lunes, 21 de junio de 2010

Boda de la princesa Victoria de Suecia.

Victoria entró al templo del brazo de su padre el Rey, precedida por sus damitas y pajes, con un vestido blanco de seda brillante de corte clásico, escote de barco y larga cola, casi idéntico al que hace 32 años lució su madre la Reina Silvia. Coronaba su cabeza la diadema que Napoleón regaló a Josefina. A medio camino del coro esperaban Daniel y el Príncipe Carlos Felipe y fue Daniel quien condujo Victoria al altar. Así resolvió el Rey la polémica sobre quién entregaba a quién la mano de la novia. Durante la ceremonia en la Catedral, decorada con flores rosa y malva, hubo música clásica y de «Abba» compuesta para la ocasión por Benny Andersson. Tras la ceremonia, que duró 50 minutos, la pareja recorrió en carroza las calles de la ciudad.
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La princesa heredera Victoria de Suecia y su prometido, Daniel Westling, se dieron el "sí, quiero" en una ceremonia celebrada en la catedral de San Nicolás de Estocolmo con la realeza europea y las autoridades suecas como testigos.
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A la ceremonia -que se celebró en la catedral de San Nicolás y fue oficiada por el arzobispo Anders Wejryd, cabeza de la Iglesia Luterana sueca- están invitadas unas 1.100 personas, aunque sólo la mitad acudirán luego al banquete nupcial en Drottningholm, al que precederá un paseo de los novios en carroza descubierta por el centro de Estocolmo.
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La infanta Elena, los Duques de Palma de Mallorca, Friso y Mabel de Holanda, Constantin y Laurentien de Holanda, Marta Luisa de Noruega y su esposo, Ari Behn
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Los novios, momentos antes de la bendición de los anillos y el rito del intercambio de éstos y los votos.
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Victoria y Daniel, ya convertidos en marido y mujer. Al contraer matrimonio, Daniel ha recibido el título de Su Alteza Real el príncipe Daniel, Duque de Vastergorland, y caballero de la orden Serafin, la más alta distinción Suecia
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La princesa heredera Victoria de Suecia, junto a Daniel Westling, duque de Västergötland, en la carroza que recorrió Estocolmo minutos después de haberse celebrado el enlace.
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La relación fue recibida con escepticismo por familiares y amigos, especialmente por el rey Carlos XVI Gustavo, debido al origen modesto de Daniel, pero tras años de especulaciones, el compromiso oficial de la pareja se anunció en marzo del año pasado y un mes después se fijó el día de la boda.
La elección de la fecha no es casual, ya que existen varios precedentes de bodas ese día en la historia de la familia real sueca, el más reciente, en 1976, la de los padres de Victoria, los reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia

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Vista del salón que acogió el banquete
                         Vista general del banquete.
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El rey Carlos Gustavo de Suecia entrega una rosa a la reina Silvia y Daniel Westling se declara a la princesa Victoria: 'Te quiero tanto'
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La Heredera y su ya marido, junto a los pajes y damas de honor de su boda. De izquierda a derecha: Vera Blom, Amalia de Holanda, Giulia Sommerlath, Ingrid de Noruega, Vivien Sommerlath, Madeleine von Dincklage, Leopold Sommerlath, Ian De Gee, Hedvig Blom y Christian de Dinamarca.
Los padres de los novios se unieron a ellos en el posado oficial. A la izquierda, los reyes Carlos Gustavo y Silvia, y a la derecha, Olle y Ewa Westling
Los padres de los novios se unieron a ellos en el posado oficial. A la izquierda, los reyes Carlos Gustavo y Silvia, y a la derecha, Olle y Ewa Westling.
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Los novios posaron también con las Casas Reales representadas en su boda, seis reyes, nueve reinas, un príncipe soberano y ocho príncipes herederos.
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                                Alexia de Grecia.
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                 Anna Westling, hermana de Daniel Westling.
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Claire de Bélgica –en la imagen con su marido, el príncipe Laurent.
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                     Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock
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               La infanta Cristina y su marido Iñaki Urdangarin
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               Infanta Elena, duquesa de Lugo y Sofía de Grecia.
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La princesa Laurentien, casada con el príncipe Constantin de Holanda.
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           Príncipe Felipe y consorte con la tiara floral de la reina Sofía
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Mabel Wisse Smit, casada con el príncipe Friso de Holanda.
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                      Reina Silvia y Princesa Magdalena de Suecia  
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Margarita de Bulgaria, en la imagen junto a su esposo, Simeón.
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                              Marta Luisa de Noruega.
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                                     Mary de Dinamarca.
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                                  Matilde de Bélgica.
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                                     Máxima de Holanda.
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                            Mette-Marit de Noruega.
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                                    Paola de Bélgica.
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                          Reina Beatriz de Holanda.
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                 La Reina Margarita II de Dinamarca y su esposo el Príncipe consorte Enrique.      
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                               Reina Rania de Jordania.
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                              Rosario Nadal.
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                        La Reina Sonia de Noruega.
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      Tatiana Blatnik, casada con el príncipe Nireyes1--z 
En la boda, la reina Sofía y sus tres hijos -el príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina-, así como la princesa Letizia, esposa del heredero de la Corona de España, y el duque de Lugo, Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, representaron a la Corona española en Estocolmo.
La reina Margarita II de Dinamarca, acudió con su esposo, el príncipe consorte Enrique, y los príncipes herederos Federico y Mary, mientras que por parte de Noruega estan los reyes Harald V y Sonia, los príncipes Haakon, Mette-Marit y Marta Luisa; y por Holanda, la reina Beatriz y los príncipes herederos Guillermo y Máxima.
Los reyes Alberto y Paola de Bélgica, con los príncipes herederos Felipe y Matilde; los príncipes herederos Naruhito y Masako de Japón, los reyes Abdulá y Rania de Jordania, los príncipes herederos Alois y Sofía de Liechtenstein, los grandes duques de Luxemburgo, el príncipe Alberto de Mónaco y el príncipe Eduardo y su esposa, la condesa Sophie de Wessex.
Representantes de las casas reales búlgara, griega y rumana, los presidentes de Finlandia e Islandia, el Gobierno sueco al completo, encabezado por el primer ministro, Fredrik Reinfeldt; líderes de la oposición; autoridades regionales y representantes institucionales, del mundo empresarial y de la cultura completan la lista.
En la decoración del templo, que ha sido restaurado para la ocasión,  las más de 40.000 rosas, claveles, lirios y follajes tropicales enviados por cultivadores colombianos.   Unos 2.500 agentes velan por la seguridad en las calles de Estocolmo, en las que se estima que unas 250.000 personas seguirán el cortejo.
El programa oficial de actos se abrió anoche con una cena y una fiesta en Drottningholm, y hoy el Gobierno homenajeará a los novios con otro ágape en el palacio de Skeppsholm, al que seguirá una gala en el Konserthus y otra fiesta en una conocida discoteca           
Ayer todos los caminos conducían a Estocolmo. La capital sueca, bañada de luz, celebró en un ambiente de júbilo nacional entre lirios y rosas blancas, la boda de su heredera al Trono. Los ciudadanos se lanzaron a la calle congregándose en las aceras para esperar el paso de los novios a los largo de los 6,8 kilómetros de recorrido de la real comitiva. A mediodía los cañones de las reales fortalezas alrededor de Suecia marcaron con 21 cañonazos la importancia de este día y horas más tarde los de la Real Fortaleza dispararon la misma salva en honor de los esposados.
A las 14 horas fueron llegando los 1.200 invitados a la Storkyrka. En esa iglesia se han celebrado coronaciones, entierros y bodas reales. Aquí se casó Gustavo I en 1531 y se coronó en 1336 a Magnus Ericsson y a trece reyes detrás de él.
 tarta--z    La tarta nupcial contaba con 11 pisos, 3 metros de altura y 250 kilos de peso. Momento del corte de la tarta.
  La princesa Victoria de Suecia y Daniel Westling cerraron el día de su boda con una fiesta que se prolongó hasta pasadas las seis de la mañana en el Palacio Real de Estocolmo.
Reyes y reinas de dieciocho casas reales y dos presidentes, amén de una larga lista de príncipes, princesas, grandes duques y duquesas, con otros aristócratas y embajadores.
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El Gran Duque Enrique de Luxemburgo y su esposa María teresa Mestre.
Mientras los caballeros vestían el tradicional frac, las damas ofrecieron un bello espectáculo demostrando ser maestras en el arte de conjugar colores y formas. Muy elegante como siempre nuestra Reina Sofía con un vestido rosa pálido drapeado. La Reina hizo buen uso de un pequeño abanico también rosa. Impactantes, de rosa y verde las Infantas: Elena con una chaquetilla torera y Cristina de verde pálido. Un guapísimo príncipe de Asturias con uniforme de almirante acompañaba a su esposa Letizia con el pelo recogido, diadema y un vestido de discreto color champán de Felipe Varela.
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                           El Príncipe Naruhito de Japón.
                  Los Reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia.

Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal     Rosario Nadal y su ex marido Kyril de Bulgaria, que    curiosamente acudieron juntos a este evento.
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                           Olle y Eva Westling, padres del novio.
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                Los Reyes  Harald V y Sonia de Noruega.
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                 Los Reyes Abdulá y Rania de jordania

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¨                       Alois y Sophie de Liechtenstein
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          Los Príncipes herederos Mary y Federico de Dinamarca.
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      Los Príncipes de Suecia, Madalena y su hermano Carlos Felipe.
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                  Los Príncipes Felipe y Matilde de Bélgica.
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        La Reina Sofía de España con el Rey Simeón de Bulgaria.
 magdalenasuecia-01a         La Reina Silvia de Suecia y su hija la princesa Magdalena.
La Reina Margarita II de Dinamarca y su esposo el Príncipe consorte Enrique.
La Princesa de Noruega Marta Luisa y su marido Ari Behn.
  La Princesa Astrid de Bélgica y el Archiduque Lorenzo de Austria.
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El Rey Simeón de Bulgaria y su esposa Margarita Gómez- Acebo.
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La infanta Elena y Cristina eligieron sendos modelos de Lorenzo Caprile. Elena se decantó por un diseño en rosa fucsia de inspiración goyesca, con amplia falda de vuelo que complementó con una chaqueta torera, bordada con perlas blancas, en gris y rosa. El pelo lo llevaba recogido en una vistosa redecilla y la tiara con que se casó.

princesa-victoria-look-vestido-boda-suecia-victoria4 La princesa heredera Victoria de Suecia se besa con Daniel Westling tras su enlace en la Catedral de San Nicolás, en Estocolmo.
                          Menú del enlace.
Victoria de Suecia confió para ello en el chef Stefano Catenacci, responsable de los catering y los banquetes que se ofrecen en el Palacio Real desde hace años, además de jefe de cocina de uno de los restaurantes más elegantes de Estocolmo, el Operakallaren.
El banquete se sirvió en el salón de estado y tres salas contiguas y, según informa Hola.com, comenzaron por cigalas de la costa oeste con trufa y caviar de trufa, además de cítricos en escabeche de bacalao en un lecho de flores con jalea de pepino verde y sopa de guisantes con huevas de pescado blanco.
A continuación, char Landö con capa de hierbas, huevo de codorniz poché, espárragos verdes y remolacha de Gotland servida con una salsa de ortiga y ajo.
Y entre los platos principales, solomillo de ternera de Stenhammar, gratinado de patatas asadas con queso Allerum, terrina de tomate y zanahorias cocidas con tomillo en col blanca y salsa de estragón.
De postre, mousse de fresa y helado de vainilla en chocolate blanco.untitled      El palacio de Haga, regalo de bodas para Victoria de Suecia.Ya casados, la princesa Victoria y Daniel Westling trasladarán su residencia al Palacio de Haga, en el Parque de Haga, en el municipio de Solna (Estocolmo)


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domingo, 20 de junio de 2010

Cena de Gala de Victoria de Suecia.

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Los hermanos de la novia, Magdalena y Carlos Felipe, acudieron juntos, del brazo. Guapísima esta chica
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                                        La  Infanta Elena.
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                          Cristina y su marido Iñaki, ni se miran.
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Alberto de Mónaco acudió con su novia, la nadadora sudafricana Charlene Wittstock.
Federico de Dinamarca, junto a su siempre radiante esposa, Mary Donaldson Federico de Dinamarca, junto a su siempre radiante esposa Mary Donaldson.
Felipe y Matilde de Bélgica                              Felipe y Matilde de Bélgica.
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          Hakoon de Noruega y Mette-Marit han estado muy implicados en el enlace de Victoria. Su hija mayor ha sido una de las damitas de honor
La infanta Elena, acompañada de una guapísima Rosario Nadal                La infanta Elena, acompañada de Rosario Nadal.
Los condes de Wessex han sido los representantes de la familia real británica Los condes de Wessex han sido los representantes de la familia real Británica.
Los condes de Wessex junto a Máxima Zorriegueta y el príncipe Guillermo de Holanda. Los condes de Wessex junto a Máxima Zorriegueta y el príncipe Guillermo de Holanda.
maxima-holanda-vestido-look-boda-suecia y Filippa Reinfeldt                      Máxima de Holanda y Filippa Reinfeldt.
Margarita de Dinamarca y el príncipe Henrik               Margarita de Dinamarca y el príncipe Henrik.
La princesa Rym Ali y el príncipe Ali Bin Al Hussein
              La princesa Rym Ali y el principe Ali Bin Al Hussein.
cena05_1_portrait_galeria         El Príncipe de Asturias y consorte, con modelo de Felipe Varela, diseño rojo palabra de honor y falda de volantes de inspiración española, aunque también hubiera voces críticas que señalaran que la ex periodista utilizó un vestido muy parecido a los que elabora la casa Rosa Clará en sus fábricas de China para bodas de serie B. La verdad no le queda nada bien para mi gusto,está muy escuálida y no debería lucir esos hombros huesudos.  
No asistieron a la cena previa a la boda - viernes noche - dieron mucho que hablar en el concierto celebrado a continuación. 
padres del novio Ewa y Olle Westling, padres del novio, a su llegada a la cena de gala, en la que pasaron bastante inadvertidos.
Marta Luisa de Noruega junto a Ari Behn.
                     Marta Luisa de Noruega junto a Ari Bhn.
princesa-victoria-suecia-vestido-look-boda-suecia5                     La Princesa Victoria y su prometido.
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                                   Reina de Noruega.
Simeón y Margarita de Bulgaria                      Simeón y Margarita de Bulgaria.
princesa-sophie-vestido-look-boda-suecia                                          Princesa Sofía.

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María Ana del Palatinado-Neoburgo.

                            Casa Real del Palatinado.
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María Ana del Palatinado-Neoburgo (28 de octubre de 1667, Palacio de Benrath, Düsseldorf, Alemania – 16 de julio de 1740, Palacio del Infantado, Guadalajara, España), reina consorte de España de 1689 a 1700 como segunda esposa del rey Carlos II de España.
Mariana era la duodécima hija del Elector Palatino del Rin, Felipe Guillermo del Palatinado, Duque de Neoburgo (en alemán Neuburg), y su esposa Isabel Amalia de Hesse-Darmstadt. Fue educada junto con sus hermanas María Sofía, Dorotea Sofía -quien era su hermana favorita- y Eduvigis en el castillo de Neoburgo en Alemania. Desde joven fue físicamente atractiva: Era alta, delgada, bien formada de cuerpo y pelirroja, aunque también se caracterizaba por ser vanidosa, egoísta y altanera.
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A principios de 1689 falleció María Luisa de Orléans, la primera esposa del rey Carlos II de España, por lo que los ministros españoles comenzaron rápidamente a buscar una nueva consorte para el monarca. Mariana fue elegida entre varias candidatas para ser la segunda esposa del rey debido a la alta fertilidad de su familia - su madre había dado a luz nada menos que a veintitrés hijos. Además, la hermana mayor de Mariana, Leonor, estaba casada con el emperador Leopoldo I, con lo que los lazos con la rama austríaca de los Habsburgo se verían reforzados. La boda por poderes se celebró el 28 de agosto de 1689 en Ingolstadt, Alemania, con la presencia del mismo emperador Leopoldo I y su esposa, entre otros ilustres invitados. Sin embargo, Mariana no llegó a España hasta la primavera del siguiente año. La boda en persona con el rey Carlos se llevó a cabo el 14 de mayo de 1690 en la iglesia del Convento de San Diego, dentro del conjunto del Palacio Real de Valladolid. Pasado el tiempo, el embajador francés en Madrid describió en pocas palabras la nueva posición de Mariana en la corte española:
La princesa de Neoburgo ha adquirido tal ascendiente sobre el espíritu del rey, su esposo, que bien puede decirse que es ella la que reina y gobierna en España... los cargos y dignidades se otorgan a los que le muestran rendimiento; los méritos, el rango o los servicios prestados no ponen a cubierto a quienes se oponen a su voluntad, ni les salvan de la desgracia y el destierro. Por lo demás, la autoridad de la Reina se funda más bien en el temor que tienen a su resentimiento que a su amor al pueblo...
Durante su matrimonio, Mariana fingió once embarazos y al no lograr tener descendencia, conspiró, ayudada por su camarera mayor, la baronesa de Berlips (llamada La Perdiz), para influir sobre la decisión del sucesor al trono. En las disputas por la sucesión de la corona española, Mariana siempre apoyó las pretensiones de su sobrino, el archiduque Carlos de Austria, hijo de su hermana mayor, Leonor de Neoburgo, y del emperador Leopoldo I. Por si esto fuera poco, Mariana también estuvo involucrada en el extraño asunto de los exorcismos de su marido. El pueblo solía recitar los siguientes versos:
No conocen que es la reina
mundo, demonio y mujer
y, en fin, por decirlo todo,
que lo demás no lo sé,
es ser la reina de carne,
es ser el rey de papel
Debido a su carácter autoritario y altanero, Mariana nunca logró hacerse popular entre sus súbditos, quienes la tachaban de «alemana, pelirroja y antipática». Había algo de razón en ello, pues la reina llegó a robar dinero de las arcas españolas para enriquecer a su familia en Alemania. Sin embargo, la economía del reino estaba lejos de ser buena y hubo veces en que Mariana tuvo que hacer sacrificios económicos. Por ejemplo, en 1696 se vio obligada a empeñar sus mejores joyas para contribuir a sufragar algunos gastos que su marido no podía cubrir en ese entonces. Mariana se quejó sobre este asunto a su familia en Alemania escribiendo que, al casarse, sus hermanas habían recibido mejores dotes económicas que ella. Su ira había sido mayor al oír que su predecesora, María Luisa de Orléans, había recibido una excelente dote, así como magníficas joyas de Francia al casarse con Carlos. Su madre, la electriz Isabel Amalia, escribió sobre este asunto lo siguiente:
No es exacto que la Reina esté peor dotada que sus hermanas. Ni la Emperatriz, ni la Reina de Portugal, ni la Princesa de Polonia, recibieron más que ella. Claro que no podrá igualarse nunca con la hija del Duque de Orléans, hermano del Monarca más rico del mundo; pero, en cambio, me parece vergonzoso que se viese en la precisión de empeñar sus alhajas para cubrir necesidades de su marido.
En el otoño de 1699, el rey Carlos II y Mariana pasaron una temporada en El Escorial junto al resto de la corte y, aprovechando la ocasión, se decidió que algunos féretros reales serían cambiados de lugar. Mariana, llena de curiosidad, ordenó abrir el féretro de su predecesora, María Luisa de Orléans, y el cadáver de ésta se halló en buen estado a pesar de haber transcurrido más de diez años de su muerte. El rey Carlos mandó abrir el féretro de la reina madre, Mariana de Austria, el cual también se halló en perfecto estado para sorpresa de todos. Sin embargo, al abrir el féretro de don Juan José de Austria, encontraron su cadáver en tan mal estado que todos tuvieron que salir de ahí al instante.
Ya en 1700 era evidente que el fin de Carlos II estaba cercano. En la capital corrieron rumores diciendo que Mariana, con tal de asegurar su posición elevada, deseaba casarse con el delfín de Francia en cuanto su esposo falleciera. No obstante, en el testamento de Carlos II quedó estipulado que, durante su viudez, se le asignaría a la reina una pensión de cien mil doblones al año, así como el señorío de por vida de la ciudad española donde ella quisiese fijar su residencia. A este respecto, el pueblo comenzó a recitar los siguientes versos:
En Córdoba hay terrible ventolera;
a Granada no voy sin ser oidora;
para Jerez no soy tan gran señora.
En Sevilla hay comercio y no quisiera,
porque no me ha hecho Dios tan vendedora;
el ir a templar gaitas a Zamora
es tan malo como ir a Talavera.
En Valencia hay poquísima sustancia,
mucho arroz, flores, fuero y contrafuero
y, en fin, a todos tengo repugnancia.
Más pues nada me cuadra (caso fiero)
una de dos: o ser delfina de Francia
o quedarme en Madrid es lo que quiero.
Una vez muerto el rey, el nuevo soberano Felipe V indicó su deseo de que Mariana abandonase Madrid antes de que él entrase en ella. La reina no tuvo más remedio que retirarse a Toledo, donde vivió recluida en el sombrío Alcázar de dicha ciudad. Viéndose en situación tan desagradable, envió cartas a su familia en Alemania pidiendo ayuda económica. A principios de 1701, su hermano mayor, Juan Guillermo de Neoburgo, escribió a la emperatriz Leonor lo siguiente:
En lo que se relaciona con la Reina de España, compadezco de todo corazón a esa pobre desgraciada; pero, a decir verdad, tiene, por su mala conducta, la culpa de todo lo que le sucede, y encuentro que lo que pide a Vuestra Majestad es más apetecible que practicable. Pero si pudiesen ayudar a esa pobre mujer y consolarla en su triste situación, sería también un gran favor para mí...
En el verano de 1702 la misma Mariana escribió desde Toledo a su madre, Isabel Amalia, lo siguiente: "No me dejan en paz y dicen de mis cartas mil cosas que no hay en ellas; así es que me veo forzada a no escribir más. No tengo más remedio que vivir entre estas gentes y me tienen en sus garras. Tengo, pues, que tener paciencia hasta que Dios se apiade de mí."
No obstante, Mariana tuvo que resignarse a seguir viviendo en el antiguo Alcázar de Toledo, donde su situación siguió siendo bastante difícil. Pocos años más tarde, en el otoño de 1704, la reina nuevamente escribía a su madre lamentándose de su situación en los siguientes términos: "...estoy completamente abandonada, no me dan mi pensión o, por lo menos, sólo la tercera parte..., de modo que no tengo apenas criados, ni los puedo tener, porque no hay con qué pagarles, y algunas veces no tengo casi que comer... Soy tan desgraciada que no puedo fiarme de nadie y temo que todos me abandonen."
Dos años más tarde, en 1706, su destino cambió cuando su sobrino, el archiduque Carlos de Austria, ocupó la ciudad de Toledo junto con las tropas imperiales. Naturalmente Mariana celebró su llegada, lo que le valió que más tarde que el rey Felipe V la desterrase a Bayona, Francia, donde pasó las siguientes décadas de su vida olvidada por todos. Su situación mejoró un poco al casarse Felipe V en segundas nupcias con Isabel de Farnesio, que era su sobrina (hija de su hermana Dorotea Sofía de Neoburgo, duquesa de Parma). En 1739 regresó a la Corte, ya anciana y enferma. Fue instalada en el Palacio del Infantado en Guadalajara, donde falleció el 16 de julio de 1740. Fue enterrada en el Monasterio de El Escorial.

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domingo, 13 de junio de 2010

Francisco José I de Austria.

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                         Casa real de Habsburgo-Lorena.

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                El joven  Francisco José, ya Emperador de Austria.
Corona imperial de Austria. Se conserva en el museo en VienaEmperador de Austria, Rey Apostólico de Hungría, Rey de Bohemia, Croacia y Eslavonia, Dalmacia, Galicia y Lodomeria, e Iliri
Francisco José I de Habsburgo-Lorena  Emperador de Austria, rey apostólico de Hungría y rey de Bohemia, entre otros títulos, desde el 2 de diciembre de 1848 hasta su muerte en 1916. Su reinado de casi 68 años es el tercero más prolongado de la historia europea, después de Luis XIV de Francia y Juan II de Liechtenstein. Su lema personal era Viribus Unitis (Con unión de fuerzas).

Nació a las 9:45 del 18 de agosto de 1830 en Schönbrunn, Viena, como primogénito del matrimonio entre el archiduque Francisco Carlos -quien a su vez era el segundo hijo del último Sacro Emperador Romano y primer Emperador de Austria, Francisco I- y Sofía de Baviera.
Francisco José con su madre, la princesa Sofía de Baviera            Francisco José con su madre, la princesa Sofía de Baviera.  
Dado que a la muerte de Francisco lo sucedió su hijo Fernando, Francisco José no estaba en la línea directa de la sucesión del trono. Sin embargo, como su tío demostraba sufrir de problemas mentales y carecía de hijos, la regencia secreta dirigida por Metternich ordenó inmediatamente que se comenzara a educar al muchacho como posible sucesor a la Corona.
El Emperador Francisco José con sus nietos.
               El emperador Francisco José con sus nietos.
Durante las Revoluciones de 1848, Metternich huyó del país, y tras el Tercer Levantamiento de Viena, el Príncipe Schwarzenberg clausuró la Dieta Constituyente, instauró la dictadura y convenció a Fernando para que abdicara (2 de diciembre de 1848) en favor de Francisco José, que de este modo fue proclamado Emperador a los 18 años de edad.
El reinado de Francisco José se desarrolló en medio de violentas conmociones internacionales que lo persiguieron toda su vida: comenzaron con la revolución austríaca de 1848 y culminaron con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Las ideas liberales y el pensamiento demócrata ganaban terreno. Apenas llegado al trono, Francisco José debió vérselas con estas dos fuerzas disociadoras de su monarquía centralizada, por lo que los primeros 18 años de su gobierno estuvieron caracterizados por un fuerte absolutismo.
En 1848, la situación política de las monarquías europeas era desesperada. Como otros reyes, debió enfrentar tiempos de nacionalismo creciente, y tuvo éxito en su empeño de mantener unido el Imperio Austrohúngaro. Los avances de los demócratas y capitalistas por una parte, y de los nacionalistas germanochecos que luchaban por la independencia de Bohemia por el otro, acorralaron la gestión del monarca, que además debía contener a los belicosos serbios que también ansiaban independizarse y abandonar el imperio.
Todos intentaban que el soberano se volcara en su favor, pero el Emperador siempre intentó mantener una posición equidistante sin ceder con ninguno, cuidando con particular interés el mantenimiento de la integridad del imperio. No alcanzó a ver, empero, la situación de debilidad en que dejaba al poder central su pretendida prescindibilidad en estos graves asuntos.
Para poner fin a la revolución húngara, Francisco José se vio obligado a aliarse con Rusia. En septiembre de 1848 la Dieta húngara no había reconocido a Francisco José como su soberano. En marzo de 1849 Francisco José impuso una nueva constitución centralista y restauró el absolutismo. Esta constitución, llamada de Olmütz, que afirmaba que Hungría es parte del Imperio Austriaco, sin ningún derecho especial. En respuesta, al mes siguiente Luis Kossuth proclamó la república. En mayo el zar Nicolás I y Francisco José se reunieron en Varsovia para concertar la acción militar común anti húngara. Tras la batalla de Temesvar, los húngaros
capitulan en Vilagos y Kossuth huye a Turquía. Se instauraron tribunales especiales para juzgar a los rebeldes, se impuso la lengua alemana, y Hungría quedó dividida en 5 provincias bajo administración directa de Austria.
Tras un período de reacción contrarrevolucionaria la constitución absolutista fue abolida 1851. Se impuso una burocracia centralista y se cedió ante el Vaticano la jurisdicción sobre las leyes civiles (especialmente las matrimoniales) y educativas, que a partir de entonces pasaron a estar controladas por la Iglesia Católica. La insuficiencia de los ingresos dio al traste con la política arancelaria, obligando al gobierno a subirlos para poder mantener el equilibrio presupuestario, lo cual supuso la oposición de los liberales.
La “traición” a Rusia, al negarle Austria su apoyo durante la Guerra de Crimea (1853-56), condujo al aislamiento político del Imperio, que sería incapaz de enfrentarse por sí sólo a la sucesión de desastres que se le vendrían encima.
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        La emperatriz Sissi (óleo de Francisco Javier    Winterhalter).
En este entorno de decadencia y cambios destructivos, la única fuerza unificadora y moderadora en la corte de Francisco José era su esposa, la princesa Isabel, a quien todo el mundo (aún hoy en día) conoce por su sobrenombre de Sissi, princesa de Baviera.
La niña y el joven emperador de 23 años se conocieron en la población estival de Bad Ischl durante las vacaciones del monarca, en el verano de 1853. La familia pretendía casar a Francisco José con la princesa Elena de Baviera, pero en cambio el Emperador quedó prendado de la hermana menor de ésta, Elisabeth, de tan solo 15 años. La jovencita estaba allí por casualidad, pero quedaron encantados el uno con el otro de tal modo que su compromiso se celebró de hecho al día siguiente.
villa-imperial.jpgEn la Villa Imperial de Bad Ischl (Kaiser Villa), fue donde se conocieron Francisco José y Elizabeth y donde Nené vio como desaparecían sus sueños.
Villa imperial de Bad Ischl, fue donde se conocieron Francisco José y Elizabeth (Sissi) y donde Su hermana Nené vio como desaparecían sus sueños.
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El 24 de abril de 1854, Sissi y Francisco José se casaron en la Augustinerkirche de Viena, convirtiéndose así en la pareja más observada del mundo. Como ambos poseían un enorme encanto personal, la gente de todo el mundo los vigilaba como protagonistas de un hermoso cuento de hadas de la vida real.
No era tal: la emperatriz, que había entregado su vida rural sin preocupaciones por el estricto protocolo de la corte vienesa, pronto comenzó a tener problemas. No era fácil adaptarse a la vida como esposa de un hombre que, si bien la amaba tiernamente, también gobernaba un imperio habitado por más de 50 millones de personas.
Atrapada entre la melancolía y la etiqueta, Sissi comenzó a preocuparse por los pobres e indefensos, convirtiéndose en asidua colaboradora de hospitales y asilos, llevando adelante una importante tarea social, caso prácticamente inédito entre las mujeres nobles de esa época.
Poco a poco comenzó a acumular influencias en la corte y especialmente sobre su marido. Las ideas de Sissi eran avanzadas, progresistas y liberales, y su apoyo a la causa húngara fue determinante para que ese país alcanzara la igualdad política con Austria en 1867. El matrimonio tuvo cuatro hijos, los primeros tres en rápida sucesión inmediatamente después de casarse:
   Rosa rojaSofía Federica Dorotea María Josefa. (1855-1857),
        archiduquesa de Austria         
   Rosa rojaGisela de Austria (1856-1932), princesa de Baviera.
   Rosa rojaRodolfo Francisco Carlos Jos(18581889),archiduque-           de Austria y Príncipe Heredero de la Corona.
   Rosa rojaMaría Valeria de Austria (1868-1924), archiduquesa de Austria-       Toscana.
Sofía Federica de Austria.                             Sofía Federica de Austria.
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                                        Gisela de Austria.
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                                    Rodolfo de Austria.
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                              María Valeria de Austria.
Pero Sissi no era, por causa de su personalidad y de su trabajo solidario, una madre muy afecta al cuidado y enseñanza de los niños, ni tampoco les ofreció demasiada calidez ni cariño. Tenía sólo 18 años cuando nació el primogénito Rodolfo, y la madre de Francisco José (la archiduquesa Sofía de Baviera) comenzó a interferir constantemente en la educación del heredero. Se le prohibía a la emperatriz amamantar al infante, y, luego de los tres primeros partos, la archiduquesa convenció a Elisabeth de que no tuviese más hijos. Esta decisión, aparentemente intrascendente, demostró tener una importancia política enorme, ya que cuando Rodolfo, el único varón, se suicidó, la familia quedó sin sucesores al trono de Francisco José.
La única forma de no tener más niños era observar una cuidadosa abstinencia: la propia Sissi buscó una amante para Francisco José, lo cual repercutió negativamente en el ánimo del emperador, que amaba a su esposa y ambicionaba tener una familia y un tipo de relación normal con ella.
La emperatriz Sissi, que tenía la costumbre de efectuar múltiples viajes, encontró la muerte en Ginebra en 1898. Un fallo en su dispositivo de vigilancia y seguridad, permitió que un terrorista anarquista italiano llamado Luigi Lucheni se aproximara a ella asestándole con un estilete una única y certera puñalada al corazón. La emperatriz cayó al suelo, se levantó y al cabo de una hora murió en el hotel dónde se había hospedado la noche anterior. El deceso de su querida esposa terminó de sumir a Francisco José en la tristeza.

 

                    El Emperador en 1853, en uniforme de húsar.
Aunque Francisco José logró poner fin a la revolución húngara en 1849 y derrotar al rey Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña, al cabo de diez años la alianza de Napoleón III con los Saboya supondría el fin de la hegemonía austríaca en Italia. Derrotado en Solferino, Francisco José hubo de avenirse al Armisticio de Villafranca (ratificado en el Tratado de Zúrich el 10 de noviembre de 1859) y permitir la unificación italiana. Austria perdió todas sus posesiones excepto el Véneto, dejando Lombardía en manos de Víctor Manuel y permitiendo la anexión de los ducados de Parma, Módena y Toscana. Se intentó entonces una solución federalista para los problemas generados por las minorías nacionales, el Diploma de Octubre de 1860, que confería el poder legislativo a un Reichsrat y a una serie de Dietas regionales. Sin embargo, húngaros y austriacos rechazaron la propuesta, así como la Patente de Febrero de 1862, que dividía el Reichsrat en una Cámara de Señores y otra de Diputados, en detrimento de las Dietas.
Por otro lado, la preponderancia de Austria dentro de la Confederación Germánica condujo a tensiones entre austriacos y prusianos en torno a una reforma del Bund que proporcionara mayor peso a Prusia. Tras haber sobrevivido a las Revoluciones de 1848, la política de Austria se centraba en preservar su hegemonía en Europa Central. A finales de la década de los 50 Prusia hizo público un plan, el de Olmutz, que abogaba por la integración de los estados alemanes del Norte. Austria lo consideró una humillación y obligó a Prusia a retirarlo.
En 1864, Austria y Prusia estuvieron aliadas en la Guerra de los Ducados. De acuerdo con lo establecido en la Convención de Gastein que puso fin a ésta, el ducado de Holstein quedó bajo dominio de Austria, y los de Schleswig y Lauenburgo bajo el de Prusia, pero ninguno de los dos países quedó satisfecho con el acuerdo. Finalmente, Prusia se separó del Bund e invadió el ducado de Holstein, dando así comienzo la Guerra Austroprusiana (junio-agosto de 1866), en la que Austria fue derrotada en tan solo 7 semanas. La estrepitosa derrota de Königgrätz obligó a Francisco José a retirarse de la Confederación, cediendo su hegemonía a Prusia y aceptando la anexión de Hanóver, Hesse-Kassel, Nassau, Fráncfort del Meno y los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburgo (Paz de Praga del 23 de agosto de 1866). El Bund se disolvió, y los prusianos consiguieron de este modo, institucionalizar la Federación Alemana del Norte que tras su victoria en la guerra franco-prusiana de 1870-71 permitió la unificación alemana (la Pequeña Alemania o Kleindeutschland, con la exclusión de Austria) bajo control de Prusia (liderada por Otto von Bismarck), lo que llevó al establecimiento del Imperio Alemán en 1871.
Simultáneamente atacado por Italia, el imperio se veía obligado a ceder Venecia por el Tratado de Viena del 12 de octubre.
Su vida familiar fue amarga, principalmente por el choque entre su mentalidad conservadora y el carácter y las ideas liberales de sus familiares. Francisco José perdió violentamente a su hijo, el Archiduque Rodolfo, que se suicidó por un desengaño pasional en medio de una crisis depresiva (30 de enero de 1889), y a su esposa, la emperatriz Elisabeth, asesinada en Suiza el (10 de septiembre de 1898). Al conocer la noticia, el Emperador musitó: en mi imperio la desgracia no conoce el ocaso.
Francisco José tuvo tres hermanos. El primero, Maximiliano (1832-1867), con el cual tenía escasa diferencia de edad, fue instalado en 1863 como emperador de México por los franceses, en un intento por tomar el control de ese país. Cuando el ejército francés empezó a sufrir derrotas ante las guerrillas mexicanas, a lo que se sumaron los problemas que en Europa, el emperador Napoleón III optó por retirar sus tropas, abandonando a Maximiliano a su suerte. Las fuerzas republicanas de México lo capturaron y lo pusieron frente a un pelotón de fusilamiento el 19 de junio de 1867).
El segundo, Carlos Luis murió de tifus (19 de mayo de 1896). Con respecto al hermano menor, Luis Víctor, sufrió el exilio tras ser sorprendido manteniendo relaciones homosexuales con un menor de edad en un baño público.

                            Escudo del Imperio en 1867.
Con respecto al Imperio, Francisco José sufrió las permanentes demandas de Hungría para separarse legalmente de Austria bajo la forma de una monarquía dual: Austrohungría. Por el Ausgleich o compromiso de febrero de 1867, Austria y Hungría se convertían en dos entidades con gobiernos y dietas propias, unidas bajo una misma monarquía, con una común política exterior, financiera (cubriendo Austria el 70% de los gastos) y militar. Se crearon dos milicias territoriales, una húngara (Honved) y otra austriaca (Landwehr). Francisco José aceptó la nueva ordenación constitucional y mantuvo celosamente sus prerrogativas militares (era comándate en jefe del ejército y tenía potestad para declarar la guerra y firmar tratados de paz) y de política exterior.
La propia Austria (la llamada Cisleitania) constaba de 8 naciones diferentes, con 15 Estados y 17 parlamentos. El sufragio estamental en 4 curias (5 desde 1897) sería sustituido en 1907 por el sufragio universal directo. La Transleitania, Hungría, tenía una Dieta propia elegida por sufragio censitario.
Derrotado en Italia y Alemania, el imperio de Francisco José decidió comenzar a intervenir asiduamente en los Balcanes. Con el estallido de la Guerra ruso-turca de 1877, Rusia (Príncipe Gorchakov) y Austrohungría (Conde Andrássy) firmaron el acuerdo secreto de Reichstadt el 8 de julio, por el que se dividía la Península Balcánica dependiendo del resultado de la guerra. La oposición directa de los intereses rusos en los Balcanes llevó a Francisco José a aliarse con Alemania para intentar lograr un equilibrio político y militar que era vital para sus intereses. .
La asociación entre la Alemania de Bismarck y el Imperio Austrohúngaro fue el primer paso en el proceso de alianzas europeas que, junto con las luchas nacionalistas de los pueblos del Danubio y los Balcanes, apilaría explosivos sobre el polvorín étnico y político que incendiaría Europa en la Primera Guerra Mundial. Efectivamente, el Congreso de Berlín otorgó la administración de Bosnia-Herzegovina a Austrohungría. La invasión (1878) y posterior ocupación (1879) del territorio colocó al imperio en una difícil situación frente al amenazante paneslavismo de Serbia y Rusia, naciones que se sintieron engañadas y frustradas por este Congreso
En 1879, Francisco José se unió a Alemania en una alianza que luego incluyó también a Italia, llamada La Triple Alianza. Entretanto, la Alianza de los Tres emperadores (Rusia-Alemania-Austrohungría) fue revocada, lo que condujo al acuerdo contra natura entre la autocrática y reaccionaria Rusia y la republicana Francia (Doble Alianza del 17 de agosto de 1894).
El imperio de Francisco José, que había logrado alcanzar una considerable prosperidad económica gracias a su política económica liberal, se vio acosado por las exigencias de las minorías nacionales descontentas, particularmente los eslavos.
El creciente paneslavismo del Imperio ruso llevó a este país a proclamarse protector de los pueblos eslavos. En ocasiones financiados directamente desde Moscú, estos movimientos nacionalistas se envalentonaron y actuaron con mayor audacia e irresponsabilidad, enrareciendo el clima político con las periódicas crisis balcánicas que se sucedieron hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.
franz karl de Austria, padre del emperador Francisco José
Franc Karl de Austria, padre del emperador Francisco José.
Una de las peores crisis anteriores a la Gran Guerra llegó cuando Francisco José tomó la determinación de anexionarse Bosnia-Herzegovina, el 6 de octubre de 1908, tal y como le autorizaba el artículo 25 del Tratado de Berlín (13 de julio de 1878). Si bien se pretendía detener la cada vez mayor violencia de los separatistas serbios, en realidad, la anexión no hizo más que azuzarlos contra el Imperio, y muy bien pudo haberse iniciado la Gran Guerra en ese momento.
Serbia, indignada ante esta actuación, que ponía fin a sus aspiraciones nacionalistas de la Gran Serbia, movilizó sus tropas. Rusia, sintiéndose engañada por Austria en lo referente a sus aspiraciones de dominar el Bósforo y los Dardanelos, apoyó a Serbia. Los ingleses convocaron una conferencia internacional, que Austria rechazó por temor a resultar vencida. Italia, por su parte, suscribió un acuerdo secreto con Rusia (Tratado de Racconigi) para mantener el status quo en los Balcanes. Alemania mantiene su "fidelidad nibelunga" (sic) hacia Austria, aunque contiene a Hötzendorf, en sus intentos de declarar la guerra a Serbia, a la vez que convence a los rusos para que se echen atrás. Con ello triunfó la política alemana, que haría frente común con Austria, su único aliado seguro.
 

El frente austrohúngaro en febrero de 1915 (US Army).
La Primera Guerra Mundial surgió, entre otras causas, como consecuencia de la inestabilidad interna del Imperio Austrohúngaro. La constante tirantez entre el poder central y las minorías separatistas (checos, serbios, italianos y rumanos) llevó a un conflicto multinacional en el seno del Imperio, que no podía menos que ser aprovechado por sus enemigos exteriores. Además, Francisco José permitió que los militares acaudillados por el conde Conrad von Hötzendorf (partidario de una guerra preventiva con Serbia) dirigieran la política imperial de manera hostil y belicista hacia la amenazante Serbia, apoyada por la Rusia paneslavista, que con sus aspiraciones nacionalistas ponía en peligro la estabilidad y la unidad del Imperio.
Los emperadores Francisco Jose y Elizabeth de Austria
Los emperadores Francisco José y Elizabeth de Austria.
El odio de los separatistas serbios por la anexión de Bosnia-Herzegovina llevó al asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sofía von Chotek, en Sarajevo el 28 de junio de 1914 a manos del joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip, miembro de un grupo nacionalista conocido como la Mano Negra, que actuaba impunemente desde Serbia con financiación rusa.
Decidido a dar una lección a Serbia, el gobierno austríaco envió un ultimátum inaceptable a Serbia, y cuando esta lo rechazó, le declaró la guerra (28 de julio). Como Austria-Hungría se había aliado con Alemania e Italia en la Triple Alianza, Francisco José debió apoyarse en el Káiser Guillermo, el cual era partidario de castigar a Serbia, pero no creía que Rusia se involucrara en una guerra a favor de unos regicidas. Con el conflicto con Serbia ya planeado, lo único que debían hacer Austria-Hungría y su aliada era apaciguar a los rusos e impedir la escalada del conflicto.

Tumba del emperador Francisco José, su esposa Sissí y su primogénito Rodolfo.
Sin embargo, contra lo esperado, Rusia decidió inmediatamente enviar tropas para defender a los serbios, y a pesar de los intentos de apaciguamiento realizados tanto por el emperador Guillermo como por el zar Nicolás, se decretó la movilización general, sin que Francia, deseosa de resarcirse de la humillación de 1871 hiciera nada para calmar los ánimos. Alemania, temerosa de perder la guerra, ya inevitable, si no tomaba la iniciativa, exigió la cesación inmediata de la movilización y al no recibir respuesta declaró la guerra a Rusia (1 de agosto) y su aliada Francia (3 de agosto), invadiendo a la neutral Bélgica para caer por sorpresa en la retaguardia francesa (Plan Schlieffen). Gran Bretaña, decidida a impedir la hegemonía alemana en Europa y obligada a defender a Bélgica, declaró la guerra a Alemania (4 de agosto). La Gran Guerra Europea había estallado.
Con respecto a Italia, en 1915 violó su alianza con Austria y Alemania con la esperanza de que su victoria le proporcionara los territorios austriacos ambicionados por el nacionalismo italiano, la llamada Italia irredenta (Trento, Gorizia, Trieste, Istria, Fiume y Dalmacia).
Francisco José murió en paz y serenidad a mitad de la guerra, el 21 de noviembre de 1916, tras haber ido a comulgar y despachado los asuntos de Estado aquella misma mañana. El 30 de noviembre, "Francisco José, un humilde pecador que implora la misericordia de Dios", recibió cristiana sepultura en el convento de los capuchinos en Viena.
Como Rodolfo se había suicidado y Sissi no había querido tener más hijos, la corona debía pasar necesariamente a los hermanos y sobrinos de Francisco José, porque las leyes impedían que sus hijas heredaran el imperio. Al quedar sin herederos la línea principal, la sucesión recayó en los hijos del archiduque Carlos Luis, que había muerto diez años antes: Francisco Fernando, enfermizo y débil; Otto, libertino, indisciplinado y salvaje; y Fernando Carlos, que estaba deseoso de abdicar sus derechos.
Francisco Fernando, carente tanto de encanto como de elegancia, había ofendido a Francisco José al casarse con una mujer que, según el Emperador, se hallaba por debajo de su clase: la condesa Sofía de Chotkowa y Wognin, que se casaría con Francisco Fernando en 1900. La negativa del joven a renunciar a ella le costó que Francisco José apartara a los hijos de la pareja de los derechos sucesorios. Cuando el archiduque fue asesinado, el Emperador ni siquiera asistió a los funerales.
Así pues, la sucesión recayó en el sobrino de Francisco Fernando, el primogénito de Otto, Carlos I de Austria-Hungría, coronado a la muerte de Francisco José en 1916. Carlos fue el último monarca Habsburgo. Sus intentos de lograr una solución diplomática al conflicto chocaron de frente con la intransigencia de Clemenceau y Wilson, que ya tenían decidida la desaparición de la Doble Monarquía danubiana. Incapaces de seguir sosteniendo el esfuerzo militar, Austria y Alemania pidieron el armisticio el 1 de octubre de 1918. Apenas 20 días después, Austria-Hungría se disolvió, en tanto que el Emperador, negándose a abdicar, hubo de huir al extranjero (11 de noviembre).
Considerado en su tiempo un perfecto caballero, Francisco José I fue un hombre de mentalidad conservadora, convencido de su derecho divino a gobernar, inteligente, atractivo y encantador, pero incapaz de enfrentarse adecuadamente a los brutales cambios ideológicos y políticos que se avecinaban. Afecto a considerar a su dinastía como llamada por el destino a gobernar Europa, su benevolente despotismo paternalista era sencillo como su vida privada. Francisco José estuvo dedicado por entero al cumplimiento de sus deberes como gobernante y al mantenimiento del honor y el bienestar de su pueblo. Sin embargo, la historia se encargaría de demostrar que esto no era suficiente para impedir el derrumbe de su imperio y la oleada de luchas secesionistas, nacionalistas y de otras variadas índoles que confluirían en el gran conflicto continental que devastaría Europa.
Su muerte y la división de Austria-Hungría representan el fin de una época y el comienzo de la Europa contemporánea.
Francisco José llevó adelante con considerable éxito el reinado más largo de todos los gobernantes Habsburgo y también uno de los más tumultuosos, que indicó el fin de los reyes gobernantes para dejar paso a las democracias y monarquías parlamentarias europeas del siglo XX.
Igualmente, la tarea de Francisco José no fue poca ni despreciable: consiguió mantener su monarquía durante todo ese tiempo, mientras las fuerzas nacionalistas centrífugas y los poderes extranjeros intentaban hacer trizas al Imperio por todos los medios.
Básicamente, la rotunda negativa del Emperador a permitir las reformas democráticas que se le exigían, así como su unión con las fuerzas conservadoras y absolutistas, abrieron el camino para el fin de la monarquía. En 1914 Austrohungría comprendía 676.616 kilómetros cuadrados y 52,8 millones de habitantes, lo que le convertía en el segundo país más extenso de Europa (después de Rusia) y el tercero más poblado (después de Rusia y Alemania). Incluía 15 nacionalidades: 12'5 millones de austroalemanes, 10'5 millones de magiares, 7 millones de checos y 2 de eslovacos, 5'2 millones de polacos, otros tantos serbios, croatas y bosnios, 3'5 millones de rumanos, 4 millones de rutenos y ucranianos , 800.000 italianos, friulanos y ladinos y 1'3 millones de eslovenos. Había 40 millones de católicos romanos y grecocatólicos (ucranios y rumanos), 4,5 millones de ortodoxos (serbios, rumanos y ucranios), 4,7 millones de luteranos y calvinistas, 2,5 millones de judíos y 800.000 musulmanes, cuya coexistencia pacífica era garantizada por el Imperio. Si la situación balcánica había sido durante el s.XIX sangrienta y problemática, la disolución de Austrohungría exacerbaría los problemas, con el añadido de que las nuevas fronteras crearon unas férreas barreras arancelarias que asfixiaron el comercio y condujeron a la crisis económica y la miseria de los nuevos países.
Para Austria, la consecuencia más importante de esta disolución fue su degradación a un poder de tercera categoría, hasta el punto de ser absorbida por Alemania en 1938. Nunca recuperaría su estatus de gran potencia. Viena, que había sido una de las capitales del mundo, se convirtió de la noche a la mañana en la cabeza de un país diminuto. En 2006 aún se halla muy lejos de la población que tenía 90 años atrás (1,6 millones actualmente frente a 2,3 millones en 1916).








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