Enero de 1793, pretendió sin éxito "raptar" al rey Luis XVI, cuando éste iba camino del cadalso; varios realistas fueron muertos en la intentona y Batz consiguió escapar.

Desgraciadamente para la Viuda Capeto, el plan fracasó. Aquella tentativa frustrada sería, posteriormente, reprochada a la reina durante su juicio.

PARIS, Cárcel del Palacio de La Conciergerie, 28 de Agosto de 1793

El miércoles 28 de agosto de 1793, Jean-Baptiste Michonis, inspector de cárceles y administrador de la policía, penetra en la celda de la reina María-Antonieta en compañía de un hombre de unos 36 años de edad, y de baja estatura (1m. 65). En la solapa de su casaca gris a rayas, el hombre luce dos magníficos claveles. Con solo ver al personaje, la reina le reconoce enseguida: es el caballero. Alexandre Gonsse de Rougeville (1761-1814) -en el retrato contiguo-, el mismo que, durante la jornada del 20 de junio de 1792, la defendió del populacho.

El Caballero de Rougeville se inclina ante la viuda de Luis XVI y, fingiendo un despiste, deja caer a los pies de ésta uno de sus dos claveles, que contiene mensajes enrollados entre sus pétalos. El caballero, acompañado de Michonis, abandona poco después la celda y la reina puede leer estas palabras: "Tengo hombres y dinero."

Sin dudarlo un solo momento, contesta con ayuda de un alfiler y le responde sobre otro trocito de papel: "Estoy estrechamente vigilada, no hablo con nadie, confío en vos, vendré."

Un cuarto de hora después, Rougeville reaparece con Michonis. Una conversación se establece. El caballero informa a la reina que volverá pasado mañana y que llevará consigo el dinero necesario para sobornar a los guardias. Parece ser que, en ese momento, María-Antonieta se emplea a fondo para "comprar" la complicidad del gendarme Jean Gilbert, quien se encarga de hacer pasar su mensaje al caballero de Rougeville.

          Palacio de La Conciergerie: 30 de Agosto de 1793

Retrato de Maria-Antonieta de Lorena-Austria, Reina Vda. de Francia y de Navarra (1755-1793), en su celda de la Cárcel de La Conciergerie, en París.

Como prometió, el 30 de agosto, el caballero de Rougeville reaparece con Michonis en La Conciergerie, y ambos se entretienen con la reina abordando los detalles del plan elaborado para su evasión, que debe efectuarse la noche del 2 al 3 de septiembre. El matrimonio Richard, conserjes de la cárcel y una tal Marie Harel forman parte del secreto y aseguran su plena colaboración. Rougeville, por su parte, lleva encima 400 Luises de oro y 10.000 libras en asignados destinados a comprar a los guardianes de La Conciergerie.

Recreación de la celda de la reina, en la cárcel de La Conciergerie, vigilada por un gendarme.

A pesar de la extrema debilidad que resiente la reina, agotada por sus contínuas pérdidas de sangre (sufría de un fibroma o mioma uterino), se ponen de acuerdo para que, cuando escape, se dirija al castillo de Livry dónde le espera escondida Madame de Jarjayes y, desde allí, ambas partirán disfrazadas para refugiarse en territorio alemán.

Louise-Marguerite Émilie Henriette Quetpée de Laborde, Vda. Hinner y Condesa de Jarjayes tras casarse en segundas nupcias con François-Augustin Régnier de Jarjayes (1786), era una de las 12 doncellas de la reina Maria-Antonieta.

La Noche del 2 al 3 de Septiembre

El asunto parece estar destinado a ser todo un éxito. A la hora fijada, la reina sale de su celda, atraviesa la sala donde se encuentran los gendarmes encargados de custodiarla, penetra en la conserjería del matrimonio Richard y pasa por dos estafetas. Aún queda una reja por cruzar y saldrá al patio de Mai y, a la calle. Sin embargo, atenazado por el miedo o la codicia de hacer pagar más cara su complicidad, Jean Gilbert impide a la reina cruzar la última puerta que la lleva a la libertad. Pese a sus súplicas y a las promesas de sus dos salvadores, Gilbert rehúsa con obstinación abrirle la reja. María-Antonieta ve, de este modo, frustrada su última oportunidad de escapar a sus verdugos. El caballero de Rougeville y Jean-Baptiste Michonis tendrán que irse y el gendarme Jean Gilbert conduce nuevamente a su celda a la reina.

Para colmo de males, Jean Gilbert no mantendrá el pico cerrado. Por temor a que la tentativa de evasión fuera soplada a sus jefes, el gendarme, preocupado por su posición y su cabeza, redacta y envía un informe harto embarazoso a su superior más inmediato, el teniente-coronel Dumesnil. En él, denuncia tardíamente las artimañas de Michonis y del caballero de Rougeville. Peor aún: desvela que la reina le confió un papel escrito a base de punciones de alfiler, para que lo entregara a Rougeville. Para acabar de ser aún más vil, protesta argumentando que entregó dicho mensaje al conserje Richard. A la vista del informe, el teniente-coronel Dumesnil alerta enseguida al Comité de Seguridad General. Éste encarga a Jean-Pierre André Amar, secundado por el diputado Sevestre, acudir a La Conciergerie sin más dilación. Una vez allí, los dos miembros del Comité se introducen en la celda de la reina y la interrogan. Asediada por multitud de preguntas inquisitivas, María-Antonieta responde con evasivas, intentando por todos los medios evitar revelar nada que pueda incriminar a sus cómplices.

El caballero de Rougeville ha conseguido huir de París por los pelos y desvanecerse, pero Jean-Baptiste Michonis es arrestado y enviado a prisión (sería posteriormente guillotinado el 17 de junio de 1794, pero por otras razones). En cuanto al matrimonio Richard, sospechoso de complicidad con la reina, serán cesados y encarcelados durante un tiempo.

El 16 de octubre de 1793, tras un ignominioso juicio, María-Antonieta de Lorena-Austria (como ella puntualizó ante sus jueces, y no como viuda de Luis Capeto), última reina de Francia y de Navarra, es sacada de su celda de La Conciergerie, las manos atadas a la espalda, subida a una inmunda carreta tirada por un jamelgo y conducida al lugar del suplicio, al otro lado del Sena; sube los peldaños del cadalso erigido en medio de lo que fue la hermosa Plaza de Luis XV, ahora Plaza de la Revolución, y es guillotinada a las 12 h. 15' del mediodía, ante una asistencia casi silenciosa pese a las procaces incitaciones de un comediante para que la cubran de insultos.

 

            María Antonieta frente al Tribunal Revolucionario.

El 14 de agosto de 1793, María Antonieta es puesta a disposición judicial ante el Tribunal revolucionario, presentándose como acusador público Fouquier-Tinville. Si en el juicio de Luis XVI se había intentado guardar las apariencias de una cierta equidad, no se hizo así con el proceso a María Antonieta. El dossier se prepara a toda prisa; es, a todas luces, incompleto, Fouquier-Tinville no logra encontrar todos los documentos de Luis XVI.

Para exagerar la acusación, Tinville hace declarar contra su madre al Delfín, manipulado por sus guardianes revolucionarios. Delante del tribunal, el niño acusa falsamente a su madre y a su tía, Madame Isabel, de haberle incitado a la masturbación y de haberle obligado a participar con ellas en ciertos juegos sexuales. Indignada, María Antonieta pide a las mujeres del público que la defiendan: "La naturaleza rechaza semejante acusación hecha a una madre. Apelo a todas las madres presentes en la sala". El motín es evitado por poco.

Se la acusa, asimismo, de entenderse con las potencias extranjeras. Como la Reina lo niega, Herman, presidente del Tribunal, la señala como "la instigadora principal de la traición de Luis Capeto", lo cual presupone un proceso por alta traición. El preámbulo del acta de acusación declara asimismo:

Examinados todos los documentos presentados por el acusador público resulta que, a semejanza de las Mesalinas, Brunegilda, Fredegunda y Médicis, que fueron calificadas como Reinas de Francia y cuyos nombres, para siempre odiosos, no figurarán en los anales de la Historia, María Antonieta, viuda de Luis Capeto, ha sido, después de su paso por Francia, la plaga y la sanguijuela de los franceses.

Las declaraciones de los testigos de cargo resultaron poco convincentes. María Antonieta contesta:

No fui más que la esposa de Luis XVI, fue él el que cometió los errores y ella aceptó su voluntad.

Fouquier-Tinville pide la pena de muerte y declara a la acusada: "enemiga declarada de la nación francesa". Los dos abogados de Maria Antonieta, Tronçon-Ducoudray y Chauveau-Lagarde, jóvenes e inexpertos, desconociendo el dossier, sólo pueden leer, en voz alta, algunas notas que han podido redactar.

Cuatro preguntas se dirigen al jurado:

1.- ¿Se tiene constancia de que hayan existido maniobras y contactos con las potencias extranjeras u otros enemigos exteriores de la República? Las mencionadas maniobras y contactos ¿tenían como objetivo proveer ayudas monetarias, darles entrada al territorio francés y facilitarles la compra de armas?

2.- ¿Tiene conciencia María Antonieta de Austria (…) de haber cooperado en estas maniobras y contactos?

3.- ¿Se tiene constancia de que existe un complot y una conspiración para conducir a una guerra civil en el interior de la República?

4.- ¿Está convencida María Antonieta de haber participado en este complot y esta conspiración?

A estas cuatro preguntas el jurado responde que sí. María Antonieta es condenada a la pena capital el 16 de octubre, dos días después del inicio del juicio, acusada de alta traición. De madrugada escribe una carta a Madame Isabel, la hermana de Luis XVI:

Acabo de ser condenada, no a una muerte honrosa, que se reserva para los criminales, pero voy a reunirme con vuestro hermano.

Al mediodía del día siguiente María Antonieta es guillotinada, sin haber querido confesarse con el sacerdote constitucional que le habían propuesto. Fue enterrada en el cementerio de la Madeleine, calle de Anjou-Saint-Honoré, con la cabeza entre las piernas. Su cuerpo fue exhumado posteriormente el 18 de enero de 1815 y transportado el 21 a Saint-Denis.

 

María Anotonieta camino a la guillotina, por Jacques-Louis David.

En su descargo y por lo que se deduce de una carta escrita a su hermano, parece ser que ella no tuvo nunca ninguna influencia acerca de las decisiones políticas tomadas por del Rey.

Yo sé que, sobre todo en las cuestiones políticas, no he tenido ningún ascendiente sobre las ideas o pensamientos del Rey. ¿Sería prudente para mí el tener con su ministro algunas entrevistas para tratar de ciertos asuntos sobre los cuales él está casi seguro de que el rey no me atendería? Sin hacer ostentación alguna ni mentir, yo dejo creer al pueblo que tengo más crédito del que en realidad tengo, porque si no se me cree, tendré todavía menos crédito.

Tras la ejecución de María Antonieta se declaró la guerra entre Francia y Austria, poniendo fin a la alianza establecida por Bernis y Choiseul, alianza que había resistido hasta ese momento.

De 1779 a 1800, la pintora Vigée-Lebrun pintó unos treinta retratos de María Antonieta.

Frases relevantes en sus últimos momentos

  • Días antes de su muerte, después de que su marido fuera ejecutado, sus hijos arrancados de su lado, el Delfín manipulado para acusarla de estupro, y completamente sola, en su prisión María Antonieta se golpeó la cabeza contra una viga del techo haciéndose una herida que no paraba de sangrar. La todavía reina no se quejó. Ante la pregunta de uno de los guardias: "¿Os habéis hecho daño?", María Antonieta contestó: "No, ahora ya no hay nada que pueda hacérmelo."
  • Vale la pena recordar uno de sus momentos más estremecedores: cuando supo el descuartizamiento cruel y sangriento de su leal amiga María Luisa de Saboya-Carignan, princesa de Lamballe, quien fuera salvajemente asesinada en la prisión de la Force, el 3 de septiembre de 1792, y su cabeza, peinada y empolvada, fue hecha desfilar empalada por las calles entre risas y gritos salvajes.
  • El día de su ejecución, mientras el pueblo entero la abucheaba e insultaba, María Antonieta se tropezó subiendo al cadalso y pisó al verdugo que estaba a punto de guillotinarla. La reina le dijo: "Disculpe señor, no lo hice a propósito."

El testamento de María Antonieta

De vuelta en el calabozo, a la reina de Francia sólo le quedaban unas horas antes de comparecer ante el Altísimo, horas que María Antonieta empleó en dejar un último mensaje de amor y de perdón a sus seres queridos. Una carta sublime, grave y conmovedora, dirigida a su cuñada Madame Isabel, que la princesa real nunca recibirá, pues fue interceptada y entregada a Robespierre y estuvo desaparecida hasta el año 1816, en el que salió a luz con motivo de la restauración borbónica en Francia (Luis XVIII):

"Es a vos, hermana mía, a quien escribo por última vez. Acabo de ser condenada, no a una muerte vergonzosa  sino a reunirme con vuestro hermano. Me causa un hondo pesar abandonar a mis pobres hijos: vos sabéis que eran mi única razón de existir. Que mi hijo no olvide nunca las últimas palabras de su padre, que yo le repito expresamente; ¡que nunca intente vengar nuestra muerte!  Debo hablaros de algo doloroso para mi corazón. Sé cuánta pena ha debido causaros este hijo mío. Perdonadle, querida hermana: pensad en su edad y en lo fácil que es hacer decir a un niño lo que se quiere, incluso aquello que no comprende. Pido perdón a todos cuantos he conocido. Perdono a todos mis enemigos el mal que me han hecho... Os abrazo de todo corazón, así como a mis pobres y queridos hijos.¡Dios mío, qué desgarrador es dejarlos para siempre! Adiós, adiós, ya no habré de ocuparme sino de mis deberes espirituales ….

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Algunas joyas de Antonieta que están en una exposición en el Palacio de Versalles.

 

 

maria Antonieta,

Al casarse  Luis XVI  le regalo un anillo de compromiso de diamante azul de 5,50 quilates en forma de corazón.

El Diamante Hope (también conocido como "Diamante Azul o joya de mar " y "Diamante de la esperanza") es un diamante de color azul marino, con un peso estimado en 45.52 quilates. Su color es debido a la presencia de trazas de átomos de boro en su composición.

             Forma de corazón colgante medallón con un mechón de pelo, dijo tradicionalmente como la de María Antonieta, establecer bajo vidrio o cristal de roca con una tarjeta de inscripción y montado en un marco de filigrana de oro. Un pequeño candado de oro se suspende de la base con una llave en una cadena unida al bucle de suspensión.          

 

maria Antonieta

Una ráfaga de esperanza debió de pasar por la cabeza de María Antonieta cuando, meses antes de subir a la guillotina, entregó un saquito con un buen puñado de perlas grises, brillantes y rubíes, además de otras joyas ya montadas, a su amiga del alma, lady Elizabeth, condesa de Sutherland y esposa del embajador británico Lord George Leveson-Gower a quien nadie registraría por su inmunidad diplomática. La intención de la Reina era recuperar aquel pequeño tesoro cuando pudiera escapar de sus carceleros, junto con su familia.

Éste es un retrato de lady Elizabeth Leveson-Gower, condesa de Sutherland

Éste es un retrato de lady Elizabeth Leveson-Gower, condesa de Sutherland.

Y es que lady Elizabeth, tras la muerte de María Antonieta, siguió protegiendo aquel saquito de joyas que su amiga le había confiado. Con el tiempo, los diamantes se convirtieron en collar, pero los Sutherland esperaron casi cincuenta años a montar las perlas y los rubíes. Lo hicieron en 1849, con ocasión de la boda de un nieto de lady Sutherland y, desde entonces, la joya siempre ha estado en manos de la familia. Christie's no ha dicho qué miembro de los Sutherland vende el collar, aunque uno de sus directivos, Raymond Sancrolf-Baker, ha comentado que la joya había permanecido todo el tiempo en la caja fuerte de un banco y que había llegado el momento -«excepcional»- de ponerla en circulación. La joya podría alcanzar el medio millón de euros y se sabe que el Museo del Louvre está interesado en su compra.

Yo me hago una pregunta que desde luego me intriga ¿porqué Lady Elizabeth no devolvió el collar, al cabo de los años, a la única hija de Marie Antoinette, la duquesa de Angulema? Hubiera sido, pienso yo, lo más natural en esas circunstancias...

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https://youtu.be/vLN1rLKh85o
 
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