viernes, 6 de noviembre de 2015

Felipe IV


                                                        Casa de Austria (Habsburgo)

Philippe_IV_espagne

100px-Escudo_de_Armas_de_Felipe_II_a_Carlos_II.svgNace en el Palacio Real de Valladolid, el ocho de abril de 1605. Era hijo de Felipe III y Margarita de Austria, que era prima segunda de su marido. Fruto de su matrimonio fueron ocho hijos, siendo Felipe IV el tercero y el primer varón del matrimonio. Fue bautizado a las siete semanas de nacer en la iglesia de San Pablo de Valladolid, siendo apadrinado por el valido de su padre, el duque de Lerma.
Teniendo solamente tres años, en 1608, fue nombrado príncipe de Asturias y futuro rey de España. Recibió una educación muy esmerada y propia de un rey, mostrándose muy inteligente en el aprendizaje. Destacará a lo largo de su vida por su alto nivel cultural.
felipe-3-263x300
                                            Felipe III (padre)
margarita-de-austria-reina-consorte
                                Margarita de Austria (madre)
Por interés de Estado, su padre Felipe III concierta su matrimonio en 1615, cuando tenía solamente diez años. La elegida es la princesa francesa Isabel de Borbón que tenía entonces doce años.
Su padre Felipe III fallece, el 31 de marzo de 1621. Es proclamado rey Felipe IV cuando tenía la edad de dieciséis años recién cumplidos. Tuvo un reinado muy largo, con más de cuarenta y cuatro años de gobierno.
Su llegada al poder fue recibido con mucha alegría por parte de la alta nobleza pues consideraban, que con él volverían los éxitos de los primeros Austrias. Sin embargo, la realidad sería muy otra.
Inmediatamente Felipe IV se despreocupa de los asuntos de Estado, cediendo todo el poder a su valido, el conde duque de Olivares. En este tiempo, Felipe IV se dedica en cuerpo y alma a los placeres que le ofrecía el sexo.
Como relata José Deleito y Piñuela en su libro“El Rey se divierte”, nos muestra su obsesión por el sexo y dice “con los primeros hervores de la adolescencia, cuando cabalgó sin freno por todos los campos del deleite, al impulso de pasiones desbordadas. Su tiempo pues estaba destinado al libertinaje, la caza como afición y a las correrías nocturnas por Madrid”.
El psiquiatra Francisco Alonso Fernández, en su estudio sobre la vida privada de los Habsburgo españoles, señala a Felipe IV con un comportamiento de un sexo adicto anónimo y promiscuo
Es curioso cómo en la elección que hacía de las mujeres, no había distinción de clase social alguna. Otra característica de Felipe IV era la poca duración de sus relaciones. Entre sus amantes podemos contemplar toda clase de mujeres: casadas, viudas, solteras, doncellas, damas de la alta nobleza, monjas y actrices.
El historiador alemán Ludwig Pfandle describía así a Felipe IV “un Hércules para el placer y un impotente para el gobierno”. Llama muchísimo la atención como en los numerosos cuadros, que pintó Diego Velázquez a Felipe IV, siempre lo enmarca en un mundo reservado y discreto, tan lejos de la práctica personal del rey que pasaba desde el Alcázar a la mancebía, pasando por el corral de la comedía. No había límites para sus ardores, sus preferencias iban más a las mujeres humildes que a las de alta cuna.

Isabel de Borbón
                                                          Isabel de Borbón

Primer matrimonio Isabel de Borbón
Felipe IV contrajo matrimonio en 1615 con Isabel de Borbón (hija de Enrique IV de Francia) con quien había sido prometido a la edad de 6 años. Fruto de este matrimonio, nacieron siete hijos, de los cuales sólo dos llegaron a adultos.

Rosa rojaMaría Margarita (14 de agosto de 1621).
Rosa rojaMargarita María Catalina (25 de noviembre de 1623 - 29 de diciembre de 1623).
Rosa rojaMaría Eugenia (21 de noviembre de 1625 - 1627)
Rosa rojaIsabel María Teresa (1627).
Rosa rojaBaltasar Carlos (17 de octubre de 1629 - 9 de octubre de 1646), príncipe de Asturias.
Rosa rojaMaría Ana Antonia (17 de enero de 1635 - 6 de diciembre de 1636).
Rosa rojaMaría Teresa (1638 - 1683), reina consorte del rey Luis XIV (9de junio de 1660).

La elegida para contraer matrimonio fue la prometida de su fallecido hijo y sobrina del Rey, la Archiduquesa Mariana de Austria.
El matrimonio de Felipe IV con su sobrina de 12 años dio como fruto cinco hijos, pero solo dos llegaron a adultos. Margarita, esposa del emperador alemán Leopoldo I, que murió con 21 años, y Carlos II«El Hechizado», cuya muerte sin herederos desencadenó la Guerra de Sucesión española. El funesto Carlos II es el miembro de la familia Habsburgo con el mayor coeficiente de consanguineidad de la dinastía, un 0,254 –el que se puede encontrar en una relación entre padre e hija–, y el portador de numerosas malformaciones que le invalidaban para reinar.

    Segundo matrimonio
    Después de la muerte de Isabel en 1644, se ajustaron nuevas nupcias en 1647 con su sobrina Mariana de Austria hija del matrimonio entre su hermana María Ana de España, el emperador Fernando III de Habsburgo y prometida de su hijo. El enlace se celebró en 1649 en la localidad madrileña de Navalcarnero.

                                     Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV

    De esta unión nacieron cinco hijos:
Rosa rojaMargarita (12 de julio de 1651 - 12 de marzo de 1673), esposa del emperador Leopoldo I (25 de abril de 1666).
Rosa rojaMaría Ambrosia de la Concepción (7 de diciembre de 1655 - 20 de diciembre de 1655).
Rosa rojaFelipe Próspero (1657 - 1661), príncipe de Asturias.
Rosa rojaFernando Tomás Carlos (1658 - 1659).
Rosa rojaCarlos (1661 - 1700), rey de España como Carlos II.
Moral pública
Para ello luchó contra la corrupción del reinado anterior. Ordenó encerrar al duque de Uceda y al duque de Osuna, confiscó los bienes del duque de Lerma y sometió a Rodrigo Calderón a un juicio en el cual se decretó su ejecución.
Mediante un decreto obligó a hacer un inventario de la fortuna de aquellas personas que desempeñasen cargos públicos y de relevancia. Para controlar este decreto formó la Junta de Reformación, que más tarde se encargaría de velar por la vida pública de los ciudadanos.
Uno de los aspectos que se aplicó con mayor trascendencia fue el aumento de la demografía española; para ello el Conde-duque prohibió la emigración y favoreció la inmigración y las familias numerosas.
Para favorecer la educación de los españoles, mandó construir el Colegio Real de Madrid en 1629 y otras instituciones, dirigidas principalmente por jesuitas.
Países Bajos
Los Países Bajos volvieron a la Corona española por la falta de descendencia de Isabel Clara Eugenia. Finalizada la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas en 1621, empezaron las hostilidades. Comenzaron así operaciones de bloqueo y contra los intereses holandeses en los puertos europeos. En tierra, la guerra se concretó en grandes asedios a ciudades, como en Breda, plaza tomada por Ambrosio de Spínola en 1625.
La respuesta de los holandeses se concentró en el mar. Tomaron Recife de Pernambuco, en la costa del Brasil portugués. En 1628 el corsario Piet Heyn se apoderó de la flota de Indias.
El cardenal-infante don Fernando, hermano del rey, tras vencer en los campos alemanes de Nördlingen (1634) a protestantes y suecos, invadió en 1635 el territorio holandés, en un esfuerzo por acabar con la guerra. La iniciativa quedó paralizada por el inicio de la guerra contra Francia. Más tarde, con la batalla naval de las Dunas en 1639, se perdió la posibilidad de enviar refuerzos a Flandes y la situación de la monarquía en los Países Bajos se hizo insostenible.
La ascensión al trono inglés de Carlos I provocó la reanudación de hostilidades entre España e Inglaterra. En 1625 una flota inglesa llevó a cabo un ataque fallido contra Cádiz. Pero ese fracaso simbolizó la obtención, por parte de Holanda, de un nuevo aliado contra la Monarquía y el impedimento de establecer relaciones marítimas con Europa por el mar Cantábrico. La rivalidad comercial entre ambos países en las Indias occidentales condujo en 1655 a la guerra anglo-española contra la Commonwealth inglesa durante el Protectorado de Oliver Cromwell.
 
Dentro de esta dinámica de reforma de la moral, dos pragmáticas tomadas por Felipe IV en el siglo XVII, en un ambiente de "reformación de las costumbres", pretendieron de repente abolir la prostitución en todos los territorios de la monarquía.

    Hijos extramatrimoniales
    Paradójicamente, el Rey que más hijos ha tenido en la historia de España, 13 legítimos, murió sin ser capaz de dar más heredero varón que el enfermizo Carlos II.
    Nadie sabe el número exacto de hijos que tuvo Felipe IV de Habsburgo fuera de sus dos matrimonios. Entre 20 y 40 se mueven las cifras más exageradas, pero ninguno de sus contemporáneos tuvo el atrevimiento de contar los resultados Un castigo casi bíblico para un Monarca –culto, inteligente, amigo de Velázquez y gran mecenas del arte–, que desatendió los asuntos de su reino hasta que éste comenzó a desmoronarse. Para entonces era demasiado tarde.de su promiscuidad sexual.
    El Rey acostumbraba a frecuentar de incógnito los palcos de los teatros populares de Madrid, como “El Corral de la Cruz” o “El Corral del Príncipe, en busca de aventuras amorosas. En una de estas incursiones, Felipe IV conoció a una joven actriz  llamada María Inés Calderón, a quien apodaban «la Calderona», y la cual había mantenido también relaciones con el duque de Medina de la Torres. El Monarca quedó admirado por la belleza de la joven y, con la excusa de felicitarla por su actuación, pidió reunirse en privado con ella.

Rosa rojaFernando Francisco Isidro de Austria (15 de mayo de 1626 - 12 de marzo de 1634), fruto de sus relaciones con Maria de Chirel. Falleció en la infancia, y fue póstumamente legitimado por el rey, siendo sepultado en El Escorial.
Rosa rojaJuan José de Austria (1629 - 1679), habido con la actriz María Inés Calderón fue el único hijo legitimado por su padre en vida. Presidió el gobierno entre 1677 y 1679.
Rosa rojaAlonso Henríquez de Santo Tomás (Vélez-Málaga, 9 de junio de 1631 - Málaga, 30 de julio de 1692), habido con Constanza de Ribera y Orozco, dama de honor de la reina Isabel de Borbón. Reconocido por el marido de su madre, rechaza el tardío reconocimiento ofrecido por el rey y entra en religión, siendo luego obispo de Málaga.
Rosa rojaAlonso Antonio de San Martín (1636 - 1705), habido con Mariana Pérez de Cuevas. En religión desde 1650, llega a ser obispo de Oviedo y Cuenca.
Rosa rojaFernando Valdés (1638 - 1702), habido con Ana María de Uribeondo. Fue gobernador de Novara desde 1661.
Rosa rojaCarlos Fernando de Austria (Madrid 1639 - Guadix (Granada) 1696), habido con la vizcaína Casilda Manrique de Luyando y Mendoza,7 guarda mayor de las damas de la archiduquesa (posteriormente reina consorte) Mariana de Austria. Tras enviudar, se ordenó sacerdote, llegando a ser canónigo (1691 - 1696) de la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de Guadix por designación de su medio hermano el rey Carlos II, a donde se trasladó con su hija Mariana.8 Con descendencia hasta nuestros días. 9
Rosa rojaJuan Cossío (1640 - 1701), habido con Teresa (o Tomasa) Aldana. Fue monje agustino y predicador desde 1655.
Rosa rojaAna Margarita de Austria (1641 - 1699), habida con Margarita del' Escala. Monja desde 1656, llegó a ser priora del madrileño Real Monasterio de la Encarnación.
 
A principios del mes de septiembre de 1665, el rey comenzó a sentirse mal, deponiendo heces sanguinolentas, lo que induce a pensar que cayó enfermo de disentería, de resultas de la cual falleció el 17 del mismo mes, no sin antes padecer notablemente a causa de la enfermedad. Fue enterrado en la Cripta Real del Monasterio de El Escorial, tal como él mismo había dispuesto en su testamento.

feather-small

domingo, 1 de noviembre de 2015

Baltasar Carlos de Austria.


                                      Casa de Austria800px-Principe_Baltasar_Carlos_a_caballo_Velazquez_detail
              Nació 17 de octubre de 1629 Madrid, España
Coat_of_Arms_of_the_Prince_of_Asturias-Argen_Label_(1580-1665).svg  Hijo del rey Felipe IV de España y de su primera esposa Isabel de Francia. Fue bautizado el 4 de noviembre de 1629 en la madrileña Parroquia de San Juan. Los padrinos fueron la infanta doña María, futura reina de Hungría, y el infante don Carlos, tíos del recién nacido, a quien llevó en brazos doña Inés de Zúñiga y Velasco, condesa de Olivares (esposa del conde-duque de Olivares), en una silla de cristal de roca, que se dice era la alhaja más preciosa que hasta entonces se hubiese visto.
La propia condesa de Olivares, que también era Camarera mayor de la reina Isabel, ejerció como aya del príncipe, lo que dio lugar a comentarios sobre el control que el conde-duque de Olivares ejercía sobre el heredero.
los-reyes-mariana-y-felipe-iv
Carlos IV y su segunda esposa, sobrina y prometida de su hijo antes de morir  Mariana de Austria.
Baltasar Carlos de Austria Príncipe de Asturias, Gerona y Viana, Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer y heredero universal de todos los reinos, estados y señoríos de la Monarquía Hispánica hasta su muerte.
El 7 de marzo de 1632 fue jurado ante la nobleza y las Cortes de Castilla como "Heredero de su Majestad" y "Príncipe de los Reinos de Castilla y León, en una ceremonia que tuvo lugar en el monasterio de San Jerónimo el Real de Madrid.
Pronto se iniciaron gestiones diplomáticas encaminadas a buscarle una futura esposa, siendo la elegida la archiduquesa Mariana de Austria, hija del emperador Fernando III y de su tía paterna, la infanta María Ana de Austria, y, por tanto, prima hermana suya.
En abril de 1646, deseoso Felipe IV de que su hijo fuese jurado heredero de la Corona por los navarros, como el año anterior lo había sido por los aragoneses, se trasladó junto a éste desde Madrid a Pamplona, donde, después de reconocerse los fueros del reino navarro, se celebró solemnemente aquella ceremonia el día 3 de mayo.
Finalizado el acto, la familia real, se trasladó a Zaragoza. El día 5 de octubre, víspera del segundo aniversario de la muerte de la reina Isabel de Borbón, Felipe IV y Baltasar Carlos asistieron a las vísperas y nocturno en su memoria. Aquella misma tarde el príncipe se sintió enfermo y al día siguiente, sábado 6 de octubre, tuvo que quedarse en cama mientras el rey acudía al funeral. La enfermedad, la viruela, fue fulminante, así, el martes 9 de octubre, a las ocho de mañana, el arzobispo de Zaragoza le administraba el viático. Se dice que el Santísimo se expuso hasta las tres de la tarde, cuando se hizo una procesión general al convento de Jesús, donde se había llevado a la Virgen de Cogullada y se la trajo procesionalmente al altar de La Seo donde se rodeó de velas y oraciones. A las nueve de la noche de ese mismo día 9 de octubre, moría el príncipe Baltasar Carlos. Sus restos permanecieron en Zaragoza hasta la noche del 16 de octubre, cuando fueron trasladados al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
La muerte del príncipe dejó a la Monarquía sin un heredero varón directo lo que ocasionó una grave crisis dinástica (la única posible heredera que quedaba con vida era la infanta María Teresa) y sumió al rey en una profunda desazón como se observa en una carta escrita a su consejera espiritual, sor María de Ágreda:
" Las oraciones no movieron el ánimo de Nuestro Señor por la salud de mi hijo que goza de su gloria. No le debió de convenir a él ni a nosotros otra cosa. Yo quedo en el estado que podéis juzgar, pues he perdido un solo hijo que tenía, tal que vos le visteis, que verdaderamente me alentaba mucho el verle en medio de todos mis cuidados  he ofrecido a Dios este golpe, que os confieso me tiene traspasado el corazón y en este estado que no sé si es sueño o verdad lo que pasa por mí."
De esta carta se desprende el dolor y la desesperación de Felipe IV que, en apenas cinco años, había perdido a su hermano menor, el cardenal-infante don Fernando; a su mujer, Isabel de Borbón; y a su único hijo varón y heredero universal, el príncipe Baltasar Carlos.
Tras la muerte de Baltasar Carlos 17 de octubre de 1629
Madrid, España, Felipe IV estaba obligado a casarse de nuevo para dar continuidad a la dinastía. La elegida fue la prometida del fallecido príncipe y sobrina suya, en cuanto hija de su hermana María Ana, la archiduquesa Mariana de Austria.
Los discursos sobre la conveniencia de una u otra esposa para Felipe IV comenzaron desde la misma muerte de Baltasar Carlos, dada la urgencia que presentaba la cuestión sucesoria. Razones políticas y de Estado, así como físicas o naturales, y que podrían resumirse en el "capital dinástico" y en la madurez sexual, determinaron que la nueva esposa del rey debía ser la joven archiduquesa, que por esas fechas contaba tan solo doce años de edad.
En enero de 1647 Felipe IV emitió un decreto con la resolución de casarse con la archiduquesa Mariana de Austria. El matrimonio se celebró el 7 de octubre de 1649 en Navalcarnero, contando el novio cuarenta y cuatro años y la novia quince. De este matrimonio nacerían varios vástagos, de los que solo sobrevivirían la infanta Margarita Teresa, casada con el emperador Leopoldo I, y el futuro Carlos II.
Lección_de_equitación_del_príncipe_Baltasar_Carlos,_by_Diego_Velázquez
Lección de equitación del  el príncipe Baltasar Carlos en el picadero de Diego Velázquez (1636-1637).

feather-small

lunes, 7 de septiembre de 2015

La Reina Consorte de los Belgas.



Veinticuatro años después de la muerte trágica de la reina Astrid de Bélgica, consorte de Leopoldo III, Donna Paola Ruffo di Calabria fue la primera princesa que pisó el palacio de Laeken, tras una boda de campanillas que dio largas horas de trabajo a lospaparazzi y a la todavía piadosa "prensa del corazón" de la época. Nacida en 1937 en Fonte di Marmi, una estación balnearia donde su familia poseía una casa de veraneo, la niña recibió los nombres de Paola Margherita Giuseppina Maria Antonia, y detrás, una larga lista de apellidos nobles: de la madre, Luisa dei Conti Gazelli di Rossana e di Sebastiano y del padre, Fulco príncipe de Ruffo di Calabria, duque de Guardia Lombarda y conde de Sinopoli.

Los príncipes Ruffo di Calabria conforman uno de los linajes más antiguos de Italia. El primer ancestro que se conoce de esta Casa es Giordano Ruffo, quien fuera gran mariscal del Reino de Sicilia a comienzos del año 1200. A partir del siglo XIV los Ruffo se dividieron en dos ramas: los Ruffo príncipes de Scaletta y los Ruffo príncipes de Calabria. A ésta última rama pertenece Paola, hoy reina consorte de los Belgas, quien está emparentada con las principales familias aristocráticas de Italia: Alliata, Colonna, Rospigliosi, Orsini, Pallavicini y entre sus ancestros se encuentra el marqués de Lafayette, héroe francés de la Independencia de los Estados Unidos, y Jean-Louis-Paul-Francois, 5º duque de Noailles.
En 1959 se casó con Alberto, entonces príncipe de Lieja. Era una joven de belleza perfecta, que hubiera podido hacer carrera como modelo o como estrella de cine. Pero, al decir de los italianos, la boda con Alberto de Lieja fue obra de su hermano Antonello, el hombre de negocios de la familia, que quería dar un destino más alto al mejor capital de los Ruffo.

Su historia de amor tentaría a cualquier guionista de Hollywood. Durante la entronización del papa Juan XXIII el príncipe Alberto se fija en la joven aristócrata y no puede dejar de pensar en ella durante el resto de la velada. A los dos días Paola es invitada a una recepción en la embajada belga. Balduino de Bélgica, al percatarse del enamoramiento de su hermano menor, que no puede dejar de nombrar a Paola, encarga al embajador en Italia que realice unas averiguaciones sobre la joven. Éste descubre un árbol genealógico impecable y un pasado impoluto, por lo que el heredero da su permiso para que Alberto viaje a una fiesta de la princesa Borghese, a la que Paola también acudiría. Unas vacaciones de esquí y paseos bajo el sol de la Toscana hicieron el resto. Una excusa tan infantil como la de enseñar a conducir a la princesa les permitió salirse de los encorsetados círculos reales de la época.

El enlace fue considerado en su tiempo la boda del siglo, como todas las bodas reales que movilizan las masas y colman las expectativas del gran público. La novia llevó una diadema de brillantes estilo art-decó con diseño geométrico y tres filas de diamantes, tiara que también puede ser usada como gargantilla y fue un regalo de la reina Elisabeth (nacida princesa de Baviera, sobrina de la emperatriz Sissi de Austria y esposa del rey Alberto I) a su nuera, la reina Astrid, en 1935, con motivo del nacimiento de su hijo Alberto. Tras la muerte de Astrid, la joya fue usada por la segunda esposa del rey, Lilian Baels. Paola ha lucido esta pieza, una de sus preferidas, en numerosas ocasiones siendo princesa de Lieja y luego de convertirse en reina de los Belgas.

Junto a la valiosa tiara, la bella italiana lució un precioso velo de encaje de bolillos de Bruselas del siglo XIX, realizado en hilo de lino sobre tul de algodón, el mismo que estrenara Laura Mosselman du Chenoy (1877) en su boda con don Beniamino, príncipe Ruffo di Calabria y que llevaría su hija, Luisa Gazelli (madre de la reina Paola), condesa de Rossana y de Sebastiano, en 1919, durante sus nupcias con Fulco, príncipe Ruffo di Calabria. Años más tarde, el velo sería utilizado por la princesa Astrid, hija de Alberto y Paola, cuando se casó en 1984 con el príncipe Lorenzo, archiduque de Austria–Este, y por Matilde en 1999, para el día de su boda con el príncipe Felipe, el otro hijo, heredero de la Corona.
Era la primera princesa en el palacio de Laeken desde 1935, pero no la primera mujer. Había otra en palacio, la plebeya Lilian, que se había casado con Leopoldo III en 1941, en plena ocupación alemana y sin autorización del Parlamento. Había recibido el título de princesa de Rethy y tuvo tres hijos con el rey, hermanastros de Balduino y de Alberto, pero sin ningún derecho sucesorio. Por tanto, ninguna otra mujer había desempeñado desde la muerte de Astrid funciones oficiales como miembro de la casa real.

Paola era una preciosa muchacha llegada del sol de Italia a la brumosa Bélgica, donde reinaba Balduino. Y la corte en la que entró, convertida en princesa de Lieja, había quedado paralizada en el tiempo. Era un convento lleno de hombres vestidos de gris, regido por un protocolo envarado y animado por una religiosidad excesiva. La aparición de una cuñada también latina, Fabiola de Mora y Aragón, justo al cabo de un año de su boda, no mejoró las cosas para la "dulce Paola". La española era mujer de faldas plisadas bajo la rodilla; la italiana, de minifaldas. Una, recatada; la otra, extravertida. La primera, católica tradicional; la segunda, más que posconciliar. La aragonesa, calmada y conforme con el protocolo; la calabresa, adicta a la Vespa, al rock y a la vida mundana.

En sus primeros años como princesa, Paola fue rebelde e inadaptada y llenó con sus escándalos las páginas y portadas de la prensa. Su belleza, clase y estilo le hicieron acreedora del título “la princesa más bella de Europa”, y sin duda lo era. Ni Balduino ni Fabiola aceptaron nunca la vida disoluta de los príncipes de Lieja, protagonistas ambos del mayor escándalo de las cortes europeas de entonces.
Se trataba de un caso similar al de Carlos de Inglaterra con Diana Spencer ya que, al igual que el de los británicos, estuvo jalonado de mutuas infidelidades y adulterios.
Él, entre otras, con una condesa belga (de la que nacería una hija bastarda reconocida por Alberto, ya rey, con posterioridad). Ella también con varios amores y amoríos.
A los cuatro años de casada, las cosas no andaban bien para Paola. Sólo aparecía en los actos donde su presencia era imprescindible. Se la vio bostezar en plena ópera. Entonces sólo se rompió la magia del flechazo con que la recibieron los belgas y su popularidad empezó a erosionarse. Mucho se dijo en la época sobre la estabilidad de su matrimonio, atribuida indefectible y malintencionadamente a su actitud. Como si "el marido de Paola", tal como se le nombraba, no fuera también un hombre animado y juerguista. La Libre Belgique, diario conservador y católico, escribía que todas las anteriores circunstancias "convirtieron en difícil de vivir su destino de princesa, llegando a perjudicar incluso al equilibrio de la pareja principesca".
Pronto, los príncipes de Lieja, versión belga de los príncipes de Gales, montaron los primeros escándalos. Sobre todo él. Ella, una muchacha joven y bonita, decidió pagar con la misma moneda a su infiel marido, sin importarle ni la familia ni los reyes ni el prestigio personal.
Primero había revolucionado las cortes europeas de los ‘60 con sus minifaldas, con sus biquinis, con su intensa belleza que convertía en momias a todas las reinas y princesas de la época –con excepción, probablemente, de Grace de Mónaco, aunque ella no contaba-. Pero Bruselas fue demasiado para ella, como lo fue la falta de espíritu que arrastraba su marido, a quien, en vida del virtuoso Balduino, le dio por pecar sin ton ni son. Mucho antes de que la princesa Diana se rebelara contra la corte inglesa, Paola hizo su propia revolución y, con 30 años escasos, dejó marido e hijos para ir en pos del fotógrafo de Paris Match, el conde de Munt, un italiano que la llevó a una playa de Cerdeña tras avisar a los paparazzi, tan de moda en aquellos años.
Las fotografías de la pareja paseando abrazados, él llevando las manos en la cintura desnuda de Paola, obligó a intervenir al rey Balduino, apartando en secreto a su hermano, cuyos amores con la condesa belga eran de dominio público, de la sucesión al trono. Pero su repentina muerte le impidió materializar aquella decisión. Por tanto, al fallecer el monarca, Alberto de Lieja hizo valer todos sus derechos, que los tenía oficialmente, para convertirse en el rey de los Belgas.

El pueblo belga comenzó a llamar, despectivamente, a Paola «la italiana» o «la princesa de las maletas», por lo mucho que viajaba. En uno de estos viajes, concretamente a Londres, se hizo público en la prensa que la princesa de Lieja y el cantante italo-belga Salvatore Adamo habían sido vistos juntos bailando en locales nocturnos de la capital británica. La cuñada de los reyes Balduino y Fabiola, que era una gran aficionada a la música moderna (no era difícil verla bailando incluso descalza en locales de moda de Bruselas), pidió a Adamo que compusiera para ella una canción. Él, que parecía haberse enamorado de la princesa, así lo hizo. El resultado fue: “Paola, dulce Paola”, canción que despertó comentarios de toda índole no sólo en el país, sino en la corte. Algunas estrofas parecían hablar por sí solas: «Paola, en el fondo de mi corazón conservo / al igual que de una bella flor el recuerdo de tu dulzura / hoy he visto de verdad, a una paloma, amor».
Poco le duró la aventura y Paola volvió a casa gracias al perdón de Balduino y Fabiola, empeñados en salvar su alma descarriada. No fue mala estrategia. La rebelde princesa acabó por aceptar su destino de matrona. Había tenido tres hijos con Alberto: Felipe (Philippe Léopold Louis Marie), duque de Brabante; Astrid (Astrid Josephine Charlotte Fabrizzia Elisabeth Paola Marie) y Laurent (Laurent Benoït Baudouin Marie). Y, poco a poco, se re-enamoró del ya maduro Alberto. "A principios de los años ochenta, el cielo está sereno bajo la pareja que continúan formando Paola yAlberto. Posiblemente han empezado un nuevo capítulo de su vida en común", escribía el diario popular bruselense La Lanterne.

El estilo de la actual reina de los Belgas ha sido siempre discreto, tanto en vestuario como en joyas. Nada del glamour y brillo que caracterizó la alta costura de los ’80 y ’90. Algunos aderezos heredados y alhajas privadas muy personales, como los célebres morettivenecianos. Alberto Nardi, tercera generación de joyeros de La Serenissima, cuenta cómo nacieron esos moretti: “Mi abuelo era de Florencia…se asentó en Venecia y allí creó su joyería… Quería hacerle un regalo muy especial a su esposa, nada al uso y creó un moretto inspirado en los soldados venecianos del siglo XVIII, que en aquellos momentos llevaban un único pendiente en forma de talla con cara de un turco. Mi abuelo creó una joya para mi abuela e hizo el primer moretto de oro con esmalte enriquecido con piedras preciosas”.
El tiempo, la historia de Venecia y las circunstancias han hecho de estas piezas de joyería un objeto de culto para que el novio obsequiara a la novia con un moretto y las damas de la aristocracia cayeran en el hechizo para lucir esta joya en sus mejores ocasiones. La hoy reina de los Belgas, aún siendo princesa Ruffo di Calabria pasó por la Piazza San Marco para encargar una de estas joyas que, con el tiempo, pasaría a ser el moretto más venerado, aquel que la soberana belga aún luce en muchas ocasiones palaciegas y al que pusieron por nombre “Paola”.
Era abuela ya y parecía dispuesta a esperar que su hijo Felipe sucediera al tío Balduino, cuando la prematura muerte

de éste hizo que la corona fuera a parar a la cabeza de su marido. Paola acababa de reconocer que daba por bien empleada su vida y su matrimonio cuando dejó de ser princesa de Lieja y se convirtió en Reina Consorte de los Belgas, en 1993. Todos los cuentos de los años mozos pasaron a ser no más que maledicencias o exageraciones. Basta con oír hablar sobre la nueva regina a alguno de los más de doscientos mil italianos que viven en Bélgica y que componen la colonia extranjera más numerosa. O a los belgas, todavía emocionados por la desaparición de Balduino.

Paola es una abuela de leyenda, tanto por la hermosura que conserva a pesar de los años como por su humanidad y su simpatía. Se sabe también que llegó al trono impregnada de una nueva religiosidad casi mística. La Libre Belgiqueasegura que las tormentas han amainado gracias, entre otros, al apoyo espiritual de Renovación Carismática.
Paola de Bélgica, la dulce Paola que cantaba Adamo, la rebelde Paola que un buen día se fue de palacio para vivir un idilio en Cerdeña con un conde italiano, reconoce estar domesticada. A los 70 años, aún hermosa, la actual reina de los belgas ha decido pasar revista a una vida que estuvo en todas las portadas de Europa desde que dejó Italia para casarse con un príncipe belga.



feather-small

https://youtu.be/vLN1rLKh85o
 
Plantilla creada por maria basada en la minima de blogger.