Francisco José I de Austria.
Casa real de Habsburgo-Lorena.
El joven Francisco José, ya Emperador de Austria.
Emperador de Austria, Rey Apostólico de Hungría, Rey de Bohemia, Croacia y Eslavonia, Dalmacia, Galicia y Lodomeria, e Iliri
Francisco José I de Habsburgo-Lorena Emperador de Austria, rey apostólico de Hungría y rey de Bohemia, entre otros títulos, desde el 2 de diciembre de 1848 hasta su muerte en 1916. Su reinado de casi 68 años es el tercero más prolongado de la historia europea, después de Luis XIV de Francia y Juan II de Liechtenstein. Su lema personal era Viribus Unitis (Con unión de fuerzas).
Nació a las 9:45 del 18 de agosto de 1830 en Schönbrunn, Viena, como primogénito del matrimonio entre el archiduque Francisco Carlos -quien a su vez era el segundo hijo del último Sacro Emperador Romano y primer Emperador de Austria, Francisco I- y Sofía de Baviera.
Francisco José con su madre, la princesa Sofía de Baviera.
Dado que a la muerte de Francisco lo sucedió su hijo Fernando, Francisco José no estaba en la línea directa de la sucesión del trono. Sin embargo, como su tío demostraba sufrir de problemas mentales y carecía de hijos, la regencia secreta dirigida por Metternich ordenó inmediatamente que se comenzara a educar al muchacho como posible sucesor a la Corona.
El emperador Francisco José con sus nietos.
Durante las Revoluciones de 1848, Metternich huyó del país, y tras el Tercer Levantamiento de Viena, el Príncipe Schwarzenberg clausuró la Dieta Constituyente, instauró la dictadura y convenció a Fernando para que abdicara (2 de diciembre de 1848) en favor de Francisco José, que de este modo fue proclamado Emperador a los 18 años de edad.
El reinado de Francisco José se desarrolló en medio de violentas conmociones internacionales que lo persiguieron toda su vida: comenzaron con la revolución austríaca de 1848 y culminaron con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Las ideas liberales y el pensamiento demócrata ganaban terreno. Apenas llegado al trono, Francisco José debió vérselas con estas dos fuerzas disociadoras de su monarquía centralizada, por lo que los primeros 18 años de su gobierno estuvieron caracterizados por un fuerte absolutismo.
En 1848, la situación política de las monarquías europeas era desesperada. Como otros reyes, debió enfrentar tiempos de nacionalismo creciente, y tuvo éxito en su empeño de mantener unido el Imperio Austrohúngaro. Los avances de los demócratas y capitalistas por una parte, y de los nacionalistas germanochecos que luchaban por la independencia de Bohemia por el otro, acorralaron la gestión del monarca, que además debía contener a los belicosos serbios que también ansiaban independizarse y abandonar el imperio.
Todos intentaban que el soberano se volcara en su favor, pero el Emperador siempre intentó mantener una posición equidistante sin ceder con ninguno, cuidando con particular interés el mantenimiento de la integridad del imperio. No alcanzó a ver, empero, la situación de debilidad en que dejaba al poder central su pretendida prescindibilidad en estos graves asuntos.
Para poner fin a la revolución húngara, Francisco José se vio obligado a aliarse con Rusia. En septiembre de 1848 la Dieta húngara no había reconocido a Francisco José como su soberano. En marzo de 1849 Francisco José impuso una nueva constitución centralista y restauró el absolutismo. Esta constitución, llamada de Olmütz, que afirmaba que Hungría es parte del Imperio Austriaco, sin ningún derecho especial. En respuesta, al mes siguiente Luis Kossuth proclamó la república. En mayo el zar Nicolás I y Francisco José se reunieron en Varsovia para concertar la acción militar común anti húngara. Tras la batalla de Temesvar, los húngaros
capitulan en Vilagos y Kossuth huye a Turquía. Se instauraron tribunales especiales para juzgar a los rebeldes, se impuso la lengua alemana, y Hungría quedó dividida en 5 provincias bajo administración directa de Austria.
Tras un período de reacción contrarrevolucionaria la constitución absolutista fue abolida 1851. Se impuso una burocracia centralista y se cedió ante el Vaticano la jurisdicción sobre las leyes civiles (especialmente las matrimoniales) y educativas, que a partir de entonces pasaron a estar controladas por la Iglesia Católica. La insuficiencia de los ingresos dio al traste con la política arancelaria, obligando al gobierno a subirlos para poder mantener el equilibrio presupuestario, lo cual supuso la oposición de los liberales.
La “traición” a Rusia, al negarle Austria su apoyo durante la Guerra de Crimea (1853-56), condujo al aislamiento político del Imperio, que sería incapaz de enfrentarse por sí sólo a la sucesión de desastres que se le vendrían encima.
La emperatriz Sissi (óleo de Francisco Javier Winterhalter).
En este entorno de decadencia y cambios destructivos, la única fuerza unificadora y moderadora en la corte de Francisco José era su esposa, la princesa Isabel, a quien todo el mundo (aún hoy en día) conoce por su sobrenombre de Sissi, princesa de Baviera.
La niña y el joven emperador de 23 años se conocieron en la población estival de Bad Ischl durante las vacaciones del monarca, en el verano de 1853. La familia pretendía casar a Francisco José con la princesa Elena de Baviera, pero en cambio el Emperador quedó prendado de la hermana menor de ésta, Elisabeth, de tan solo 15 años. La jovencita estaba allí por casualidad, pero quedaron encantados el uno con el otro de tal modo que su compromiso se celebró de hecho al día siguiente.
Villa imperial de Bad Ischl, fue donde se conocieron Francisco José y Elizabeth (Sissi) y donde Su hermana Nené vio como desaparecían sus sueños.
El 24 de abril de 1854, Sissi y Francisco José se casaron en la Augustinerkirche de Viena, convirtiéndose así en la pareja más observada del mundo. Como ambos poseían un enorme encanto personal, la gente de todo el mundo los vigilaba como protagonistas de un hermoso cuento de hadas de la vida real.
No era tal: la emperatriz, que había entregado su vida rural sin preocupaciones por el estricto protocolo de la corte vienesa, pronto comenzó a tener problemas. No era fácil adaptarse a la vida como esposa de un hombre que, si bien la amaba tiernamente, también gobernaba un imperio habitado por más de 50 millones de personas.
Atrapada entre la melancolía y la etiqueta, Sissi comenzó a preocuparse por los pobres e indefensos, convirtiéndose en asidua colaboradora de hospitales y asilos, llevando adelante una importante tarea social, caso prácticamente inédito entre las mujeres nobles de esa época.
Poco a poco comenzó a acumular influencias en la corte y especialmente sobre su marido. Las ideas de Sissi eran avanzadas, progresistas y liberales, y su apoyo a la causa húngara fue determinante para que ese país alcanzara la igualdad política con Austria en 1867. El matrimonio tuvo cuatro hijos, los primeros tres en rápida sucesión inmediatamente después de casarse:
Sofía Federica Dorotea María Josefa. (1855-1857),
archiduquesa de Austria
Gisela de Austria (1856-1932), princesa de Baviera.
Rodolfo Francisco Carlos Jos(18581889),archiduque- de Austria y Príncipe Heredero de la Corona.
María Valeria de Austria (1868-1924), archiduquesa de Austria- Toscana.
Sofía Federica de Austria.
Gisela de Austria.
Rodolfo de Austria.
María Valeria de Austria.
Pero Sissi no era, por causa de su personalidad y de su trabajo solidario, una madre muy afecta al cuidado y enseñanza de los niños, ni tampoco les ofreció demasiada calidez ni cariño. Tenía sólo 18 años cuando nació el primogénito Rodolfo, y la madre de Francisco José (la archiduquesa Sofía de Baviera) comenzó a interferir constantemente en la educación del heredero. Se le prohibía a la emperatriz amamantar al infante, y, luego de los tres primeros partos, la archiduquesa convenció a Elisabeth de que no tuviese más hijos. Esta decisión, aparentemente intrascendente, demostró tener una importancia política enorme, ya que cuando Rodolfo, el único varón, se suicidó, la familia quedó sin sucesores al trono de Francisco José.
La única forma de no tener más niños era observar una cuidadosa abstinencia: la propia Sissi buscó una amante para Francisco José, lo cual repercutió negativamente en el ánimo del emperador, que amaba a su esposa y ambicionaba tener una familia y un tipo de relación normal con ella.
La emperatriz Sissi, que tenía la costumbre de efectuar múltiples viajes, encontró la muerte en Ginebra en 1898. Un fallo en su dispositivo de vigilancia y seguridad, permitió que un terrorista anarquista italiano llamado Luigi Lucheni se aproximara a ella asestándole con un estilete una única y certera puñalada al corazón. La emperatriz cayó al suelo, se levantó y al cabo de una hora murió en el hotel dónde se había hospedado la noche anterior. El deceso de su querida esposa terminó de sumir a Francisco José en la tristeza.
El Emperador en 1853, en uniforme de húsar.
Aunque Francisco José logró poner fin a la revolución húngara en 1849 y derrotar al rey Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña, al cabo de diez años la alianza de Napoleón III con los Saboya supondría el fin de la hegemonía austríaca en Italia. Derrotado en Solferino, Francisco José hubo de avenirse al Armisticio de Villafranca (ratificado en el Tratado de Zúrich el 10 de noviembre de 1859) y permitir la unificación italiana. Austria perdió todas sus posesiones excepto el Véneto, dejando Lombardía en manos de Víctor Manuel y permitiendo la anexión de los ducados de Parma, Módena y Toscana. Se intentó entonces una solución federalista para los problemas generados por las minorías nacionales, el Diploma de Octubre de 1860, que confería el poder legislativo a un Reichsrat y a una serie de Dietas regionales. Sin embargo, húngaros y austriacos rechazaron la propuesta, así como la Patente de Febrero de 1862, que dividía el Reichsrat en una Cámara de Señores y otra de Diputados, en detrimento de las Dietas.
Por otro lado, la preponderancia de Austria dentro de la Confederación Germánica condujo a tensiones entre austriacos y prusianos en torno a una reforma del Bund que proporcionara mayor peso a Prusia. Tras haber sobrevivido a las Revoluciones de 1848, la política de Austria se centraba en preservar su hegemonía en Europa Central. A finales de la década de los 50 Prusia hizo público un plan, el de Olmutz, que abogaba por la integración de los estados alemanes del Norte. Austria lo consideró una humillación y obligó a Prusia a retirarlo.
En 1864, Austria y Prusia estuvieron aliadas en la Guerra de los Ducados. De acuerdo con lo establecido en la Convención de Gastein que puso fin a ésta, el ducado de Holstein quedó bajo dominio de Austria, y los de Schleswig y Lauenburgo bajo el de Prusia, pero ninguno de los dos países quedó satisfecho con el acuerdo. Finalmente, Prusia se separó del Bund e invadió el ducado de Holstein, dando así comienzo la Guerra Austroprusiana (junio-agosto de 1866), en la que Austria fue derrotada en tan solo 7 semanas. La estrepitosa derrota de Königgrätz obligó a Francisco José a retirarse de la Confederación, cediendo su hegemonía a Prusia y aceptando la anexión de Hanóver, Hesse-Kassel, Nassau, Fráncfort del Meno y los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburgo (Paz de Praga del 23 de agosto de 1866). El Bund se disolvió, y los prusianos consiguieron de este modo, institucionalizar la Federación Alemana del Norte que tras su victoria en la guerra franco-prusiana de 1870-71 permitió la unificación alemana (la Pequeña Alemania o Kleindeutschland, con la exclusión de Austria) bajo control de Prusia (liderada por Otto von Bismarck), lo que llevó al establecimiento del Imperio Alemán en 1871.
Simultáneamente atacado por Italia, el imperio se veía obligado a ceder Venecia por el Tratado de Viena del 12 de octubre.
Su vida familiar fue amarga, principalmente por el choque entre su mentalidad conservadora y el carácter y las ideas liberales de sus familiares. Francisco José perdió violentamente a su hijo, el Archiduque Rodolfo, que se suicidó por un desengaño pasional en medio de una crisis depresiva (30 de enero de 1889), y a su esposa, la emperatriz Elisabeth, asesinada en Suiza el (10 de septiembre de 1898). Al conocer la noticia, el Emperador musitó: en mi imperio la desgracia no conoce el ocaso.
Francisco José tuvo tres hermanos. El primero, Maximiliano (1832-1867), con el cual tenía escasa diferencia de edad, fue instalado en 1863 como emperador de México por los franceses, en un intento por tomar el control de ese país. Cuando el ejército francés empezó a sufrir derrotas ante las guerrillas mexicanas, a lo que se sumaron los problemas que en Europa, el emperador Napoleón III optó por retirar sus tropas, abandonando a Maximiliano a su suerte. Las fuerzas republicanas de México lo capturaron y lo pusieron frente a un pelotón de fusilamiento el 19 de junio de 1867).
El segundo, Carlos Luis murió de tifus (19 de mayo de 1896). Con respecto al hermano menor, Luis Víctor, sufrió el exilio tras ser sorprendido manteniendo relaciones homosexuales con un menor de edad en un baño público.
Escudo del Imperio en 1867.
Con respecto al Imperio, Francisco José sufrió las permanentes demandas de Hungría para separarse legalmente de Austria bajo la forma de una monarquía dual: Austrohungría. Por el Ausgleich o compromiso de febrero de 1867, Austria y Hungría se convertían en dos entidades con gobiernos y dietas propias, unidas bajo una misma monarquía, con una común política exterior, financiera (cubriendo Austria el 70% de los gastos) y militar. Se crearon dos milicias territoriales, una húngara (Honved) y otra austriaca (Landwehr). Francisco José aceptó la nueva ordenación constitucional y mantuvo celosamente sus prerrogativas militares (era comándate en jefe del ejército y tenía potestad para declarar la guerra y firmar tratados de paz) y de política exterior.
La propia Austria (la llamada Cisleitania) constaba de 8 naciones diferentes, con 15 Estados y 17 parlamentos. El sufragio estamental en 4 curias (5 desde 1897) sería sustituido en 1907 por el sufragio universal directo. La Transleitania, Hungría, tenía una Dieta propia elegida por sufragio censitario.
Derrotado en Italia y Alemania, el imperio de Francisco José decidió comenzar a intervenir asiduamente en los Balcanes. Con el estallido de la Guerra ruso-turca de 1877, Rusia (Príncipe Gorchakov) y Austrohungría (Conde Andrássy) firmaron el acuerdo secreto de Reichstadt el 8 de julio, por el que se dividía la Península Balcánica dependiendo del resultado de la guerra. La oposición directa de los intereses rusos en los Balcanes llevó a Francisco José a aliarse con Alemania para intentar lograr un equilibrio político y militar que era vital para sus intereses. .
La asociación entre la Alemania de Bismarck y el Imperio Austrohúngaro fue el primer paso en el proceso de alianzas europeas que, junto con las luchas nacionalistas de los pueblos del Danubio y los Balcanes, apilaría explosivos sobre el polvorín étnico y político que incendiaría Europa en la Primera Guerra Mundial. Efectivamente, el Congreso de Berlín otorgó la administración de Bosnia-Herzegovina a Austrohungría. La invasión (1878) y posterior ocupación (1879) del territorio colocó al imperio en una difícil situación frente al amenazante paneslavismo de Serbia y Rusia, naciones que se sintieron engañadas y frustradas por este Congreso
En 1879, Francisco José se unió a Alemania en una alianza que luego incluyó también a Italia, llamada La Triple Alianza. Entretanto, la Alianza de los Tres emperadores (Rusia-Alemania-Austrohungría) fue revocada, lo que condujo al acuerdo contra natura entre la autocrática y reaccionaria Rusia y la republicana Francia (Doble Alianza del 17 de agosto de 1894).
El imperio de Francisco José, que había logrado alcanzar una considerable prosperidad económica gracias a su política económica liberal, se vio acosado por las exigencias de las minorías nacionales descontentas, particularmente los eslavos.
El creciente paneslavismo del Imperio ruso llevó a este país a proclamarse protector de los pueblos eslavos. En ocasiones financiados directamente desde Moscú, estos movimientos nacionalistas se envalentonaron y actuaron con mayor audacia e irresponsabilidad, enrareciendo el clima político con las periódicas crisis balcánicas que se sucedieron hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Franc Karl de Austria, padre del emperador Francisco José.
Una de las peores crisis anteriores a la Gran Guerra llegó cuando Francisco José tomó la determinación de anexionarse Bosnia-Herzegovina, el 6 de octubre de 1908, tal y como le autorizaba el artículo 25 del Tratado de Berlín (13 de julio de 1878). Si bien se pretendía detener la cada vez mayor violencia de los separatistas serbios, en realidad, la anexión no hizo más que azuzarlos contra el Imperio, y muy bien pudo haberse iniciado la Gran Guerra en ese momento.
Serbia, indignada ante esta actuación, que ponía fin a sus aspiraciones nacionalistas de la Gran Serbia, movilizó sus tropas. Rusia, sintiéndose engañada por Austria en lo referente a sus aspiraciones de dominar el Bósforo y los Dardanelos, apoyó a Serbia. Los ingleses convocaron una conferencia internacional, que Austria rechazó por temor a resultar vencida. Italia, por su parte, suscribió un acuerdo secreto con Rusia (Tratado de Racconigi) para mantener el status quo en los Balcanes. Alemania mantiene su "fidelidad nibelunga" (sic) hacia Austria, aunque contiene a Hötzendorf, en sus intentos de declarar la guerra a Serbia, a la vez que convence a los rusos para que se echen atrás. Con ello triunfó la política alemana, que haría frente común con Austria, su único aliado seguro.
El frente austrohúngaro en febrero de 1915 (US Army).
La Primera Guerra Mundial surgió, entre otras causas, como consecuencia de la inestabilidad interna del Imperio Austrohúngaro. La constante tirantez entre el poder central y las minorías separatistas (checos, serbios, italianos y rumanos) llevó a un conflicto multinacional en el seno del Imperio, que no podía menos que ser aprovechado por sus enemigos exteriores. Además, Francisco José permitió que los militares acaudillados por el conde Conrad von Hötzendorf (partidario de una guerra preventiva con Serbia) dirigieran la política imperial de manera hostil y belicista hacia la amenazante Serbia, apoyada por la Rusia paneslavista, que con sus aspiraciones nacionalistas ponía en peligro la estabilidad y la unidad del Imperio.
Los emperadores Francisco José y Elizabeth de Austria.
El odio de los separatistas serbios por la anexión de Bosnia-Herzegovina llevó al asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sofía von Chotek, en Sarajevo el 28 de junio de 1914 a manos del joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip, miembro de un grupo nacionalista conocido como la Mano Negra, que actuaba impunemente desde Serbia con financiación rusa.
Decidido a dar una lección a Serbia, el gobierno austríaco envió un ultimátum inaceptable a Serbia, y cuando esta lo rechazó, le declaró la guerra (28 de julio). Como Austria-Hungría se había aliado con Alemania e Italia en la Triple Alianza, Francisco José debió apoyarse en el Káiser Guillermo, el cual era partidario de castigar a Serbia, pero no creía que Rusia se involucrara en una guerra a favor de unos regicidas. Con el conflicto con Serbia ya planeado, lo único que debían hacer Austria-Hungría y su aliada era apaciguar a los rusos e impedir la escalada del conflicto.
Tumba del emperador Francisco José, su esposa Sissí y su primogénito Rodolfo.
Sin embargo, contra lo esperado, Rusia decidió inmediatamente enviar tropas para defender a los serbios, y a pesar de los intentos de apaciguamiento realizados tanto por el emperador Guillermo como por el zar Nicolás, se decretó la movilización general, sin que Francia, deseosa de resarcirse de la humillación de 1871 hiciera nada para calmar los ánimos. Alemania, temerosa de perder la guerra, ya inevitable, si no tomaba la iniciativa, exigió la cesación inmediata de la movilización y al no recibir respuesta declaró la guerra a Rusia (1 de agosto) y su aliada Francia (3 de agosto), invadiendo a la neutral Bélgica para caer por sorpresa en la retaguardia francesa (Plan Schlieffen). Gran Bretaña, decidida a impedir la hegemonía alemana en Europa y obligada a defender a Bélgica, declaró la guerra a Alemania (4 de agosto). La Gran Guerra Europea había estallado.
Con respecto a Italia, en 1915 violó su alianza con Austria y Alemania con la esperanza de que su victoria le proporcionara los territorios austriacos ambicionados por el nacionalismo italiano, la llamada Italia irredenta (Trento, Gorizia, Trieste, Istria, Fiume y Dalmacia).
Francisco José murió en paz y serenidad a mitad de la guerra, el 21 de noviembre de 1916, tras haber ido a comulgar y despachado los asuntos de Estado aquella misma mañana. El 30 de noviembre, "Francisco José, un humilde pecador que implora la misericordia de Dios", recibió cristiana sepultura en el convento de los capuchinos en Viena.
Como Rodolfo se había suicidado y Sissi no había querido tener más hijos, la corona debía pasar necesariamente a los hermanos y sobrinos de Francisco José, porque las leyes impedían que sus hijas heredaran el imperio. Al quedar sin herederos la línea principal, la sucesión recayó en los hijos del archiduque Carlos Luis, que había muerto diez años antes: Francisco Fernando, enfermizo y débil; Otto, libertino, indisciplinado y salvaje; y Fernando Carlos, que estaba deseoso de abdicar sus derechos.
Francisco Fernando, carente tanto de encanto como de elegancia, había ofendido a Francisco José al casarse con una mujer que, según el Emperador, se hallaba por debajo de su clase: la condesa Sofía de Chotkowa y Wognin, que se casaría con Francisco Fernando en 1900. La negativa del joven a renunciar a ella le costó que Francisco José apartara a los hijos de la pareja de los derechos sucesorios. Cuando el archiduque fue asesinado, el Emperador ni siquiera asistió a los funerales.
Así pues, la sucesión recayó en el sobrino de Francisco Fernando, el primogénito de Otto, Carlos I de Austria-Hungría, coronado a la muerte de Francisco José en 1916. Carlos fue el último monarca Habsburgo. Sus intentos de lograr una solución diplomática al conflicto chocaron de frente con la intransigencia de Clemenceau y Wilson, que ya tenían decidida la desaparición de la Doble Monarquía danubiana. Incapaces de seguir sosteniendo el esfuerzo militar, Austria y Alemania pidieron el armisticio el 1 de octubre de 1918. Apenas 20 días después, Austria-Hungría se disolvió, en tanto que el Emperador, negándose a abdicar, hubo de huir al extranjero (11 de noviembre).
Considerado en su tiempo un perfecto caballero, Francisco José I fue un hombre de mentalidad conservadora, convencido de su derecho divino a gobernar, inteligente, atractivo y encantador, pero incapaz de enfrentarse adecuadamente a los brutales cambios ideológicos y políticos que se avecinaban. Afecto a considerar a su dinastía como llamada por el destino a gobernar Europa, su benevolente despotismo paternalista era sencillo como su vida privada. Francisco José estuvo dedicado por entero al cumplimiento de sus deberes como gobernante y al mantenimiento del honor y el bienestar de su pueblo. Sin embargo, la historia se encargaría de demostrar que esto no era suficiente para impedir el derrumbe de su imperio y la oleada de luchas secesionistas, nacionalistas y de otras variadas índoles que confluirían en el gran conflicto continental que devastaría Europa.
Su muerte y la división de Austria-Hungría representan el fin de una época y el comienzo de la Europa contemporánea.
Francisco José llevó adelante con considerable éxito el reinado más largo de todos los gobernantes Habsburgo y también uno de los más tumultuosos, que indicó el fin de los reyes gobernantes para dejar paso a las democracias y monarquías parlamentarias europeas del siglo XX.
Igualmente, la tarea de Francisco José no fue poca ni despreciable: consiguió mantener su monarquía durante todo ese tiempo, mientras las fuerzas nacionalistas centrífugas y los poderes extranjeros intentaban hacer trizas al Imperio por todos los medios.
Básicamente, la rotunda negativa del Emperador a permitir las reformas democráticas que se le exigían, así como su unión con las fuerzas conservadoras y absolutistas, abrieron el camino para el fin de la monarquía. En 1914 Austrohungría comprendía 676.616 kilómetros cuadrados y 52,8 millones de habitantes, lo que le convertía en el segundo país más extenso de Europa (después de Rusia) y el tercero más poblado (después de Rusia y Alemania). Incluía 15 nacionalidades: 12'5 millones de austroalemanes, 10'5 millones de magiares, 7 millones de checos y 2 de eslovacos, 5'2 millones de polacos, otros tantos serbios, croatas y bosnios, 3'5 millones de rumanos, 4 millones de rutenos y ucranianos , 800.000 italianos, friulanos y ladinos y 1'3 millones de eslovenos. Había 40 millones de católicos romanos y grecocatólicos (ucranios y rumanos), 4,5 millones de ortodoxos (serbios, rumanos y ucranios), 4,7 millones de luteranos y calvinistas, 2,5 millones de judíos y 800.000 musulmanes, cuya coexistencia pacífica era garantizada por el Imperio. Si la situación balcánica había sido durante el s.XIX sangrienta y problemática, la disolución de Austrohungría exacerbaría los problemas, con el añadido de que las nuevas fronteras crearon unas férreas barreras arancelarias que asfixiaron el comercio y condujeron a la crisis económica y la miseria de los nuevos países.
Para Austria, la consecuencia más importante de esta disolución fue su degradación a un poder de tercera categoría, hasta el punto de ser absorbida por Alemania en 1938. Nunca recuperaría su estatus de gran potencia. Viena, que había sido una de las capitales del mundo, se convirtió de la noche a la mañana en la cabeza de un país diminuto. En 2006 aún se halla muy lejos de la población que tenía 90 años atrás (1,6 millones actualmente frente a 2,3 millones en 1916).
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