sábado, 4 de septiembre de 2010

Isabel I Tudor.(reina de Inglaterra)


                          Reina de Inglaterra e Irlanda.
                                       Casa Tudor.
sabel Tudor, h.                                   Isabel Tudor.
Isabel I, en inglés Elizabeth I, a menudo conocida como La Reina Virgen, Gloriana o La Buena Reina Bess, (Greenwich, 7 de septiembre de 1533 – Richmond, 24 de marzo de 1603) fue Reina de Inglaterra e Irlanda desde el 17 de noviembre de 1558 hasta el día de su muerte. Isabel fue la quinta y última monarca de la Dinastía Tudor. Hija de Enrique VIII, nació como princesa, pero su madre, Ana Bolena fue ejecutada cuando ella tenía tres años, con lo que Isabel fue declarada hija ilegítima. Sin embargo, tras la muerte de su medio hermano Eduardo VI y su media hermana María I, Isabel asumió el trono.
Una de las primeras medidas que tomó fue establecer una iglesia protestante independiente de Roma, que luego evolucionaría en la actual Iglesia de Inglaterra, de la que se convirtió en la máxima autoridad.
Se esperaba que Isabel contrajera matrimonio, pero pese a varias peticiones del Parlamento, nunca lo hizo. Las razones para esta elección no se conocen, y han sido ampliamente debatidas. A medida que Isabel fue envejeciendo, su virginidad la volvió famosa, y un culto creció alrededor de ella, celebrado en retratos, desfiles y literatura de la época.
Sin embargo la reina Isabel I no murió virgen ya que se sabe que tuvo una fuerte relación con un cortesano llamado Robert Dudley, primer conde de Leicester, también se relaciono con sir Walter Raleigh y Robert Devereux, segundo conde de Essex. Se sabe según registros que la reina si mantenía relaciones con estos personajes, sin embargo ella no podía concebir porque era estéril.
Tan solo se le dio este apodo porque según la tradición se supone que si una reina no contrae matrimonio se conservaría virgen, obviamente en este caso no fue así.

La reina se hizo cargo de un país dividido por cuestiones religiosas en la segunda mitad del siglo XVI. Durante su reinado, Inglaterra tuvo un gran esplendor cultural, con figuras como William Shakespeare y Christopher Marlowe; también son importantes figuras Francis Drake y John Hawkins. Mantuvo gélidas relaciones con Felipe II, con quien libró una guerra que arruinó económicamente a ambos países. Su reinado de 44 años y 127 días ha sido el cuarto más largo de la historia inglesa, por detrás de los de Victoria I, Jorge III, Isabel II y Eduardo III de Inglaterra.

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                               Escudo de la Casa Tudor.
Isabel nació en el palacio de Placentia, el 7 de septiembre de 1533, siendo la hija de Enrique VIII de Inglaterra y de su segunda esposa, Ana Bolena. Enrique habría preferido un varón para asegurar la sucesión de la casa Tudor pero, tras su nacimiento, Isabel se convirtió en princesa heredera al trono de Inglaterra. Al ser Ana incapaz de dar un heredero al rey, éste ordenó ejecutarla bajo la acusación de traición (el adulterio al rey se consideraba traición) y brujería, por haber mantenido relaciones incestuosas con su hermano mayor (19 de mayo de 1536); cargos que son considerados hoy como falsos, aunque existen cartas cruzadas entre la reina María I Tudor, medio hermana de Isabel y su esposo el rey Felipe II de España, en las que María informa a su esposo que no considera a Isabel su legítima sucesora por ser hija del músico Mark Smeaton, lo que daría hoy en día un vuelco a la inocencia de Ana Bolena en su acusación de adulterio. Isabel tenía entonces tres años cuando fue declarada hija ilegítima, por lo que perdió su título de princesa. Vivió retirada de la Corte, lejos de su padre y de sus sucesivas esposas, aunque la última de éstas, Catalina Parr, medió para que padre e hija se reconciliaran. Isabel, junto con su medio hermana María Tudor, hija de Catalina de Aragón, recobró sus derechos en la línea sucesoria, detrás de su hermano el príncipe Eduardo hijo de Jane Seymour, gracias al Acta de Sucesión de 1544.
Entre sus asistentes en la época del exilio, destacan Katherine Champernowne y Matthew Parker. La primera fue incluida entre los miembros de la casa de Isabel previamente a la muerte de su madre y mantuvo con la futura reina una amistad que se prolongó hasta su posterior deceso. Matthew Parker fue el sacerdote favorito de Ana Bolena, quien le hizo prometer antes de su ejecución, que se preocuparía del bienestar de su hija.
En cuanto a su personalidad, Isabel tenía mucho en común con su madre: neurótica, carismática, enamoradiza y rabiosamente protestante. También heredó su delicada estructura ósea, así como sus rasgos faciales; del rey, sólo su cabello rojizo.
Tras la muerte de Enrique VIII en 1547 y el ascenso al trono de su hijo, Eduardo VI, Catalina Parr contrajo nuevo matrimonio con Thomas Seymour — tío de Eduardo — llevándose a Isabel consigo. Allí, ésta recibió una exquisita educación que le propició una excelente expresión en su inglés natal, en francés, en italiano, en español, en griego y en latín. Bajo la influencia de Catalina, Isabel se formó como protestante.
Mientras su medio hermano se mantuvo en el trono, la posición de Isabel fue inestable. Sin embargo, en 1553, Eduardo moriría a los 15 años. Antes de su fallecimiento, y contraviniendo el Acta de Sucesión dictada por su padre en 1544, Eduardo declaró heredera a lady Jane Grey, que sería depuesta a menos de dos meses desde su coronación. Apoyada por el pueblo, María Tudor ingresó triunfante en Londres acompañada de su media hermana.
Sin hacer caso de la opinión pública, María contrajo matrimonio con el príncipe Felipe de España, futuro rey de España bajo el nombre de Felipe II. La impopularidad de esta unión, provocó en María el miedo a ser derrocada por una rebelión popular que nombrara a Isabel como nueva monarca. Este temor casi se hizo realidad cuando la Rebelión Wyatt de 1554 intentó evitar su boda. Tras su fracaso, Isabel fue hecha prisionera en la Torre de Londres pero su ejecución, solicitada por algunos miembros del séquito español, nunca se materializó debido a la resistencia de la corte inglesa a enviar a un miembro de los Tudor al patíbulo. La reina intentó entonces apartar a Isabel de la línea sucesoria como castigo pero el Parlamento se lo impidió. Tras dos meses de encierro en la Torre, Isabel fue puesta bajo vigilancia de Sir Henry Bedingfield. A finales de ese año, corrió el falso rumor de que María se encontraba embarazada. Se permitió entonces que Isabel retornara a la corte, ya que Felipe guardaba cierto recelo a que su esposa muriera durante el parto, en cuyo caso prefería que el trono fuera destinado a la recluida y no a aquella.
Al instante en el que se desmintió el hecho, María, incapaz de evitar que Isabel le sucediera, intentó convertirla al catolicismo, cosa que esta última fingió aceptar pese a que en su interior siguió siendo fiel a la fe protestante.
Isabel I en su coronación, 1559.
                                Isabel I en su coronación.
Isabel I retrato Darnley.
                                  Isabel I retrato Darnley.
En 1558, tras la muerte de María, Isabel subió al trono, siendo coronada el 15 de enero de 1559, en lo que fue la última ceremonia de coronación en latín de Inglaterra, a partir de su sucesor, Jacobo I, el rito de coronación se realizó en inglés. Isabel era mucho más popular que su hermana María y se dice que, tras la muerte de ésta, el pueblo lo celebró por las calles.
Queen Elizabeth I's Coronation Jeweled Collar from Sapphire & Sage
Pero, en el día de su coronación, Isabel I, llevaba un collar de oro con diamantes negros y rojos y perlas lágrima colgando de los diamantes rojos.
Al comienzo de su reinado, la política exterior de Isabel se caracterizó por su cautelosa relación con la España de Felipe II, que se había ofrecido a casarse con ella en 1559, y sus problemáticas relaciones con Escocia y Francia, país este último con el que se encontraba en guerra debido a que su hermana María había decidido apoyar a su marido Felipe en la guerra casi continua en la que se hallaban inmersas España y Francia desde 1522.
La reina de Escocia, María Estuardo, nieta de Margarita Tudor (la hermana de Enrique VIII, el padre de Isabel), estaba casada con Francisco II de Francia. Aunque residía en Francia, su madre, María de Guisa; parte de una de las más poderosas y católicas casas nobiliarias francesas, la de Guisa, regía el reino en su ausencia, defendiendo los intereses de los católicos en Escocia.
Debido a la guerra contra Francia en la que se hallaba Inglaterra, Francisco II apoyó las pretensiones de su mujer María Estuardo al trono inglés, mientras que la madre de ésta última, María de Guisa permitió la presencia de tropas francesas en bases escocesas.
Rodeados por la amenaza francesa, Isabel y Felipe se vieron forzados a unir fuerzas, pese a sus diferencias religiosas. Por un lado, y gracias a la mediación de Felipe, Inglaterra se sumó al tratado de paz de Cateau-Cambrésis en 1559, en el que Isabel renunció formalmente a la última plaza de soberanía inglesa en Francia, Calais, que había sido capturada por Francisco de Guisa, hermano de María de Guisa, el año anterior, mientras que Francia se comprometía a retirar su apoyo a las pretensiones de María Estuardo al trono inglés. Durante las celebraciones que acompañaron a la firma de este tratado de paz, Francisco II murió, lo que provocó en 1561 el regreso de su esposa María a Escocia
Además, en el mismo año (1559), Isabel apoyó la revolución religiosa de John Knox, líder protestante escocés, que buscaba eliminar la influencia católica en Escocia. Isabel envió un ejército a sitiar Leith, donde se concentraban las tropas francesas, y una armada a bloquear el Firth of Forth, donde se esperaba que los franceses desembarcaran refuerzos para apoyar a los escoceses. Aunque el sitio de Leith fue un terrible fracaso, la armada logró impedir el desembarco francés, y facilitó la victoria rebelde, logrando, tras la muerte de María de Guisa en 1560, la firma por parte de representantes de María Estuardo del Tratado de Edimburgo, que eliminó la influencia francesa en Escocia, aunque María se negó siempre a ratificar dicho tratado.
Mientras tanto, en Francia, Catalina de Médicis, regente en nombre de Carlos IX tras la muerte de Francisco II, fue incapaz de impedir a Francisco de Guisa llevar a cabo una matanza de hugonotes, con lo que estalló una guerra religiosa entre la casa católica de Guisa, dirigida por Francisco y la casa protestante de Borbón, dirigida por el príncipe de Condé, Luis Borbón. Isabel apoyó la causa protestante, llegando a comprar a estos últimos el puerto de El Havre, que pensaba intercambiar por Calais al final de la guerra. Sin embargo, tras la tregua entre protestantes y católicos de 1563, Isabel fue incapaz de retener El Havre y firmó una paz con Francia en 1564.
Tras las victorias en Escocia y la desafortunada intervención en Francia, desaparecieron los únicos elementos comunes de la política exterior de Isabel y Felipe II, lo que se tradujo en un continuo decaimiento de las relaciones entre ambos países, a la vez que en un acercamiento de Inglaterra a Francia.
Desde los primeros años de su reinado, Isabel depositó su confianza en Sir William Cecil (Lord Burghley desde 1572), que fue primero Secretario Real y luego Tesorero real hasta su muerte en 1598, momento en el cual la confianza de la reina pasó al hijo de éste, Robert Cecil.

 
Las relaciones entre María I de Escocia y su prima,3 Isabel I de Inglaterra fueron muy tirantes, el control de ambos reinos estaba
                               La reina María I de Escocia.
Poco después del ascenso de Isabel al trono se inició un debate sobre quién tenía que ser el esposo de la reina, incluyendo la petición del Parlamento a la reina de que contrajera matrimonio. Sin embargo, contraer matrimonio hubiera significado para Isabel compartir el poder con el rey consorte, algo hacia lo que sentía cierta repulsión, y que puede explicar en parte su negativa constante a hablar siquiera de matrimonio. Sin hijos que le sucedieran, Isabel tenía dos herederas lógicas: María Estuardo, descendiente de la hermana mayor de Enrique VIII, Margarita Tudor y Catherine Grey, hermana de Jane Grey y descendiente de la hermana menor de Enrique VIII, María Tudor. Isabel sentía animadversión tanto hacia María Estuardo, por sus enfrentamientos anteriores y su catolicismo, como hacia Catherine Grey, que se había casado sin el permiso real y cuya hermana había "usurpado" el trono inglés.
El problema de la sucesión se agravó en 1562, año en el que la reina sufrió la varicela. Aunque se recuperó de esta enfermedad, el Parlamento volvió a insistir en la necesidad de que Isabel se casara para obtener descendencia, a lo que Isabel se negó, disolviendo el parlamento hasta 1566, año en el que necesitaba obtener su permiso para recaudar más fondos, permiso que le fue otorgado a condición de que se casara, a lo que Isabel volvió a negarse. En 1568, Catherine Grey murió dejando descendientes que por distintas razones no eran aptos para el trono; así pues, María Estuardo vio aún más reforzada su posición de heredera natural del reino.
Sin embargo, María tenía sus propios problemas en Escocia, donde una rebelión provocada por su boda con el asesino de su segundo marido (con el que había concebido a Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia) forzó que abdicara en su hijo Jacobo y huyera a Inglaterra. Allí fue muy mal recibida, y, debido a lo peligrosa que era para Isabel como heredera del trono, y al descubrimiento de unas cartas supuestamente escritas por ella donde instigaba a los asesinos de su segundo marido a actuar, fue recluida en el Castillo de Sheffield.
En 1568, Isabel se sintió amenazada por la durísima represión del Duque de Alba de las revueltas protestantes en Holanda y por el ataque de Felipe II contra los barcos de Francis Drake y John Hawkins. Mientras que sus consejeros, encabezados por Francis Walsingham, pedían a la reina que apoyara la causa protestante como ya había hecho años antes con el príncipe de Condé, ésta se inclinó por ordenar la captura de la flota de Indias en 1569.
Ese mismo año (1569) se producen la llamada Rebelión del Norte, liderada por nobles católicos de dicha zona del país, que esperaban contar con el apoyo de España contra Isabel, y la primera rebelión de Desmond contra el gobierno inglés en Irlanda, liderada por James Fitzmaurice Fitzgerald; sin embargo, tanto el Duque de Alba como Felipe II eran reacios a intervenir en Inglaterra, dada la situación en Holanda. Privados sus enemigos de apoyo exterior, Isabel pudo hacer frente a las rebeliones, aunque fue excomulgada por una bula papal en 1570, que exacerbó sus problemas con los católicos. Un año después, en 1571, el banquero florentino Ridolfí, planeó asesinar a la reina y colocar a María Estuardo en el trono, con apoyo de España, para restaurar el catolicismo. El plan, sin embargo, fue descubierto por Cecil, y los conspiradores, entre los que se encontraba el duque de Norfolk, primo de Isabel, fueron ejecutados.
El endurecimiento de sus problemas con los católicos no impidió a Isabel inclinarse por una alianza con Francia como contrapeso a España, a pesar de la matanza de San Bartolomé de 1572. Isabel llegó incluso a negociar su matrimonio con el futuro Enrique III de Francia, y, tras la coronación de éste, con su hermano Francisco de Anjou que falleció en 1584, antes de que el matrimonio pudiera llevarse a cabo.
La presión sobre Isabel para que apoyara a los protestantes holandeses fue incrementándose, hasta que en 1577, el consejo real, incluyendo a Cecil, aprobó unánimemente el envío de una fuerza expedicionaria. Isabel confirió el mando de dicha fuerza a Robert Dudley, conde de Leicester, pero cambió de opinión al año siguiente (1578) y retiró su apoyo por su reticencia a entrar en un conflicto abierto con España.
En 1579, apoyándose en la bula de excomunión contra Isabel, James Fitzmaurice Fitzgerald lanzó la segunda rebelión de Desmond, contando con el apoyo del Papa, que envió tropas y dinero, y de Felipe II, que también envió un pequeño cuerpo expedicionario a Irlanda y aceptó ser coronado en lugar de Isabel cuando la revolución triunfara. Sin embargo, las tropas de la reina lograron contener poco a poco la rebelión, acabando con ésta en 1583.

 

200px-Elizabeth_I_(Armada_Portrait)         Retrato de Isabel I (de autor anónimo, hacia 1589), conmemorando la derrota de la armada española (representada en el fondo). Obsérvese el globo terráqueo bajo la mano derecha de la reina, símbolo de su poder mundial.
Isabel I de Inglaterra, tras el apoyo español a los rebeldes irlandeses y el ascenso de Felipe II al trono de Portugal, y sobre todo, dada la desesperada situación protestante en Holanda, donde Amberes estaba a punto de caer, y en Francia, donde la Liga Católica y la familia Guisa habían logrado imponer su voluntad a Enrique III, se sentía seriamente amenazada por España. Temiendo la rendición holandesa y la instauración de un títere español en Francia, Isabel se comprometió en 1585 a apoyar a los rebeldes holandeses, y envió al Conde de Leicester con 5.000 hombres y 1.000 caballos. Como garantía de pago por sus gastos, Isabel deseaba los puertos de Brielle y Flesinga. Sin embargo, Isabel rechazó ser coronada como reina de Holanda, ya que eso le hubiera comprometido totalmente en la guerra, y su situación económica no lo permitía. El conde de Leicester no fue capaz de obtener ninguna victoria militar significativa y, de hecho, todas sus intervenciones acabaron en derrota. Esto, unido a que aceptó, contra la expresa voluntad de Isabel, el título de gobernador general de Holanda, provocó que fuera llamado a Inglaterra en 1587.
Asimismo, Isabel apoyó la piratería de Francis Drake contra la marina mercante española, lo que llevó a Felipe II a considerar la posibilidad de una guerra abierta contra Inglaterra, en cuanto hubiera una razón de peso para ello.
Una nueva conspiración católica contra Isabel otorgó a Felipe la excusa que buscaba. En esta conspiración, el rico comerciante londinense Anthony Babington, pretendía asesinar a la reina y coronar a María Estuardo. Descubierta en la primavera de 1586 la conspiración, en la cual había participado la propia María, el Parlamento pidió la ejecución de ésta. Isabel se resistió todo lo que pudo, pero al final, incapaz de soportar la presión, ordenó la ejecución de María, que, en su testamento, cedió a Felipe sus derechos al trono inglés.
Felipe comenzó, por tanto, a preparar el plan de invasión de Inglaterra que se apoyaba en los tercios de Holanda, mientras que Isabel reforzaba la marina de su reino. En 1587, Drake atacó con éxito Cádiz, destruyendo varios barcos y retrasando efectivamente hasta 1588 a la famosa Armada Invencible. Sin embargo, esta Armada vio frustrado su propósito por la resistencia inglesa, por el bloqueo holandés y por el mal tiempo.

Derrota de la armada invencible, pintura de Philippe-Jacques de Loutherbourg (1796).
La victoria sobre la Armada llenó de alivio a Isabel, que ya no había de temer una invasión de los tercios españoles. Pero el ambiente en Inglaterra tras la batalla distó mucho de ser una algarabía de fervor patriótico y festejos por el fracaso de la invasión española que la mitología popular pretende. La realidad es que a la batalla siguieron todo tipo de disturbios y enfrentamientos políticos provocados por las penalidades pasadas por los combatientes ingleses, que tardaron meses en cobrar sus sueldos debido a que la guerra llevó al borde de la bancarrota tanto a la corona española como a la inglesa. Aun así, confiada por la victoria, en 1589 la reina ordenó una expedición contra Lisboa, la Contraarmada (superior incluso a la Armada Invencible), con el objetivo de acabar con los restos de la flota española del Atlántico e incitar a Portugal a un levantamiento en contra de Felipe. Sin embargo, esta expedición acabó en desastre, ya que fue incapaz de capturar dicha ciudad, perdió gran cantidad de soldados, marineros y buques, y le provocó una gran crisis económica.
Más éxito tuvieron sus intervenciones en favor de los protestantes holandeses (8000 soldados) y en la guerra civil francesa, a favor del también protestante Enrique IV de Francia (20.000 soldados), ya que al apoyar a Enrique, Isabel distrajo la atención de España, permitiendo a los rebeldes holandeses recuperarse cuando ya creían su derrota casi segura. Aunque la guerra religiosa se decantó del lado católico, al convertirse Enrique al catolicismo en 1593, Isabel mantuvo la alianza con Francia debido a la necesidad de proseguir la lucha contra España. Aunque retiró sus tropas de Francia en 1596, Isabel volvió a enviar de nuevo 2000 soldados tras la captura española de Calais.
Isabel envió aún dos flotas en contra de España, una en 1596 que fracasó en su intento de atacar las colonias americanas (y que causó la muerte de Francis Drake y John Hawkins), y otra en 1597, que logró saquear Cádiz. Felipe, por su parte, envió también dos expediciones contra Inglaterra, la primera de las cuales logró desembarcar en Cornwall y saquear los territorios circundantes, hecho conocido como Batalla de Cornualles, pero la segunda flota naufragó en Finisterre debido a un temporal.
Mientras guerreaba contra España, Isabel se tuvo que enfrentar a una nueva rebelión en Irlanda, la Guerra de los Nueve Años irlandesa (1594-1603), donde Red Hugh O'Donnell y Hugh O'Neill se levantaron contra la colonización inglesa. La reina se vio forzada a enviar 17000 soldados al mando de Robert Devereux, conde de Essex en 1599 para frenar el alzamiento, pero éste fracasó. Charles Blount, VIII Baron de Mountjoy le sucedió con éxito, lo que provocó que España, paralizada desde la muerte de Felipe II en 1598, interviniera en 1601 a favor de los rebeldes con 3500 soldados que desembarcaron en Kinsale. Cercados por los ingleses, fueron derrotados junto a sus aliados irlandeses en la batalla de Kinsale que puso fin a la intervención española en Irlanda. Hacia 1603 la rebelión irlandesa estaba controlada.

 

                                          Firma de Isabel I.
Isabel cayó enferma el 24 de marzo de 1603, padeciendo debilidad e insomnio. Murió el 24 de marzo en el palacio de Richmond, a los 69 años de edad, siendo enterrada en la abadía de Westminster, al lado de su hermana María I. Sobre sus tumbas se puede leer la siguiente inscripción: “Compañeras en el trono y la tumba, aquí descansan dos hermanas, Isabel y María, en la esperanza de una resurrección”.
300px-Funeral_ElisabethCortejo funeral de Isabel I, 1603, atribuido a William Camden.
Según el testamento de Enrique VIII, los herederos de Isabel tenían que ser los descendientes de María Tudor, duquesa de Suffolk, hermana menor de Enrique. Sin embargo, el único descendiente con capacidad para reclamar la corona era el hijo de su prima María I Estuardo. A las pocas horas de morir Isabel, Jacobo VI de Escocia ascendió al trono como Jacobo I.
Uno de los hechos más destacados del reinado de Isabel es la transformación de Inglaterra, un país mayoritariamente católico, en un país mayoritariamente protestante. María, media hermana de Isabel, había restaurado el catolicismo durante su época de gobierno, hasta tal punto que Isabel no encontró a ningún Obispo importante que oficiara su coronación y tuvo que recurrir al obispo de Carlisle.
Ya en 1559, Isabel, suprema gobernadora de la iglesia inglesa, proclamó el Acta de Uniformidad, que obligaba a usar una versión revisada del Devocionario de Eduardo VI - un libro protestante - en los oficios y a ir a la iglesia todos los domingos, y el Acta de Supremacía que forzaba a los empleados de la corona a reconocer mediante juramento la subordinación de la iglesia inglesa a la monarquía. La mayoría de los obispos católicos instaurados por María se negaron a aceptar estos cambios, y fueron depuestos y sustituidos por personas favorables a las tesis de la reina.
Isabel intentó durante sus primeros años una política de tolerancia hacia los católicos; sin embargo, las rebeliones de 1569 y 1571 y la bula papal de excomunión de 1570, obligaron a la reina a endurecer sus medidas contra los católicos. Entre 1584 y 1585 se aprobó una ley que condenaba a muerte a aquellos sacerdotes católicos que se hubieran ordenado tras el ascenso de la reina en 1559. Debido en parte a la persecución, en parte a la identificación de protestantismo y patriotismo durante la guerra contra España y en parte a la muerte por envejecimiento de la mayoría de los sacerdotes católicos que quedaban vivos, el país se había convertido efectivamente en protestante para cuando la reina falleció en 1603.

 

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domingo, 29 de agosto de 2010

MARIA I "LA LOCA" REINA DE PORTUGAL

                                 Casa de Braganza
María I de Portugal
María Francisca Isabel Josefa Antonia Gertrudis Rita Juana, Infanta de Portugal, Princesa de Brasil, Princesa de Beira y Duquesa de Braganza, nació el 17 de diciembre de 1734 en Lisboa y falleció en Río de Janeiro, Brasil, el 20 de marzo de 1816.
Primogénita de las cuatro hijas nacidas de José I y de Mariana Victoria de España, reyes de Portugal, fue de inmediato reconocida como heredera del trono Luso ante la falta de heredero varón que asegurase la continuidad dinástica.
Sus otras hermanas fueron:
Rosa rojaMaria-Ana Francisca, Infanta de Portugal (1736-1813).
Rosa rojaMaria-Francisca Dorotea, Infanta de Portugal (1739-1771).
Rosa rojaMaria-Benedicta Francisca, Infanta de Portugal (1746-1829); Princesa de Beira y de Brasil, casada con su sobrino carnal Don José, Infante de Portugal, Príncipe de Beira y de Brasil, heredero del trono (1761-1788).
Sucesora de su padre, la Princesa de Brasil y de Beira contrajo matrimonio con su tío carnal el Infante Don Pedro de Portugal el 6 de julio de 1760, en el Palacio de Nuestra Señora de Ajuda, en Lisboa, con la finalidad de que se asegurase la dinastía de Braganza en el trono y evitar así que la corona fuera a parar a manos de otra dinastía extranjera. Sin embargo, semejante alianza no deja de tener tintes aberrantes a la par que endogámicos que, desgraciadamente, se repetirían en los años venideros en el seno de la Familia Real Lusa. Su flamante consorte y tío, Don Pedro, se veía así prometido al trono en una especie de co-reinado en el momento en que su mujer viniera a ceñir la corona. Por otro lado, dicha unión aportaba al propio hermano del rey don José I, los títulos de 19º Duque de Braganza, 16º Duque de Guimaraes, 14º Duque de Barcelos, 18º Marqués de Vila Viçosa, 20º Conde de Barcelos, 16º Conde de Guimaraes, de Ourem, de Faria y de Neiva, 22º Conde de Arraiolos.
Los Príncipes de Beira y de Brasil tuvieron cuatro hijos y tres hijas:
Rosa rojaDon José, Infante de Portugal, Duque de Braganza y Príncipe de Brasil y de Beira (1761-1788); contrajo matrimonio con su tía carnal la Infanta Maria-Benedicta de Portugal. -sin descendencia-
Rosa rojaDon Juan, Infante de Portugal; nacido muerto en Lisboa el 20 de octubre de 1762.
Rosa rojaDon Juan-Francisco-de-Paula Domingo, Infante de Portugal; nacido el 16 de septiembre de 1763 y muerto el 10 de octubre del mismo año.
Rosa rojaDon Juan María José Francisco Javier de Paula, Infante de Portugal, Señor del Infantado (1767-1826) y luego Príncipe de Beira y de Brasil a partir de 1788 (futuro rey Juan VI de Portugal); casado con Doña Carlota Joaquina de Borbón, Infanta de España, hija del rey Carlos IV de España.
Rosa rojaMariana Victoria Josefa Francisca, Infanta de Portugal (1768-1788); casada con Don Gabriel Antonio de Borbón, Infante de España (1752-1788), cuarto hijo del rey Carlos III de España.
Rosa rojaMaria-Clementina Francisca, Infanta de Portugal (1774-1776).
Rosa rojaMaria-Isabel, Infanta de Portugal (1776-1777).
250px-Maria_I,_Vieira (1) 
María I "La Piadosa", Reina de Portugal y de los Algarves de 1777 a 1816.
Su fervor religioso era tal que se mereció los sobrenombres de María "La Piadosa" o María "La Pía". Profundamente marcada por el brutal arresto y no menos bestial trato dispensado a los marqueses de Távora y a los duques de Aveiro y demás parientes por el entonces primer ministro de su padre, el Marqués de Pombal, tras el fallido regicidio de 1758, y la expulsión de los padres Jesuitas de todos los dominios de la Corona Lusa, la Princesa de Beira y de Brasil alimentó un rencor y un odio tenaz contra la figura del valido reformador.
Decían los testigos de su entorno que, cuando se mencionaba el nombre de Pombal en su presencia, se volvía repentinamente loca de rabia y presa de un ataque de ira rayano en la demencia. Sus rasgos se convulsionaban, babeaba y ponía los ojos en blanco, mientras parecía poseerle un demoníaco frenesí por todo el cuerpo.
Sebastiao Jose de Carvalho e Melo, Conde de Oeiras
Sebastiao Jose de Carvalho e Melo, Conde de Oeiras y 1er Marqués de Pombal (1699-1782), Primer Ministro de Portugal entre 1755 y 1777, retratado por Louis-Michel Van Loo en 1766.

Tal fue su odio por el marqués de Pombal que, apenas fallecido su padre el rey José I el 24 de marzo de 1777, convirtiéndose así en la nueva soberana de Portugal, de los Algarves y de Brasil, que dispuso inmediatamente que el primer ministro entregase su cartera y papeles de Estado y abandonase sine die la corte bajo escolta militar.
No contenta con cesar fulminantemente a Pombal, María I reunió un alto tribunal que se encargase de juzgarle por sus "crímenes" de Estado (el Proceso y ejecución de los Távora y Aveiro; la expulsión de los Jesuitas) acontecidos bajo el reinado de su padre, 18 años atrás. Pero, muy a su pesar, todas las acciones judiciales emprendidas contra el antiguo primer ministro jamás prosperaron.  
María I fue la primera reina de Portugal en ejercer efectivamente el poder. Su primer acto como soberana fue cesar en su cargo al Marqués de Pombal, primer ministro ilustrado del reinado anterior, y exiliarlo lejos de la corte. María I nunca perdonaría al ministro su brutal actuación en el Juicio contra los marqueses de Távora y los duques de Aveiro, ejecutados bestialmente en enero de 1759 por haber urdido un atentado contra la persona del rey José I en 1758. Reina amante de la paz, dedicada enteramente a obras sociales y de caridad, concedería asilo a numerosos aristócratas franceses huídos del régimen de terror instalado por la Revolución Francesa de 1789.
Era tan dada a la melancolía y tan religiosa, y de naturaleza tan impresionable que, cuando unos ladrones entraron en una iglesia lisboeta y desparramaron por el suelo las hostias consagradas en medio del pillaje, decretó nueve días de luto, apartó los negocios públicos y de Estado y acompañó a pie, con un cirio en mano igual que una penitente, la procesión reparadora de semejante crimen que recorrió toda la capital.

Portrait_of_Pedro,_Prince_of_Brazil_(1717-1786) 
Don Pedro de Braganza, Infante de Portugal, Señor del Infantado y Duque de Beja, Gran Prior de Crato (1717-1786); Príncipe consorte de Beira y de Brasil -futuro rey-consorte Pedro III de Portugal-.
El que fuera Infante de Portugal, Don Pedro Clemente Francisco José Antonio de Braganza (5-VII-1717 / 25-V-1786), y marido de la piadosa María I, era ni más ni menos que hermano menor del rey Don José I de Portugal, hijo a su vez de Juan V y de Maria-Ana de Austria, reyes de Portugal. Como príncipe menor y segundo en la línea sucesoria, ostentó los títulos de Señor del Infantado, Gran-Prior de Crato y Duque de Beja antes de contraer matrimonio con su sobrina carnal en 1760.
Retrato de Don Juan V de Bragança, Rey de Portugal y de los Algarves (1689-1750).
Juan V, Rey de Portugal y de Los Algarves (1689-1750)
En el momento de la boda, Don Pedro contaba 43 años de edad mientras que la novia cumulaba 26 primaveras. Había sido el hijo segundón pero predilecto del rey Juan V, quien no reparó en cubrirle de prebendas, títulos y pensiones con el fin de asegurarle un futuro lleno de comodidades. Por ello, y no sin lógica, le concedió el Gran Priorato de Crato y el Señorío del Infantado que solían siempre corresponder al príncipe segundón de la Familia Real, consiguiéndole incluso la Orden del Toisón de Oro español.
Sin embargo, sus relaciones con su hermano mayor y futuro rey no fueron nada buenas. Por cuestión de celos o por otros motivos, cuando José I accedió al trono le conminó a que se alejase de la corte y que residiera de forma permanente en La Quinta del Infantado, en Queluz. Es gracias a esa reclusión forzada que el entonces Infante Don Pedro, Duque de Beja, decidiera reformar su residencia de Queluz y convertirla en un palacio versallesco bajo la dirección del arquitecto luso Mateus Vicente de Oliveira y del arquitecto y escultor francés Jean-Baptiste Robillon, a partir de 1747.
María I, Reina de Portugal (1734-1816) y su tío y esposo, el rey-consorte Don Pedro III
María I, Reina de Portugal (1734-1816) y su tío y esposo, el rey-consorte Don Pedro III (1717-1786), retratados juntos el año de su subida al trono Luso en 1777.
No se tiene por probada, en su época de Príncipe consorte de Beira y de Brasil, su abierta oposición al Marqués de Pombal, entonces ministro todopoderoso de José I. Sin embargo, cuando su mujer María I ascendió al trono en 1777, se mostró muy receptivo a la hora de recibir las quejas y súplicas de los enemigos de Pombal y que era conocido su deseo de que la represión contra el marqués y sus partidarios fuera más dura y contundente. Pero, en tan espinoso asunto, tanto Don Pedro III como María I tuvieron que frenarse: si había materia de sobras como para inculpar a Pombal e imputarle por sus "crímenes" de Estado, también se corría el peligro de implicar a la figura del rey José I y envilecer su memoria a través de las actuaciones de su primer ministro, porque al fin y al cabo, Pombal siempre actuó de acuerdo con el fallecido monarca.
Pedro, como María, era extremadamente religioso..., hasta tal punto que le apodaron póstumamente "el Sacristán" gracias al historiador liberal luso del siglo XIX Oliveira Martins. El mismo autor define al rey-consorte con esas palabras exentas de complacencia: "...el Rey (...) no se concebía hombre más feo, con cara de idiota, expresión feroz, cabellera desaliñada, con aire de borracho, un sacristán."
Tal caricatura encuentra, sin embargo, no pocas críticas de la pluma del último biógrafo de la reina María I, Caetano Beirao, quien dice que ciertamente los reyes eran muy devotos aunque su fe "era viva, servida por una inteligencia esclarecida y exenta de cualquier superstición..."
Defensor de los padres Jesuitas, que habían sido expulsados de los dominios de la Corona Lusa en 1759 por Pombal, Don Pedro III echaba de menos a esos que tan buena educación y enseñanza le habían proporcionado en sus años de aprendizaje. 
Contribuyó con su esposa a la restauración de la Compañía de Jesús en tierras lusas, aunque con gran cuidado, prudencia y discreción con la Santa Sede, con el fin de evitar malmeterse con la corte de Madrid.
Pero las negociaciones entre Lisboa y Roma serán descubiertas por la diplomacia francesa, cuyo jefe, el Conde de Vergennes, escribiría preocupado al embajador galo en la corte lusa para que éste intentase que Don Pedro III no se alienara las simpatías de Madrid, que gran falta le hacían a Portugal, por culpa de su predilección por los Jesuitas.
De hecho, Don Pedro III, en su calidad de rey-consorte, fue considerado por sus contemporáneos como una figura política neutra, aunque ciertamente tenía gran ascendencia sobre su mujer, a la que adoraba y por la cual era adorado, y que siempre acababa por ceder a sus peticiones, que algunos clasificaban como siendo en su mayoría "unas fruslerías".
Cuando la reina le preguntaba sobre su opinión sobre un individuo u otro de su corte, para cualquier puesto ministerial o cargo administrativo, Don Pedro tenía la mala costumbre siempre de soltar un "Es capazeidóneo!", aglutinando en una sola palabra los calificativos de "capaz" e "idóneo" para remarcar su aprobación. Fruto de aquellas anécdotas sería su apodo de Don Pedro el Capacidónio.
El 24 de octubre de 1779, Pedro III puso la primera piedra de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús de La Estrella, mandada construir por la reina María I en cumplimiento a una promesa hecha, en el caso de que el Cielo le concediese descendencia masculina.
Pedro III fue protector de la alta nobleza. Patrocinó, por ello, las peticiones de los herederos de los ajusticiados en el célebre Juicio de los Távora, cuya rehabilitación fue objeto de numerosos procesos judiciales, en los que los herederos también perdieron la restitución de los bienes incautados por la Corona.
Fallecería en el Palacio de Nª Sra. de Ajuda, en Lisboa, el 25 de mayo de 1786, a la edad de 69 años, tras nueve de co-reinado junto a su esposa y sobrina carnal María I. Su muerte sería uno de los primeros detonantes de la inestabilidad mental de su esposa.
Sus restos recibirían sepultura en el Panteón de los Braganza, en San Vicente de Fora. 
El año de 1786 marca un punto de inflexión en el reinado personal de María I. Su marido y rey-consorte, Don Pedro III de Portugal, fallece dejándola hecha un mar de lágrimas e inconsolable. Es el primer golpe que hace tambalear los cimientos de su razón.
Menos de dos años después, en 1788, su primogénito y heredero, Don José, Príncipe de Beira y de Brasil, fallece de viruela a sus 26 años de edad y sin descendencia de su consorte que, para colmo, es también su tía carnal: la Infanta Maria-Benedicta de Portugal. Su dolor como madre, comprensible, sobrepasa sin embargo lo esperado. Desolada y destrozada, no consigue superar la pérdida.
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El Infante Don José, Príncipe de Beira y de Brasil (1761-1788), el heredero malogrado... 
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La Infanta María-Benedicta de Portugal, Princesa de Beira y de Brasil (1746-1829), hermana menor de la Reina María I y consorte de su sobrino carnal Don José; después de 1788, se la conocía popularmente como la Princesa Viuda.
En 1789, el estallido de la Revolución Francesa y sus atrocidades, la impresionan hondamente. Es el tercer martillazo que resquebraja su cordura.
Mentalmente inestable, la reina María fue, desde el 10 de febrero de 1792, obligada por su Consejo de Ministros a aceptar que su heredero tomase en mano los asuntos del Estado, en su nombre.
Andaba ya traumatizada y apenada por una visión obsesiva de que su difunto padre el rey José I estaba sufriendo en el infierno por haber permitido a Pombal perseguir y expulsar a la Compañía de Jesús. Definía sus visiones como un "monte del calvario calcinado"... Su extrema religiosidad, su fanatismo y su credulidad contribuyeron en mucho a su empeoramiento mental y al aniquilamiento de su cordura, pero sin duda las tragedias personales dieron el golpe de gracia a una estabilidad psíquica de por si muy frágil.
Para remediar semejantes males, la corte lusa contrata al Doctor Willis, de Londres, psiquiatra y médico real de Su Graciosa Majestad el Rey Jorge III de Gran-Bretaña, que había tenido una grave crisis en 1788, que hoy día tenemos identificada como "porfiria" gracias a los síntomas descritos por sus médicos.
Pero los métodos del Dr. Willis y sus "remedios evacuantes" no surten efecto en la real paciente lusa. Si acaso, la reina no parece mejorar en nada.
María I "La Piadosa" de Portugal  dio paso a "La Loca" a partir de su enviudamiento en 1786 y a la muerte de su primogénito en 1788...
En 1799, su locura se agrava notablemente; se achaca el empeoramiento a las noticias procedentes de Francia: el triunfo de la Revolución, la caída de la monarquía tras el episodio de Varennes, el aprisionamiento de la Familia Real Francesa en 1792 y las ejecuciones de Luis XVI y de María-Antonieta en enero y octubre de 1793, sumándose a estos regicidios el peor de los crímenes: la muerte por inanición del pequeño Luis XVII en la Torre del Temple.
Desbordada por los acontecimientos, María I pierde totalmente el contacto con la realidad y parece vivir en un permanente sueño a su medida. Ante la situación, y sin esperanzas de que la reina recobre la cordura, su hijo y heredero Don Juan asume las riendas del poder en su nombre con el título de regente.
Huída a Brasil
En 1801, el entonces valido del rey Carlos IV de España, Manuel de Godoy, respaldado por los franceses de Napoleón, invade Portugal por breve tiempo (La Guerra de las Naranjas) y mediante el Tratado de Badajoz, consigue que la plaza de Olivença pase a ser posesión española.
Don Juan, Príncipe de Beira y de Brasil
Don Juan, Príncipe de Beira y de Brasil (1767-1826), Regente de Portugal en nombre de su madre la reina María I -futuro rey Juan VI de Portugal-.
Bajo la regencia de Don Juan, Portugal continuó siendo la "espina" clavada en una Europa que iba paulatinamente doblegándose bajo la bota de Napoleón. Lejos de comulgar con las directrices galas, Portugal se negó a observar el bloqueo naval contra el Reino Unido de Gran-Bretaña -su vieja aliada comercial desde hacía siglos- y fue, en consecuencia, invadida por los ejércitos napoleónicos liderados por el mariscal Junot, con el beneplácito de España.
Ante la amenaza de una inminente invasión, se decidió que toda la Familia Real Lusa embarcase para Brasil, con el fin de no caer prisionera de Napoleón. De este modo, el 13 de noviembre de 1807, el regente ordenó que toda la Familia Real, incluyendo la reina María I y su corte, abandonase Portugal para zarpar en dirección a Río de Janeiro. Poco después, el mariscal Junot entraba en Lisboa y ocupaba todo el reino luso, erigiéndose como su nuevo gobernante en nombre del emperador Napoleón.

El 27 de Noviembre de 1807: a las 11 de la mañana, la Familia Real Portuguesa embarca en el Puerto de Belém, Lisboa, para Río de Janeiro... huyendo de la invasión francesa.
Irónicamente, en 1808, aconteció lo mismo en aquella España que había permitido el paso de los ejércitos galos por su territorio para la invasión de Portugal. Los reyes Carlos IV y MªLuisa, y su hijo Fernando VII, que se habían ensalzado en una disputa por el poder (Motín de Aranjuez; caída de Godoy), se vieron conminados a abandonar Madrid y a reunirse con Napoleón en Bayona para que, supuestamente, aquél mediara entre padres e hijo. De hecho, la entrevista de Bayona era una trampa: Napoleón forzó a Fernando VII para que abdicase la corona española en su padre Carlos IV (que había renunciado a ella tras el Motín de Aranjuez) y éste tuvo, a su vez, que cederla al emperador quien, enseguida, la entregó a su hermano José Bonaparte, entonces rey de Nápoles.
La Familia Real Española apresada en Bayona, fue dispersada y recluida en distintos puntos de Francia: Carlos IV y MªLuisa en el palacio de Compiègne, y el Príncipe de Asturias (Fernando VII) y su tío el Infante Don Antonio Pascual en el castillo de Valençay, propiedad del Príncipe Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, vice-canciller del Imperio.
Gran-Bretaña, lejos de olvidar a su vieja aliada lusa, respondió militarmente a la ocupación francesa enviando al Duque de Wellington al frente de un ejército liberador que desembarcó el 1 de agosto de 1808, iniciándose así la "reconquista" de Portugal y la posterior expulsión del invasor francés (Guerra Peninsular).
Arthur Wellesley I duque de Wellington
Arthur Wellesley, 1er Duque de Wellington (1769-1852); el general británico encabezó la expedición militar que tenía por misión liberar Portugal del invasor francés y conseguir su retirada de la Península Ibérica...
Entre 1809 y 1810, el ejército británico-luso luchó contra el ocupante galo bajo la dirección de Wellington, consiguiendo la retirada del mariscal Junot y de sus tropas tras la batalla de Lineas de Torre. Y cuando Napoleón fue definitivamente derrotado en 1815, María I y la Familia Real Portuguesa se encontraba bien instalada en Brasil.
El 16 de diciembre de 1815, María I fue proclamada Reina del Reino Unido de Portugal, Brasil y de los Algarves.
Menos de tres meses después, el 20 de marzo de 1816, la reina María I fallecía totalmente ajena a los acontecimientos, a la edad de 81 años y faltando cuatro días para cumplir los 82, en Río de Janeiro.
Habrían de pasar unos años antes de que sus restos fueran trasladados a la metrópoli que la había visto nacer, siendo definitivamente enterrada en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús de la Estrella, en Lisboa.

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Boda de Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik


Se trata de la primera boda de la aristocracia desde que en 1964 se casase el rey Constantino II, el padre del novio, con la entonces princesa de Dinamarca Ana María en Atenas. Por ello, no es de extrañar la ilusión que la casa real griega ha puesto en este enlace. En torno a la ceremonia se ha organizado un despliegue sin igual de las fuerzas de seguridad del país, así como de efectivos de seguridad de otros países que recorren la zona.
La novia, vestida con un diseño del venezolano Ángel Sánchez, llegó a la iglesia en un carruaje tirado por caballos y acompañada por el marido de su madre, Atilio Brillenbourg
La novia, vestida con un diseño del venezolano Ángel Sánchez,llegó a la iglesia en un carruaje tirado por caballos y acompañada por el marido de su madre, Atilio Brillenbourg.

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                La novia esta radiante, guapísima.
Nicolás y Tatiana, ya casados, se besan a la salida de la iglesiaEl beso de Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik después de la boda.
2014021100294261150        Elena de Borbón, Princesa de Asturias y Cristina.
El enlace se ha celebrado por el rito ortodoxo griego en la pequeña iglesia del Monasterio de San Nicolás, en un hermoso enclave dominado por el sol y el mar de esta isla mediterránea.  La pareja se alejó del templo en una calesa.
La novia llegó al Monasterio de San Nicolás, adornado con flores y plantas silvestres para la ocasión, en una tradicional calesa isleña, tirada por un caballo oscuro, acompañada de su padrastro, el venezolano Attilio Brillenbourg. Tatiana vestía un elegante traje de muselina, con un velo largo y una diadema, creación de la diseñadora Diane von Fürstenberg, en cuya firma la novia trabaja como relaciones públicas en Londres.
El novio acudió acompañado de su madre, la reina Ana María, quien vestía un traje estampado de flores. Las imágenes de los canales griegos mostraron también a una emocionada princesa Irene, hermana del rey Constantino.
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La reina Sofía, acompañada de la reina Margarita de Dinamarca.
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Pablo de Grecia, hermano del novio y su mujer Marie Chantal, con sus hijos María Olimpia, Constantino, Akileas, Odisea y Aristides.

Alexia de Grecia, hermana del novio, con su marido, Carlos Morales, y sus hijos  Arrieta, Ana María, Carlos y Amelia  Alexia de Grecia,hermana del novio, con su marido Carlos Morales, y sus hijos Arrieta, Ana María, Carlos y Amelia.

Los novios fueron saludados al abandonar la pequeña iglesia de San Nicolás por el sonido de las sirenas de los barcos, las campanas de la iglesia y los aplausos de los asistentes.
boda-nicolas-grecia15-a.jpgConstantino y Ana María de Grecia, padres del novio            Constantino y Ana María de Grecia, padres del novio.

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De izquierda a derecha, Victoria y Daniel de Suecia, Guillermo y Máxima de Holanda, Mary de Dinamarca y Haakon de Noruega
De izquierda a derecha, Victoria y Daniel de Suecia, Guillermo y Máxima de Holanda, Mary de Dinamarca y Hakon de Noruega.

El príncipe Joaquín y la princesa Marie de Dinamarca            El príncipe Joaquín y la Princesa Marie de Dinamarca.
Farah Diba Pahlavi, Emperatriz de Irán
               Farah Diba Phlavi, emperatriz de irán.
Doña Sofía, tía paterna del novio, ha llegado junto a su hermana Irene y la reina Margarita de Dinamarca, tía materna de Nicolás. Los príncipes herederos del norte de Europa  han llegado a la vez, los príncipes Victoria y Daniel de Suecia, Guillermo y Máxima de Holanda, Haakon de Noruega y Mary de Dinamarca.
Nicolás de Grecia entró al templo, cuya fachada se había adornado con banderas del país, junto a su madre y los pajes, todos vestidos de blanco. Las damitas también vestían de blanco así que los nietos de los Reyes de Grecia, María Olimpia, Konstantinos, Achilleas y Odysseas (hijos de Pablo y Marie-Chantal Miller) y Arrietta, Ana María y Carlos (hijos de Alexia y Carlos Morales). Sólo faltó el menor, Aristide, de dos años, La novia, guapísima, ha llegado con Atilio Brillembourg, marido de su madre, en una típica calesa de la isla, tirada por caballos. Su vestido blanco de encaje en escote palabra de honor quedaba cubierto con un chal de encaje y realzado por las joyas de la familia real griega que hoy ha lucido.
felipe-y-letizia-640x640x80                                 Príncipes de Asturias.
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                       Guillermo y Máxima de Holanda.

La ex modelo y estilista Jemma Kidd y su marido Arthur Wellesley, a su llegada a la iglesia Agios Nikolaos d                          Ex-modelo kidd y Arthur.
Magdalena y Carlos Felipe de Suecia llegaron juntos a la boda
Magdalena y Carlos Felipe de Suecia llegaron juntos a la boda.

Marie Blanche Brillenbourg, madre de la novia, y su hijo Boris
Marie Blanche Brillenboug, Madre de la novia y su hijo Boris

Philippos y Teodora de Grecia, hermanos pequeños del novio
        Philippos y Teodora de Grecia,hermanos pequeños del novio.
Victoria de Borbón Dos Sicilias y su marido, Marcos Nomikos        Victoria de Borbón Dos Sicilias y su marido Marcos Nomikos.
                    Magdalena y Carlos Felipe de Noruega.
Los Príncipes de Kent, Michael, y su hija Lady Gabriella Windsor,                                 Los príncipes de Kent.
                                          Rosario Nadal, tan elegante como siempre, a su llegada al enlace                                          Rosario Nadal.

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https://youtu.be/vLN1rLKh85o
 
Plantilla creada por maria basada en la minima de blogger.